Fiarse de Jesús y abrirle la puerta provoca lo impensable:
una vida realmente glorificada
de paz integral, libertad radical, alegría estimulante,
incluso navegando travesías frustrantes o de muy agudo dolor.
Quien cree de verdad en Jesús ya no tiene más remedio
que vivir siempre reclamado por su amor
en la comunidad de los hermanos/as y al servicio de los empobrecidos.