Hacen falta los «testigos»; los «testimonios»; los que con la expresión de su vida desvanecen los errores. Para contagiar a los obreros el entusiasmo por Cristo no hay otro camino que el del propio sacrificio, con lo cual se da testimonio vivo del propio entusiasmo (Rovirosa, OC.T. III, 437.454).
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