El mandamiento del amor es el núcleo de la vida comunitaria y, a la vez, de nuestra misión, porque somos misión. La misión de la comunidad solo puede realizarse en la experiencia de la fraternidad que se vive en el compartir el quehacer común cuya raíz y fundamento es la experiencia del amor gratuitamente recibido y agradecidamente vivido. Donde no existe comunidad de amor no puede haber misión, y sin misión la comunidad cristiana hace infructuoso el amor y pierde, por tanto, su identidad y razón de ser.