Ante la crisis de este orden social injusto no es la angustia lo que debe embargar los corazones de los cristianos, sino la decisión irrevocable de contribuir a su caída. Y aunque sabemos que esa decisión nos acarreará la persecución y el odio de sus adeptos, nos mantendremos alegres orando la 8ª bienaventuranza. El sino de los cristianos, ¿no es ser demoledores de sistemas injustos? ¡Ojala en la caída del capitalismo (porque un día desaparecerá este esperpento ecocida de nuestra bendita tierra) haya sido decisiva la contribución de los cristianos!