En el orden humano, lo natural es dar la primacía al «número» (dinero, habitantes, soldados, fábricas, venta nacional, socios…), mientras que Nuestro Señor Jesucristo, con el orden sobrenatural, vino a traernos la primacía de la «función» (humildad, vaso de agua, sacrificio, desinterés, grano de trigo, cruz…), enseñándonos que la importancia principal no reside en la cantidad (número) de lo que se hace, sino en el «cómo» se hace (función) (Rovirosa, OC, T.V, 412).
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