Nuestra propia incoherencia es el mayor obstáculo a la fe, al encuentro de los otros con Jesucristo y, sin duda, el mayor escándalo. ¡Cuántas veces hemos tirado de excusas fáciles para camuflar la verdad de nuestra vida! La llamada se hace respuesta con fidelidad y entrega, sin falsas excusas, en lo cotidiano y concreto de nuestra existencia. Dios apuesta por nosotros. ¿Queremos hacer de su mensaje la norma de nuestra vida?
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