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  • 01-11-2008


    «El trabajo de la mujer ya no es una ayuda al salario principal del marido»


    Entrevista a Ana Marí­a Rivas , coautora del libro «Mujeres y hombres en conflicto»

    Ana María Rivas y María José Rodríguez, autoras de “Mujeres y hombres en conflicto” (Ediciones HOAC. Madrid, 2008) hablan en esta entrevista de las desigualdades de género, de la incidencia que el sistema productivo está teniendo en la familia y del tipo de sociedad que debemos construir si lo que se pretende es dar satisfacción a las necesidades humanas.

    - ¿Qué factores sociales, económicos y demográficos inciden en los cambios que se están produciendo en la composición, estructura y papel de  la familia?

    - En el plano sociocultural habría que destacar, en primer lugar, la aparición de nuevas expectativas, aspiraciones y prioridades en las mujeres y en las parejas, expresión del reconocimiento social y legal de valores como el de la igualdad, libertad, pluralismo, autonomía, dignidad de la persona como sujeto de derechos y deberes, al margen de su identidad religiosa, étnica, sexual, social,...; en segundo lugar, la importancia de la subjetividad, los sentimientos, las emociones, la búsqueda de la felicidad y el bienestar personal, la promoción y el desarrollo individuales; en tercer lugar, un cambio fundamental ha sido la separación entre reproducción y sexualidad: la sexualidad aparece como expresión de una relación, como valor en sí misma y no meramente instrumental con fines reproductivos; amor, sexualidad y descendencia se separan y ya no van necesariamente unidos. Por último, las nuevas expectativas creadas en torno a las mayores posibilidades de desarrollo personal de la mujer y al trabajo remunerado, que han transformado la percepción de la sociedad y la autopercepción y autovaloración de la mujer.

    Entre los factores económicos, aunque las mujeres han trabajado siempre fuera y dentro de casa, el trabajo asalariado ha adquirido un nuevo significado para las mujeres. Éste ya no es un complemento o ayuda al salario principal del marido, el empleo al que se incorporan las mujeres de clase media y cuadros superiores adquiere una nueva significación, que tiene más que ver con el plano simbólico que con el material. De ahí que muchas veces se tenga una idea del empleo femenino como algo que se hace porque se quiere sin necesitarlo, voluntario.

    Por último, entre los factores demográficos destacaría muy brevemente, el aumento de la esperanza de vida, el descenso de la nupcialidad y el aumento de la cohabitación, el proceso de  desinstitucionalización del matrimonio, el descenso de la tasa de natalidad y fecundidad.

    - Parte de la premisa de que la familia es una construcción social, ¿cómo se debe comprender entonces la familia como unidad de socialización?, ¿y cómo ámbito de evangelización?

    - Utilizar categorías de orden natural para explicar los fenómenos sociales (la familia, el mercado, la autoridad, el poder…)  como si estuvieran inscritos en la naturaleza humana, puede llevar, como de hecho ha ocurrido históricamente, a justificar y legitimar desigualdades e injusticias cuyas raíces hay que buscarlas en el orden social, político y económico. Además, el proceso de naturalización de los fenómenos sociales elimina el conflicto como parte de la experiencia social colectiva, al negar las posibilidades de contestación, subversión y resistencia al orden establecido.

     Desde esta perspectiva, la familia debe ser considerada como una unidad de socialización a través de la cual se inculca a sus miembros los valores dominantes (positivos y negativos) de una sociedad determinada  en una época concreta, pero la familia no tiene la exclusiva de la transmisión de valores, ni la escuela. También actúan como agentes informales de socialización los medios de comunicación, la industria del ocio, el mercado laboral, la organización del trabajo, las nuevas tecnologías de la información, la clase política, etc.

     La familia como toda institución puede reproducir o transformar la realidad social en la que se inserta, pero conjuntamente con otras instituciones y acciones colectivas. Pero para ello hay que reconocerla como parte del orden social y por lo tanto sujeta a cambios, modificaciones e intervención social.

    - ¿Cómo afecta el modelo de producción y organización del trabajo a la familia?

    - El modelo familiar «hombre proveedor de ingresos; mujer ama de casa» se ajusta perfectamente a las demandas del sistema capitalista de producción, al permitir el desplazamiento de costes de la producción hacia la esfera doméstica. El mercado y la producción capitalistas necesitan del trabajo familiar doméstico en la medida que éste asegura la reproducción de la fuerza de trabajo, cuyos costes están, la mayoría de las veces, por encima de los salarios reales, diferencia que se subsana dentro del hogar, haciendo la mujer malabarismos para poder «llegar a final de mes».

    - Entre las posibilidades que plantea para superar la actual incompatibilidad entre el desarrollo personal y la organización social cita las «políticas de tiempo», ¿podría ofrecer ejemplos de desarrollo de las mismas?

    - Las políticas de tiempo pretenden interconectar el espacio, el tiempo y la sociabilidad, conciliar los ritmos individuales y colectivos, coordinar los horarios de las actividades con los de los servicios para poder garantizar a todos los hombres y mujeres la accesibilidad a los lugares públicos, armonizar los espacios y tiempos de los diferentes miembros de la familia. Algunos de los mecanismos desarrollados para la ejecución de las políticas de tiempo, ya sean de entidad pública o privada, son: Oficinas del tiempo; Planes Reguladores del Tiempo de la Ciudad; Mesas cuadrangulares; Bancos de Tiempo.

    - ¿Cómo debería la Iglesia situarse en este conflicto?

    - La Iglesia tendrá que replantearse la visión que tiene del papel de la mujer en la familia y la sociedad, aceptando la cuestión femenina no como búsqueda de la confrontación y la rivalidad entre sexos sino como lucha por la igualdad y dignidad de las personas, para lo que es necesario reconocer la dimensión cultural e histórica en las atribuciones de valores y roles a las mujeres y a los hombres. Si los preferidos de Jesús eran los pobres, marginados y explotados, las mujeres como colectivo han sido las pobres, marginadas y explotadas de la historia. ¿Por qué condenar entonces su lucha por la liberación y la justicia?, ¿por qué no aceptar su derecho a la igualdad con los hombres dentro y fuera de la familia?

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Ana María Rivas coautora del libro «Mujeres y hombres en conflicto»

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