Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. Y él les dijo: “Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”.
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