Necesitamos dejar que el Resucitado se haga presente con la calidez de su amor en medio de nosotros. Necesitamos dejar que el Señor nos transmita el soplo creador del Espíritu que infunde aliento de vida, que rompe nuestros esquemas, derriba las puertas cerradas, abre las ventanas, inunda de luz, hace polvo nuestros individualismos y los transforma en espíritu de comunión. Necesitamos ese soplo de vida que nos saca a las plazas, a las fábricas y talleres, a la vida del barrio, al encuentro con los vecinos y compañeros de trabajo…
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