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  • 09-03-2013


    «No podemos buscar a Jesús entre los muertos»


    Antonio Hernández-Carrillo, autor de «Evangelio en la calle» entrevistado por Paqui Castilla

    Antonio Hernández-Carrillo es un sacerdote granadino que ha reunido sus colaboraciones en la revista «¡TÚ!» en un libro que acaba de ver la luz en Ediciones HOAC. Desde su fidelidad a la Iglesia, a la HOAC y a los empobrecidos del mundo obrero ha querido contribuir en el «Año de la Fe» a la siempre apasionante tarea de convertir el Evangelio en vida cotidiana.

    - Lleva más de cuarenta años acompañando a grupos cristianos y equipos de militantes; actualmente es consiliario diocesano de la HOAC de Granada y también ha sido consiliario de la Interdiocesana de Andalucía y de la HOAC general. ¿Qué destacaría de todo este largo recorrido? ¿De qué se siente más contento?

    - Destacaría tres aspectos: la amistad de antes y de ahora. En la HOAC siempre hemos dicho que los equipos son racimos de amigos. Pues bien, yo recuerdo y conservo la amistad con aquellos viejos militantes que conocí hace tiempo y con los que he conocido más recientemente. Esto constituye para mí una honra. En segundo lugar resaltaría la comunión eclesial. En mis años de consiliario me he recordado muchas veces a mí mismo y he recordado a los militantes aquello que nos decía Tomás Malagón: «Prefiero caminar con la Iglesia antes que con mis propios razonamientos y teorías» y, en tercer lugar, destaco la presencia de los desfavorecidos, de los parados, de los enfermos en nuestra propia vida. Son carne de nuestra propia carne. La amistad, la Iglesia y los pobres son motivo de alegría.

    - ¿Cómo nació el libro «Evangelio en la calle» y qué razón de ser tiene este título? ¿Qué cree que puede aportar?

    - En esta etapa última, y ya larga, del «¡TÚ!» se me encomendó, desde el principio la reflexión «Evangelio en la calle». El «inventor» fue Rafael Díaz Salazar. Y la verdad es que me gustó y me resultó apropiada. La razón de ser del cristiano es, sin duda, la de llevar el Evangelio a la calle para aportar en el corazón de la vida la fuerza infinita de su luz. Si Jesucristo (y su Evangelio) estuviera más presente en la calle, ¡otro gallo cantaría!

    - En el capítulo 1 «El trabajo y el paro de cada día», en una de las reflexiones podemos leer: «La lucha por el trabajo y en el trabajo es el lugar privilegiado de la existencia obrera, humana y cristiana. Lo demás vendrá por añadidura». ¿Qué papel diría que estamos llamados a desempeñar los cristianos en este ámbito?

    - Las reflexiones de este librito giran alrededor de la vida corriente y moliente y en esa vida ocupa un lugar insustituible el trabajo o, por desgracia, la ausencia del mismo. Si los cristianos prescindimos de esto, abandonamos una parcela enorme en donde se juega la vida y la muerte del ser humano. La luz y la sal del Evangelio no se pueden esconder y hay que sacarlas para que el trabajo en malas condiciones y el sin trabajo no ahogue y estrangule a tanta gente anunciando, al mismo tiempo, un trabajo más humano.

    - «Quédate con nosotros» es la oración machacona del mundo entero ante tanta injusticia. Sin Jesús de Nazaret los más «listos» acaparan lo que pertenece a todos. Con estas frases concluye una de las reflexiones de «Plegarias a pie de obra». ¿Quiénes son «los más listos» en nuestros días y qué responsabilidad cree que tenemos cada uno de nosotros en esta situación?

    - Efectivamente, «quédate con nosotros» es la oración de los primeros cristianos y de los discípulos de Emaús y sigue siendo la nuestra. Es el grito de los que vislumbran la presencia del Señor en el camino de la vida, en la fracción del pan y en la cercanía de la oscuridad. A los «listos y fuertes» les estorba este grito y quieren acallarlo porque es el grito del mundo obrero ante tanta injusticia, ante tanta falta de pan y de vida. Claro, que la responsabilidad es de todos porque o no gritamos o gritamos en la dirección de los borregos y atontados por las muchas pamplinas como hay a nuestro alrededor. 

    - Le devolvemos una pregunta que hace en el capítulo «Señales de Resurrección hoy»: «¿No hemos encerrado los cristianos a Cristo en las cuatro paredes del templo, en las imágenes y en la cerrazón de nuestra propia vida?».

    - Así es. Por eso digo en ese capítulo que hay que reivindicar la vida, la luz, la esperanza, los amaneceres, las calles, las plazas, el trabajo, la lucha por un mundo nuevo, en definitiva, la Resurrección. No podemos buscar a Jesús entre los muertos. No podemos vivir amenazados de muerte los que estamos llamados a anunciar la VIDA. Esto es una crítica frontal a aquellos cristianos siempre envueltos en sacristías y ceremonias sin vida.

    - Nos presentas ejemplos de personas que son signos de Resurrección hoy, gentes, sin intereses económicos ni otros intereses bastardos, que luchan por una humanidad resucitada y resucitadora. ¿Cree que quizá nos falta, a veces, mostrar más abiertamente y de manera esperanzadora estas señales de la presencia de Cristo Resucitado?, ¿a qué se debe?, ¿cómo poner remedio?

    - Necesitamos verdaderamente personas que trasmitan Resurrección. Yo pongo el caso del pensionista que comparte, de la madre que quiere rebajar el tren de vida de su familia, del enfermo visitador… Es necesario mostrar más claramente estas señales. Nuestra falta de fe, la facilidad que ofrecen otros caminos y la exigencia de la verdadera Resurrección son las dificultades. Pero merece la pena superarlas.

    - ¿Cómo podemos ser, tal y como indica en el capítulo «El vaso de agua fresca: la fraternidad», «caricia, consuelo y fuerza de Dios para los sentados al borde del camino»?

    - En ese capítulo voy desgranando una serie de reflexiones que nos llevan de la mano a responder a esta pregunta: comer menos y pensar más, luchar por la justicia y rechazar el asistencialismo, compartir el pan, valorar que somos parte de una gran familia que lo está pasando mal, potenciar la fuerza de las «mujeres del barrio y pueblo», no vivir encerrados en la casa, no descalificar a nadie por ninguna razón, entregar nuestra vida más que guardarla y, finalmente, dar un vaso de agua al sediento. Termino el capítulo diciendo que Jesús de Nazaret eleva portentosamente el vaso de agua (el servicio) a dignidad de sacramento tanto para el que lo da como para el que lo recibe.

    - ¿Como ser «Personas alegres para tiempos difíciles»?, ¿dónde se encuentra la fuente de la que mana la sana alegría?

    - En ese mismo articulillo, al que tú haces referencia, voy dando razones, sacadas del Evangelio (un libro infinitamente humano) para estar alegres cuando parece que hay razones para lo contrario. Y cito la última Bienaventuranza de Mateo: Dichosos los perseguidos por ser justos, porque de ellos es el Reino de Dios. Dichosos… Cuando te envuelven las dificultades, cuando te quitan injustamente la fama, cuando te despiden del trabajo entonces surge la fuerza de la razón, el tesoro del Evangelio que te hace fuerte para luchar y no caer en la tristeza del abandono ni en la miseria de la desesperación.

    - Termina el capítulo final con las siguientes palabras: «Es que el Evangelio es agua para el sediento, luz para el caminante y novedad para el que busca. ¡Ojalá también sea así para ti, para mí y para todos!». ¿Qué tiene que pasar para que sea realmente así?

    - Que tomemos en serio el Evangelio y la calle, la calle y el Evangelio. Que no los separemos, que estén inseparablemente unidos. La fuerza profunda del Evangelio es imparable cuando tiene como marco las alegrías, las angustias y las esperanzas del bullicio de la calle. La calle también queda limitada si no cuenta con la lucidez del Evangelio.

    - En la situación actual que nos ha tocado vivir, ¿qué retos cree que plantea el Evangelio, ahora más que nunca, a la Iglesia, a la HOAC y al mundo obrero?

    - El Evangelio siempre es un reto para todo el que lo busca sinceramente. Sintetizando mucho podría decir que el Evangelio pide constantemente a la Iglesia ser su referencia inequívoca. Si la Iglesia no tiene presente al Evangelio pierde su razón de ser. Aquí hay mucho camino por recorrer. A la HOAC, como parte de la Iglesia en el mundo obrero, le pide esto mismo mirando con ternura, con fortaleza, pero también con exigencia, a las luchas del mundo del trabajo y también, por desgracia, a su acomodación y división. Al mundo obrero, que no tenga miedo en mirar al Evangelio porque él le puede ofrecer a ese que necesitamos con urgencia la Iglesia, la HOAC y el mundo obrero: Jesucristo, el Obrero de Nazaret, como solía decir nuestro primer militante, Guillermo Rovirosa.

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Antonio Hernandez-Carrillo

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