La lección de la resurrección es el eje en que han de centrarse todas las fuerzas para la implantación del Reino de Dios. Volver a una nueva vida rotunda y auténticamente cristiana, donde la austeridad no se considere flor de los tiempos difíciles, sino encarnación del diario vivir… desbordarse después, en el sentido de la solidaridad consecuente con la visión del Cuerpo Místico… para terminar con la incorporación del Mandamiento Nuevo…; he aquí algo sin lo cual, la lección de Cristo resucitado no tiene más que un sentido puramente afectivo, pero sin trascendencia vital (Rovirosa, OC, T.V. 429).
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