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El papa Francisco vuelve a animar la Pastoral Obrera

Colaboraciones, Iglesia

El papa Francisco vuelve a animar la Pastoral Obrera

17 julio 2017

Antonio Algora* | Una vez más el papa Francisco nos sorprende con sus gestos de cercanía y atención pastoral a los distintos ámbitos de la vida humana, en este caso y con motivo de la visita a Génova en Italia. El encuentro con los trabajadores de la siderúrgica italiana Ilva, empresa que está en el ojo del huracán de la reconversión y el juego de fuerzas económicas en el seno de Europa.

Con su visita a este centro de trabajo el Papa subraya la importancia de tener como ámbito de evangelización esta realidad que es el mundo del trabajo. Estas son sus palabras: «Hago una premisa. La premisa es: el mundo del trabajo es una prioridad humana. Y, por lo tanto, es una prioridad cristiana, una prioridad nuestra, y también una prioridad del Papa».

Sentimos desde la Pastoral Obrera un especial agradecimiento, no solo por el apoyo que significan sus gestos, sino también por las razones que aporta en sus intervenciones: «He aceptado la propuesta de tener este encuentro hoy, en un lugar de trabajo y de trabajadores, porque también estos son lugares del pueblo de Dios. Los diálogos en los lugares del trabajo no son menos importantes que los diálogos que hacemos dentro de las parroquias o en las solemnes salas de convenciones, porque los lugares de la Iglesia son los lugares de la vida y en consecuencia también las plazas y las fábricas. Porque alguien puede decir: “Pero este sacerdote, ¿qué nos está diciendo? ¡Váyase a la parroquia!”. No, el mundo del trabajo es el mundo del pueblo de Dios: todos somos Iglesia, todos pueblo de Dios».
Es en este punto donde me gustaría incidir puesto que con toda rotundidad nos habla del mundo del trabajo como lugar del pueblo de Dios que es necesario atender, lugar de encuentro de Dios con los hombres, lugar donde se gestiona el elemento más importante de la vida del ser humano: el trabajo.

Son, por desgracia, muchos los que han puesto en duda la necesidad de un apostolado que se haga presente en los centros de trabajo además del testimonio personal y privado que ha de darse siempre. Y no son pocos los que, dado que la dificultad de decir una palabra acertada sobre los problemas tan complejos por los que pasa el mundo laboral es grande, prefieren refugiarse en los más cómodos y cálidos espacios parroquiales y comunitarios para hacer y decir que es ahí dónde se tiene que realizar el Apostolado Seglar.

Repito mi agradecimiento al papa Francisco porque nos ha dicho con el gesto y la palabra, con toda claridad, que el mundo del trabajo es un espacio dónde se debe hacer presente la Iglesia a través de los mismos trabajadores para llevar a cabo la tarea de la evangelización, que supone la atención a las condiciones del trabajo y las más que deterioradas relaciones laborales que facultan o dificultan el desarrollo integral de la persona.

Trabajo y democracia

También se fija el Papa, y esto contiene una gran verdad, que es en el mundo del trabajo, dónde se juega el pacto social y la democracia misma: «El trabajo es amigo del hombre y el hombre es amigo del trabajo, y por esto no es fácil reconocerlo como enemigo, porque se presenta como una persona de casa, también cuando nos golpea y nos hiere. Los hombres y las mujeres se nutren del trabajo: con el trabajo están “ungidos de dignidad”. Por esta razón, en torno al trabajo se edifica el entero pacto social. Este es el núcleo del problema. Porque cuando no se trabaja, o se trabaja mal, se trabaja poco o se trabaja demasiado, es la democracia la que entra en crisis, es todo el pacto social. Es también este el sentido del artículo 1 de la Constitución italiana, que es muy bonito: Italia es una República democrática, fundada en el trabajo».

No es menos importante para nosotros el artículo 35 de nuestra Constitución donde se afirma que «todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo». Y que desarrolla lo dicho en el Preámbulo de nuestra Carta Magna cuando habla de: «Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo».

Sí, el pacto social está en juego y a construirlo nos deberemos dedicar con nuestras mejores fuerzas. Pero, ¿cómo hacerse presente la Iglesia en el, tan importante, mundo del trabajo. Evidentemente no es suficiente, con ser imprescindible, el testimonio personal dejado a la espontaneidad de la circunstancia y el momento de cada cual.

Creo que debemos considerar la mayor importancia de nuestros movimientos apostólicos en cuanto que están llamados a formar a sus miembros en el conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia y en la aplicación a las reglas de juego que operan en las relaciones laborales y que son consecuencia de las políticas del momento, de la confluencia de fuerzas económicas y sociales defendidas por empresarios y sindicatos.

Tener por una parte una visión lo más clara posible de «lo que está pasando» en expresión del papa Francisco, elaborar el juicio que desde el humanismo cristiano puede contribuir a la solución de los problemas, y actuar en la esfera pública como tales asociaciones dentro del concierto democrático que nos hemos dado en la sociedad civil, debe ser garantía de acierto en el compromiso personal para el anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo.

Acompañamiento

Además, no es menos importante el acompañamiento a los miembros de nuestros movimientos apostólicos para formarse en una espiritualidad que exige tomas de postura no siempre fáciles y que solamente desde la presencia de Jesucristo vivida en el estudio de la Palabra de Dios, en la participación de los sacramentos y en el amor fraterno de nuestros equipos pueden sostener e impulsar a la acción dentro del mundo del trabajo.

La Iglesia se hace presente en el concierto social no solo por la visibilidad de nuestros templos en nuestros barrios y ciudades, sino por la realidad de los miembros del pueblo de Dios en los ambientes laborales. El Concilio Vaticano II entendió que dentro de la variedad de asociaciones en el seno de la Iglesia «unas se proponen el fin general apostólico de la Iglesia; otras, buscan de un modo especial los fines de evangelización y de santificación; otras, persiguen la inspiración cristiana del orden social; otras, dan testimonio de Cristo, especialmente por las obras de misericordia y de caridad». Pues bien, esa «inspiración cristiana del orden social» exige organización y efectividad solamente alcanzables por los movimientos apostólicos.

El pacto social y la democracia va adelante cuando se ocupa el espacio público con solvencia y responsabilidad.

* Antonio Algora es obispo emérito responsable de Pastoral Obrera

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Adela Cortina: «No se puede admitir que la sociedad rechace a los peor situados»

Paro, pobreza y exclusión

Adela Cortina: «No se puede admitir que la sociedad rechace a los peor situados»

23 junio 2017

José Luis Palacios | Ha publicado un ensayo nuevo. Oportuno y clave para identificar una de las patologías sociales más extendidas y más peligrosas. El rechazo al pobre, que ella misma ha bautizado como aporofobia. Ante un grupo de periodistas, expone con brillantez, locuacidad y amabilidad una de sus máximas preocupaciones y algunas de las soluciones para librarnos de la barbarie.

La editorial nos ha convocado en un céntrico hotel donde Adela Cortina pasa la mañana atendiendo a los medios. Al fin y al cabo es una intelectual de referencia, cuya obra, abundantemente citada, siembre abre nuevas vías de pensamiento. Nos toca, junto a otros medios, en el último turno de la mañana, lo que no parece afectar a su pasión pedagógica y a su vocación divulgativa. Cada periodista procura introducir su pregunta en el diálogo.

La primera cuestión se centra en la germinación del propio término aporofobia, que explica porqué nos comportamos con exquisitez y hasta condescendencia ante el extranjero con dinero y desprecio ante el forastero sin recursos. ¿Será una derivación del clásico «clasismo»?

El término aporofobia surge de fobia, temor, miedo, rechazo frente a algo o alguien, y aporos, el pobre, el sin salida, el que no puede devolver nada a cambio, de donde viene aporía, un callejón sin salida, aporética, algo que no tiene salida. El pobre es el que no tiene salida, nada que devolver a cambio. Eso significa aporofobia, es una palabra que no estaba en el tapete y a mí me parecía importante que estuviera. Es más profundo que el clasismo, que supone una mirada de desprecio de la persona que se cree superior hacia la que considera inferior. Se da en cualquier sociedad y a lo largo de toda la historia. El odio de clase surge en el siglo XXI. Estamos hablando del rechazo y prevención frente al que está peor situado. Cuando hablamos del pobre, estamos hablando de una persona desclasada. Lo que me interesa es mostrar, no solamente las diferencias económicas, sino el desprecio y el rechazo hacia el que está en la situación de mayor vulnerabilidad.

El desprecio al vulnerable se ha grabado en nuestro cerebro como respuesta evolutiva contra lo que debilita, retrasa y entorpece la lucha por la supervivencia. Pero, ¿se puede superar?

La aporofobia está presente en todo el mundo, yo hablo del cerebro, así que no hablo solo de las sociedades occidentales. Es una tendencia, a mi juicio, que se va gestando a lo largo de la evolución para dejar de lado a los que molestan. Es verdad que existen otras tendencias, a cuidar, a cooperar… Las tendencias podemos cultivarlas o dejarlas como están. Ahí está la elección humana. Si no, no hubiera escrito el libro. Se pueden cultivar y tenemos que elegir. A lo largo de la historia la humanidad, parece que no, hemos progresado bastante. Se ha atenuado institucionalmente la aporofobia. Legalmente no está reconocida y está mal vista. Se dice que las mujeres somos iguales que los varones. En otro tiempo esto no ha estado tan claro.

Aparece la cuestión sobre el papel de las religiones que dicen defender al pobre y obligan a acciones caritativas en la extensión de la desconfianza ante quien no es rentable…

Las primeras que se ocupan de los pobres son las religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el Islam. Hasta el punto de que en el Antiguo Testamento, Yahvé continuamente está diciendo que hay que cuidar del huérfano, de la viuda, misericordia quiero y no sacrificios… El cristianismo se centra en esta cuestión. Es verdad que son gentes determinadas las que se preocupan. Luego llega un momento en que se dice que esta preocupación no debe ser solo personal o grupal, sino que es un deber de los Estados, de las comunidades políticas, y es un derecho del pobre que se le ayude a salir de la pobreza. Cualquier comunidad política tiene que ocuparse de que las gentes que están ahí, las personas tienen que tener posibilidades de vivir.

El derecho a que se le ayude a salir de la pobreza es algo que hemos aprendido históricamente. El punto de inflexión se da y lo digo siempre que puedo, con Luis Vives, que como se sabe es valenciano. La ciudad de Brujas le encarga un estudio sobre la pobreza. Dice que el Ayuntamiento se tiene que ocupar de ayudar a los pobres. No se trata de que se encarguen solo las organizaciones de caridad, siempre hay personas voluntarias, pero es una obligación del Estado. Las raíces cristianas tienen mucha presencia aquí, han ayudado mucho. Siempre nos parece que deberíamos estar mejor. Luis Vives dice precisamente que no está bien que los cristianos, que justo nada más que el amor se nos ha predicado, admitamos que haya tantos pobres. El progreso ha consistido en obligar al Estado a entrar en la cuestión.

Pero, ¿no hay una incitación, una manipulación que lleva a las personas pobres a odiar, en vez de a identificarse, con quien está en su misma situación?

Ese es el caso de aporofobia máximo. Siempre ha habido escasez, pero en un momento de crisis, como en la que arrastramos desde 2008, hay personas muy listas que se inventan un discurso para decir que vienen otros a quitarnos lo que tenemos, vienen del otro lado del Estrecho… Eso en principio, al que está muy bien situado no le va a afectar, pero al que está en la frontera se preocupa: me van a quitar el trabajo, la seguridad social… Siempre hay otra persona que está peor y al que se le quiere cerrar la puerta. Eso explica en parte que mexicanos que están ya en EEUU como asimilados digan que no vengan esos otros que nos van a quitar lo que tenemos, cuando no puede ser más falso. Eso es la posverdad. Los que vienen de fuera hacen el trabajo que no quiere nadie. Cuando uno ve que otro prospera y él no, carga contra el otro. Parece que es lo que le ha pasado a la clase media americana. Gentes como Trump, Le Pen… han sabido utilizarlo para movilizar las emociones de personas que están mal situadas y que temen perder todavía más, en vez de pensar racionalmente.

También hay decisiones que exacerban los recelos, la competencia, la desconfianza, en vez de combatir la pobreza…

Nuestras comunidades políticas, sean Estado, comunidad autónoma…, tienen deberes. Todas ellas han aceptado la declaración de Derechos Humanos de 1948. No pueden admitir que en su sociedad se rechace y menosprecie a los peor situados. Tienen que hacerlo. Y tienen varias formas.

Nuestro estado es un Estado Social de Derecho y este tipo de estados se caracterizan por sus políticas sociales, justamente, para proteger a los más vulnerables… El sentido de las políticas sociales es tratar de resolver la suprema vulnerabilidad para que nadie quede abandonado. Hay todo un ámbito de políticas sociales en el que los Estados tienen mucha responsabilidad. Por supuesto, debe trabajar conjuntamente con las organizaciones de voluntarios porque siempre es mejor sumar que restar. Y en España hay cantidad de gentes que están haciendo una gran labor. Las políticas básicas del Estado social han de orientarse a tratar de responder a los derechos básicos de todas las personas.

Y luego está la educación, la escuela, la asignatura pendiente, no me refiero a las reformas, sino a educar contra la aporofobia, a favor de la capacidad de cuidar y cooperar. A través de una asignatura de ética, pero sobre todo en la propia sociedad. Porque si en la sociedad, lo que se hace habitualmente es relegar a los que están peor en cada ocasión y premiar al que triunfa, es muy difícil.

Antes se podía ser pobre siendo honrado, sin que sonara a demérito, y ahora parece que ser vulnerable es indigno…

No hablo solo de la pobreza económica. Hay gente que da la sensación de estar muy bien situada que no lo está tanto. En cualquier caso, ser vulnerable no es indigno en absoluto. El pobre está en una situación de la que normalmente quiere salir. Es el otro, el aporófobo, el que es indigno. Decía Gluksman que «la clave del antisemitismo es el antisemita, no el judío», El verdugo no solo machaca a la víctima, sino que intenta que se sienta indigna y que le dé la razón. El triunfo del verdugo es que su víctima se sienta indigna.

En este punto, la pregunta que flota en el aire es cómo se puede mejorar la conciencia moral de nuestras sociedades. ¿Podrá el papa Francisco inspirar el rearme ético frente a los liderazgos que dividen y excitan las peores pasiones?

Es verdad que aprendemos por imitación, está estudiado, se habla de las neuronas espejo y cada uno de nosotros recordamos a una persona con la que nos hemos encontrado en la vida y ante la que hemos pensado que esa vida merece la pena vivirla y nos hemos dicho que es algo bueno y que hay que hacerlo. La fuerza del ejemplo nos ha inducido a vivir de una determinada manera y a hacer muchas cosas. Efectivamente, que haya personas visibles, a otras muchas no se las ve, que optan por integrar y valorar a todos, gente que vive de la justicia y la compasión, en el buen sentido de la palabra, es una semilla de esperanza clarísima. En ese caso, el papa Francisco, y muchas otras personas en esa línea, es una imagen de esperanza y un respiro de futuro. ¿Tenemos posibilidad de mejorar? Mientras haya gente así y prolifere, y el Estado cumpla con su deber, hay posibilidad. Las personas que viven pensando en integrar, dándose cuenta de que todo el mundo tiene dignidad y viven la compasión día a día, son, por supuesto, una razón de esperanza.

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Día de la Acción Católica | «Salir, caminar y sembrar siempre de nuevo»

Convocatorias, Iglesia

Día de la Acción Católica | «Salir, caminar y sembrar siempre de nuevo»

29 mayo 2017

Mensaje de los obispos de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar con motivo del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar (Domingo, 4 de junio de 2017).

Una de las cuestiones que más puede iluminar nuestro horizonte evangelizador es el de valorar el papel de los laicos para una Iglesia en salida. Hablar de laicado es significar una Iglesia que se encarna en la sociedad de hoy. Tenemos que agradecer el testimonio de miles de laicos que a través su vida proclaman el Evangelio en una sociedad cada vez más secularizada; y agradecer también la acción pastoral y misionera de parroquias, hermandades, asociaciones y movimientos, que nos ayudan a fortalecer y transmitir nuestra fe.

Tenemos que recuperar la fe en el ámbito de lo público. En un contexto que tiende a relegar la fe a la pequeña esfera de lo privado, necesitamos cristianos que hagan visible la acción del Espíritu en el día a día de la vida familiar, laboral, cultural y social. Tanto en los pequeños gestos o vicisitudes de nuestra vida ordinaria, como en las estructuras o entramados sociales que repercuten decisivamente en la vida pública.

Por tanto, es tiempo de salir. Salgamos de nosotros mismos. Nuestra fe es expansiva. Es acoger la llamada amorosa que Dios nos hace para regalar su amor a nuestros hermanos, especialmente a aquellos que más lo necesitan. No hay mayor alejamiento de Dios que no querer salir de uno mismo, pero su Espíritu siempre tira de nosotros hacia afuera. Abramos nuestro corazón a su acción. No es tiempo de recluirse, ni personal ni comunitariamente. Abramos nuestros ojos a la realidad que nos rodea. Reconozcamos nuestros vacíos, nuestras heridas y las de todas las personas de nuestro entorno social. Vayamos al encuentro de toda realidad sufriente para transmitir la misericordia de Dios, la fuerza sanadora que nos restaura y nos encamina a la plenitud. No nos dejemos ganar por la indiferencia. Apostemos por una Iglesia que, a modo de “hospital de campaña”, trata de curar con los medios que tiene allá donde está el enfermo. La misión no pasa por acciones puntuales, ni es cosa de especialistas. Todos hemos recibido esta encomienda. Los laicos habitáis en el mundo, estáis de continuo en contacto con toda esta realidad. Vivid con alegría esta tarea de transmitir el rostro misericordioso de Dios allá donde están nuestros contemporáneos.

Es tiempo de caminar. Los cristianos no deambulamos por el mundo, tenemos un fin, una orientación última que da sentido a nuestra vida. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6). Él nos acompaña siempre. Y juntos, como Iglesia, caminamos siguiendo sus pasos. La fe no es estática, la fe genera un dinamismo vital que nos impide quedarnos quietos. Tenemos que ahondar en la esencia de la vocación que hemos recibido en el bautismo, entendiendo que Dios constantemente nos propone acercarnos más a Él y a los hermanos. ¿Abrimos nuestros oídos a su voz? ¿Estamos dispuestos a responder a su llamada? ¿A seguirle? Asumir el papel del laicado en la misión de la Iglesia, la superación del clericalismo, pasa por entender que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, un proyecto de vida que nos encamina a ser felices y a sentirnos corresponsables en la construcción de su Reino.

Es tiempo de sembrar. Queremos sembrar la Palabra de Dios en el corazón de todos los hombres. «Todos somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor, que más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su Palabra, su fuerza, y le da un sentido a nuestra vida. Tu corazón sabe que no es lo mismo la vida sin Él; entonces eso que has descubierto, eso que te ayuda a vivir y te da una esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a otros» (EG, n. 121). Y así, «en la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será un ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos» (EG, n. 180). Sembrar la Palabra de Dios implica ser promotores de diálogo en la sociedad y ser constructores de la civilización del Amor, tratando de transmitir valores y actitudes que contribuyan a la edificación de un mundo más justo y fraterno.

Siempre de nuevo. No se trata tanto de hacer cosas nuevas, que también, sino hacer nuevas las cosas que hacemos. Esto pasa por apostar por la autenticidad. Todos somos llamados a ser evangelizadores con Espíritu, personas que arraiguen su vida en Cristo para ser sus testigos. Él es quien sostiene y anima nuestra acción evangelizadora, suscitando en nosotros el deseo de vivir siempre el dinamismo de la fe, que es también el dinamismo del amor, que busca dar siempre gratis lo que gratis hemos recibido, sin pararnos en nuestros límites y dificultades, sino dejarnos en todo momento conducir por sus inspiraciones. Le pedimos al Espíritu Santo que infunda en nosotros la fuerza para anunciar la novedad y la alegría del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar (cf. EG, n. 259).

 

Presidente.
✠ Mons. Javier Salinas Viñals, obispo Auxiliar de Valencia.

Vicepresidente y Presidente de la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida.
✠ Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, obispo de Bilbao.

Consiliario de la Acción Católica.
✠ Mons. Carlos Manuel Escribano Subias, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño.

Pastoral de Juventud.
✠ Mons. Antonio Gómez Cantero, obispo de Teruel y Albarracín.

Pastoral Obrera.
✠ Mons. Antonio Ángel Algora Hernando. obispo emérito de Ciudad Real.

Foro de Laicos.
✠ Mons. Arturo Ros Murgadas, obispo auxiliar de Valencia.

Consiliario de Cursillos de Cristiandad.
✠ Mons. Josep Àngel Sáiz Meneses, obispo de Tarrasa.

Familia y Vida.
✠ Mons. Juan Antonio Reig Plá, obispo de Alcalá de Henares.
✠ Mons. José Mazuelos Pérez, obispo de Jerez de la Frontera.
✠ Mons. Juan Antonio Aznárez Cobo, obispo auxiliar de Pamplona.
✠ Mons. Francisco Gil Hellín, arzobispo emérito de Burgos.

Materiales de la campaña «Trabajo digno para una sociedad decente»

Mundo obrero y del trabajo

Materiales de la campaña «Trabajo digno para una sociedad decente»

04 mayo 2017

La HOAC viene priorizando, con mayor determinación desde la celebración de su XIII Asamblea General, el respeto a la sagrada dignidad del trabajo y la exigencia moral y social del trabajo decente. Así lo ha defendido a través de su campaña «Trabajo digno para una sociedad decente» y en sus publicaciones.

Cuadernos de la HOAC

Cartel_Dia_HOAC16El Cuaderno de la HOAC número 12, publicado con ocasión del Día de la HOAC de 2016, La dignidad del trabajo y el trabajo digno, sirvió para poner de manifiesto la importancia de la forma en que se organiza el trabajo por su enorme influencia sobre la concepción y el modelo de persona, de familia y de sociedad que se están construyendo. De ahí la trascendencia de rescatar y reflexionar sobre la centralidad del trabajo a la vista de las situaciones de desigualdad, empobrecimiento y deshumanización habituales en nuestros días.

Cartel Dia HOAC 2015El Cuaderno de la HOAC número 11, para el Día de la HOAC de 2015,  Trabajo y Familia. Derechos familiares de las personas y derechos sociales de las familias, supuso  una aportación para reflexión sobre cómo podemos ayudar a construir las condiciones que hagan posible una vida familiar digna. El texto pretende también favorecer nuestras prácticas en defensa de la vida familiar al servicio de las personas y de la sociedad.

 

Cartel Dia de la HOAC 2014Las reflexiones anteriores comparten con el cuaderno numero 9, Trabajo digno para una sociedad decente, editado en 2014, la urgencia de promover el trabajo digno. Este material, de algún modo, el punto de partida de los posteriores trabajos editoriales, realiza un primer diagnóstico de las graves consecuencias que tiene el desempleo y la precariedad, dos caras de la moneda de la organización actual del trabajo, para la sociedad.

Publicaciones periódicas

«Trabajo digno para una sociedad decente». (disponible en web a partir del 11 de mayo de 2017)  Noticias Obreras, mayo 2017. Editorial.

«Empleo: ¿qué objetivo social nos planteamos?» Noticias Obreras, marzo 2017. Editorial.

«Iglesia por el trabajo decente» Noticias Obreras, septiembre 2016. Editorial.

«Cristo Obrero» Noticias Obreras, julio 2016. Editorial.

«Repensar el sentido del trabajo» Noticias Obreras, mayo 2016. Editorial.

«Morir en el trabajo: un clamoroso silencio» Noticias Obreras, abril 2016. Editorial.

«Año de la misericordia y trabajo digno» Noticias Obreras, enero 2016. Editorial.

«Trabajo decente, esencial en la vida de las personas» ¡Tú!, mayo 2017. Así lo vemos.

«Trabajo decente para construir humanidad» ¡Tú!, mayo 2016. Así lo vemos.

«Pacto por el empleo decente» ¡Tú!, junio 2015. Así lo vemos.

«Derechos sociales de las familias, derechos familiares de las personas» ¡Tú!, mayo 2015. Así lo vemos.

 «Queremos un trabajo digno» ¡Tú!, febrero 2015. Así lo vemos.

Otros materiales

Audio | Ponencias Cursos de Verano | ¿Por qué y para qué un trabajo decente?

Canción ♫ Trabajo digno para una sociedad decente

Libro | Trabajo y pobreza. Cuando trabajar no es suficiente para vivir dignamente. Ana María Rivas.

Libro | Te ofrecemos todo el día. Orando a Jesús Obrero. Antonio Hernández-Carrillo Lozano.

 

 

Mensaje del papa Francisco al II Congreso internacional sobre Acción Católica

Iglesia, Internacional

Mensaje del papa Francisco al II Congreso internacional sobre Acción Católica

28 abril 2017

Ciudad del Vaticano. Aula del Sínodo, jueves 27 de abril de 2017.

Queridos hermanos y hermanas:

Les saludo con ocasión de la celebración del este Congreso internacional de Acción Católica, que tiene como tema: «Acción Católica es misión con todos y para todos». Me gustaría compartir con ustedes algunas inquietudes y consideraciones.

Carisma – recreación a la luz de Evangelii gaudium

— Históricamente la Acción Católica ha tenido la misión de formar laicos que asuman su responsabilidad en el mundo. Hoy, concretamente, es la formación de discípulos misioneros. Gracias por que han asumido decididamente la Evangelii gaudium como carta magna.

El carisma de la Acción Católica es el carisma de la misma Iglesia encarnada entrañablemente en el hoy y en el aquí de cada Iglesia diocesana que discierne en contemplación y mirada atenta la vida de su pueblo, y busca renovados caminos de evangelización y de misión desde las distintas realidades parroquiales.

La Acción Católica ha tenido tradicionalmente cuatro pilares o patas: la Oración, la Formación, el Sacrificio y el Apostolado. De acuerdo a cada momento de su historia se ha apoyado primero una pata y después las otras. Así, en algún momento, lo más fuerte fue la oración o la formación doctrinal. Dadas las características de este momento el apostolado tiene que ser lo distintivo y es la pata que se apoya primero. Esto no es en desmedro de las otras realidades sino, muy por el contrario, lo que las provoca. El apostolado misionero necesita oración, formación y sacrificio. Esto parece muy claro en Aparecida y la Evangelii gaudium. Hay un dinamismo integrador en la misión.

Formen: ofreciendo un proceso de crecimiento en la fe, un itinerario catequístico permanente orientado a la misión, adecuado a cada realidad, apoyados en la Palabra de Dios, para animar una feliz amistad con Jesús y la experiencia de amor fraterno.

Recen: en esa santa extroversión que pone el corazón en las necesidades del pueblo, en sus angustias, en sus alegrías. Una oración que camine, que los lleve bien lejos. Así evitarán estar mirándose continuamente a sí mismos.

Sacrifíquense: pero no para sentirse más pulcros, sacrificio generoso es el que hace bien a los otros. Ofrezcan su tiempo buscando cómo hacer para que los otros crezcan, ofrezcan lo que hay en los bolsillos compartiendo con los que menos tienen, ofrezcan sacrificadamente el don de la vocación personal para embellecer y hacer crecer la casa común.

Renovar el compromiso evangelizador – diocesaneidad – parroquias

— La misión no es una tarea entre tantas en la Acción Católica, sino que es la tarea. La Acción Católica tiene el carisma de llevar adelante la pastoral de la Iglesia. Si la misión no es su fuerza distintiva se desvirtúa la esencia de la Acción Católica y pierde su razón de ser.

— Es vital renovar y actualizar el compromiso de la Acción Católica para la evangelización, llegando a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, a todas las periferias existenciales, de verdad y no como una simple formulación de principios.

Esto implica replantear sus planes de formación, sus formas de apostolado y hasta su misma oración para que sean esencialmente, y no ocasionalmente, misioneros. Abandonar el viejo criterio: porque siempre se ha hecho así. Hay cosas que han sido realmente muy buenas y meritorias que hoy quedarían fuera de contexto si las quisiéramos repetir.

La Acción Católica tiene que asumir la totalidad de la misión de la Iglesia en generosa pertenencia a la Iglesia diocesana desde la Parroquia.

La misión de la Iglesia universal se actualiza en cada Iglesia particular con su propio color, asimismo la Acción Católica cobra vida auténtica respondiendo y asumiendo como propia la pastoral de cada Iglesia diocesana en su inserción concreta desde las parroquias.

La Acción Católica tiene que ofrecer a la Iglesia diocesana un laicado maduro que sirva con disponibilidad a los proyectos pastorales de cada lugar como un modo de realizar su vocación. Necesitan encarnarse concretamente.

No pueden ser de esos grupos tan universales que no hacen pie en ningún lado, que no responden a nadie y andan buscando lo que más les gusta de cada lugar.

Agentes – Todos sin excepción

Todos los miembros de la Acción Católica son dinámicamente misioneros. Los chicos evangelizan a los chicos, los jóvenes a los jóvenes, los adultos a los adultos, etc. Nada mejor que un par para mostrar que es posible vivir la alegría de la fe.

Eviten caer en la tentación perfeccionista de la eterna preparación para la misión y de los eternos análisis, que cuando se terminan ya pasaron de moda o están desactualizados. El ejemplo es Jesús con los apóstoles: los enviaba con lo que tenían. Después los volvía a reunir y los ayudaba a discernir sobre lo que vivieron.

Que la realidad les vaya marcando el ritmo y dejen que el Espíritu Santo los vaya conduciendo. Él es el maestro interior que va iluminando nuestro obrar cuando vamos libres de presupuestos o condicionamientos. Se aprende a evangelizar evangelizando, como se aprende a rezar rezando si tenemos el corazón bien dispuesto.

Todos pueden misionar aunque todos no puedan salir a la calle o al campo. Es muy importante el lugar que le brindan a las personas mayores que pertenecen desde hace mucho o se incorporan. Si cabe la expresión: pueden ser la sección contemplativa e intercesora dentro de las diferentes secciones de la Acción Católica. Ellos son los que pueden crear el patrimonio de oración y de la gracia para la misión. Del mismo modo los enfermos. Esta oración Dios la escucha con ternura especial. Que todos ellos se sientan parte, se descubran activos y necesarios.

Destinatarios – Todos los hombres y todas las periferias

Es necesario que la Acción Católica esté presente en el mundo político, empresarial, profesional, pero no para creerse los cristianos perfectos y formados sino para servir mejor.

Es imprescindible que la Acción Católica esté en las cárceles, los hospitales, en la calle, las villas, las fábricas. Si no es así, va a ser una institución de exclusivos que no le dice nada a nadie, ni a la misma Iglesia.

Quiero una Acción Católica en este pueblo, la parroquia, en la diócesis, en el país, barrio, en la familia, en el estudio y el trabajo, en lo rural, en los ámbitos propios de la vida. En estos nuevos areópagos es donde se toman decisiones y se construye la cultura.

Agilicen los modos de incorporación. No sean aduana. No pueden ser más restrictivos que la misma Iglesia ni más papistas que el Papa. Abran las puertas, no tomen examen de perfección cristiana porque van a estar promoviendo un fariseísmo hipócrita. Hace falta misericordia activa.

El compromiso que asumen los laicos que se integran a la Acción Católica mira hacia adelante. Es la decisión de trabajar por la construcción del reino. No hay que «burocratizar» esta gracia particular porque la invitación del Señor viene cuando menos lo esperamos; tampoco podemos «sacramentalizar» la oficialización con requisitos que responden a otro ámbito de la vida de la fe y no al del compromiso evangelizador. Todos tienen derecho a ser evangelizadores.

Que la Acción Católica brinde el espacio de contención y de experiencia cristiana a aquellos que se sienten por motivos personales como «cristianos de segunda».

Modo – En medio del pueblo

De los destinatarios depende el modo. Como nos dijo el Concilio y rezamos muchas veces en la Misa: atentos y compartiendo la luchas y esperanzas de los hombres para mostrarles el camino de la salvación. La Acción Católica no puede estar lejos del pueblosino que sale del pueblo y tiene que estar en medio del pueblo. Tienen que popularizar más la Acción Católica. Esto no es una cuestión de imagen sino de veracidad y de carisma. Tampoco es demagogia, sino seguir los pasos del maestro que no le dio asco nada.

Para poder seguir este camino es bueno recibir un baño de pueblo. Compartir la vida de la gente y aprender a descubrir por dónde van sus intereses y sus búsquedas, cuáles son sus anhelos y heridas más profundas; y qué es lo que necesitan de nosotros. Esto es fundamental para no caer en la esterilidad de dar respuestas a preguntas que nadie se hace. Los modos de evangelizar se pueden pensar desde un escritorio pero después de haber andado en medio del pueblo y no al revés.

Una Acción Católica más popular, más encarnada les va a traer problemas, porque van a querer formar parte de la institución personas que aparentemente no están en condiciones: familias en la que los padres no están casados por la iglesia, hombres y mujeres con un pasado o presente difícil pero que luchan, jóvenes desorientados y heridos. Es un desafío a la maternidad eclesial de la Acción Católica; recibir a todos y acompañarlos en al camino de la vida con las cruces que lleven a cuestas.

Todos pueden formar parte desde lo que tienen con lo que pueden.

Para este pueblo concreto se forman. Con este y por este pueblo concreto se reza.

Agudicen la mirada para ver los signos de Dios presentes en la realidad sobre todo en las expresiones de religiosidad popular.Desde ahí podrán comprender más el corazón de los hombres y descubrirán los modos sorprendentes desde los que Dios actúa más allá de nuestros conceptos.

Proyecto – Acción Católica en salida – Pasión por Cristo, pasión por nuestro pueblo

Se han planteado una Acción Católica en salida, y eso es muy bueno porque los ubica en su propio eje. La salida significa apertura, generosidad, encuentro con la realidad más allá de las cuatro paredes de la institución y de las parroquias. Esto significa renunciar a controlar demasiado las cosas y a programar los resultados. Esa libertad, que es fruto del Espíritu Santo, es la que los va a hacer crecer.

El proyecto evangelizador de la Acción Católica tiene que pasar por estos pasos: primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar. Un paso adelante en la salida, encarnados y haciendo camino juntos. Esto, ya es un fruto que se celebra. Contagien la alegría de la fe, que se note la alegría de evangelizar en todas las ocasiones, a tiempo y a destiempo.

No caigan en la tentación del estructuralismo. Sean audaces, no son más fieles a la iglesia porque estén esperando a cada paso que les digan lo que tienen que hacer.

Animen a sus miembros a disfrutar de la misión cuerpo a cuerpo casual o a partir de la acción misionera de la comunidad.

No clericalicen al laicado. Que la aspiración de sus miembros no sea formar parte del sanedrín de las parroquias que rodean al cura sino la pasión por el reino. Pero no se olviden de plantear el tema vocacional con seriedad. Escuela de santidad que pasa necesariamente por descubrir la propia vocación, que no es ser un dirigente o capillero diplomado sino, por sobre todas las cosas: un evangelizador.

Tienen que ser lugar de encuentro para el resto de los carismas institucionales y de movimientos que hay en la iglesia sin miedo a perder identidad. Además, de sus miembros tienen que salir los evangelizadores, catequistas, misioneros, trabajadores sociales que seguirán haciendo crecer a la Iglesia.

Muchas veces se ha dicho que la Acción Católica es el brazo largo de la jerarquía y esto, lejos de ser una prerrogativa que haga mirar al resto por encima del hombro, es una responsabilidad muy grande que implica fidelidad y coherencia a lo que la Iglesia va mostrando en cada momento de la historia sin pretender anclarse en formas pasadas como si fueran las únicas posibles. La fidelidad a la misión exige esa «plasticidad buena» de quien tiene puesto un oído en el pueblo y otro en Dios.

En la publicación: «La Acción católica a luz de la teología Tomista», de 1937, aparece: «¿Acaso la Acción Católica no debe convertirse en Pasión Católica?». La pasión católica, la pasión de la Iglesia es vivir la dulce y confortadora alegría de evangelizar. Esto es lo que necesitamos de la Acción Católica.

Muchas gracias.

Vídeo de la jornada

In memoriam

Iglesia

In memoriam

16 abril 2017

Fernando Díaz Abajo | Al poco de llegar este número a tus manos estaremos celebrando la explosión de Vida que es la Pascua de Resurrección para los cristianos. ¡Cristo ha resucitado!, y la muerte –todas las muertes– han sido vencidas. La última palabra sobre nuestra vida la pronuncia Dios, y ésta es siempre una palabra de Vida y Esperanza, con mayúsculas.

Una Vida y una Esperanza que, antes, se han sembrado, para dar fruto y engendrar vida. No hay Resurrección sin pasar por la Cruz y la Pasión. No la hay sino traspasando y venciendo la propia muerte.

Sembrada para germinar en Vida resucitada fue la existencia de Antonio Suárez, antiguo y querido militante de Sevilla, de los primeros tiempos, ferroviario, comunista, militante, catequista, padre y esposo y, sobre todo, un hombre atrapado por el amor entrañable de Dios.

De él se decía en su despedida que ejerció de perdedor durante toda su vida, alineándose con los perdedores, aunque no perdió ningún tren, y ayudó a muchas y muchos a no desaprovechar las oportunidades que se nos presentan de arrimar el hombro para construir un mundo más justo y solidario.

La despedida de Antonio Suárez, que falleció el pasado 22 de diciembre, fue toda una invitación a tener esperanza en que otro mundo es posible y a que la Iglesia, como él decía, «no insista tanto en consolar a los afligidos y aflija a los que desconsuelan».

Dos días después, justo 94 años después de su bautismo, fallecía Antonia Berges, «Antoñita», que tuvo el privilegio de conocer la HOAC de la mano de Guillermo Rovirosa, a quien acompañó en el momento de su muerte, que siguió acompañando la vida de la HOAC de Madrid durante tantos años, incluso telefónicamente, cuando ya apenas salía de casa, y de toda la HOAC, que siempre estuvo presente en su oración. Otra vida sembrada, por amor.

En la Eucaristía de Acción de Gracias por su vida solo se oían motivos de gratitud –de quienes la conocían desde siempre, y de quienes la trataron al final– por la alegre y serena esperanza compartida y sembrada de una militante obrera, que fio toda su existencia a la misericordia entrañable de Dios.

Antoñita nos ha regalado su vida… y el pequeño crucifijo que llevaba en el bolso y ofreció a besar a Rovirosa cuando éste pidió uno en el momento de su muerte. Lo conservaba como un tesoro. Como un tesoro lo hemos recibido.

La HOAC se hace así: con hombres y mujeres buenos que se dejan sembrar por Dios. Así era Pepe Bueno, sacerdote, consiliario que se nos fue, sin hacer ruido, en Majadahonda, una semana antes de terminar el mes de enero: bueno de nombre y de corazón; de esos que nos dice el Evangelio que verán a Dios. Pepe lo vio a lo largo de su vida y ayudó a que lo vieran militantes y consiliarios de varias generaciones por tierras de Castilla. La última conversación con él fue un momento de gracia. Aunque ya la vista no le ayudaba a leer Noticias Obreras, a la que seguía suscrito, seguía utilizándolo para que quienes podían ver mejor se lo pudieran leer.

El 19 de febrero se iba definitivamente con el Padre nuestra hermana Amelia Peral, militante de Elche. Tenía 88 años. Era una mujer fuerte y con una vida repleta de experiencias que siempre vivió acercándose a Dios, bien para apoyarse en Él, bien para agradecerle cada día. Con una clara conciencia como mujer cristiana y obrera mantuvo su compromiso hoacista a lo largo de toda su vida. Vivió su militancia siempre desde la sencillez, desde lo que la vida le iba presentando: su familia, su equipo, sus vecinas, la parroquia… Amaba profundamente a la HOAC a la que perteneció siempre, y se enorgullecía de haber conocido a Rovirosa. Hasta que la enfermedad se lo impidió se reunía semanalmente con su equipo, y cuando no pudo hacer otra cosa, rezaba. Rezaba por nosotros, por sus hijos, por la HOAC, por los obreros… Amelia siempre rezaba y creía firmemente en la eficacia de su oración. Por eso la recordamos con una que nos enseñó y que nos hacía repetir en cada reunión:

Ven Espíritu Santo, renueva los corazones de tus fieles, enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu y se renovará la faz de la Tierra.

Gracias, Padre, por la vida de Amelia, de Pepe, de Antoñita, de Antonio, de tantos militantes fallecidos en el campo de honor del trabajo y de la lucha, que alfombran de esperanza el camino que ahora, con ellos, recorremos. ¡Hasta mañana en el altar, en la vida resucitada!

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Semana Santa: la lógica del don

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Semana Santa: la lógica del don

12 abril 2017

Jesús Espeja | Si bien para muchos, Semana Santa es tiempo de vacaciones cortas pero sabrosas, al margen de toda celebración religiosa, para otros muchos, agrupados en cofradías, son días en que se manifiesta una religiosidad exuberante. Mientras, en las parroquias se celebran con devoción los oficios litúrgicos del triduo pascual.

Pero, en el fondo de estas conductas cabe formular un interrogante: ¿qué significado tiene para unos y otros la muerte y la resurrección de Jesús? Puede ser que algunos bautizados se desentiendan de la celebración religiosa, porque ya no les dice nada, que otros se queden solo en manifestaciones grandiosas de multitudes y de colorido. Pero, ¿qué sentido damos a nuestras celebraciones del triduo pascual en nuestras comunidades?

Casi de modo espontáneo, nos imaginamos una divinidad airada por nuestros pecados e interpretamos la muerte de Jesucristo como el precio para reparar ese honor ofendido. Pero ni siquiera nos fiamos de esa reparación y, por eso, imploramos una y otra vez: «perdón a tu pueblo, Señor, no estés eternamente enojado». Estamos funcionando con una imagen de la divinidad creada por nosotros, que cabe dentro de nuestras cabezas y, en consecuencia, es falsa. En vez de inspirar confianza, esa imagen de la divinidad infunde pánico y hace que vivamos como esclavos.

Interpretamos la muerte de Jesús en la lógica de la comercialización: muriendo en la cruz canceló la deuda que teníamos con Dios y la resurrección es como un milagro hecho por la divinidad para decirnos que el camino seguido por Jesús de Nazaret es el bueno. Así concluimos que lo fundamental en nuestra conducta es sufrir como Jesús para conseguir el cielo.

Esa visión de la divinidad nada tiene que ver con la revelación de Dios en Jesucristo: es Abba, ternura infinita; no sabe más que amar. ¿No hemos celebrado esta condición de Dios en el Año de la misericordia? Según la fe cristiana, es el Padre misericordioso quien, amándonos incluso cuando somos pecadores, en la conducta histórica de Jesucristo inspirada, nos abraza con amor y nos abre un camino de salvación o plena realización de nuestra humanidad.

En la última cena, simbolizando su vida y su muerte, Dios mismo se da como vida: «tomad y comed». Cuando Jesús curaba enfermos, comía con los pobres, y hacía suya la justa causa de los excluidos, el Dios de la vida estaba venciendo a la muerte. Y esa victoria se manifestó definitivamente cuando en la cruz entregando por amor la propia vida, la humanidad de Jesucristo fue totalmente permeable a la presencia de Dios capaz de dar vida a los muertos.

En la Semana Santa celebramos, no lo que nosotros pagamos a Dios para que nos perdone, sino el amor entrañable de Dios que nos ama incluso cuando somos pecadores. Celebramos un amor que precede con la lógica del don o gratuidad. Buen correctivo para nuestras vidas que fácilmente se deshumanizan en la lógica comercialista del mercado.

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La revolución silenciosa del papa Francisco

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La revolución silenciosa del papa Francisco

04 abril 2017

Pepe Carmona, militante de la HOAC Orihuela-Alicante.

El pasado día 13 de marzo se cumplieron cuatro años de la elección como Papa del cardenal Jorge M. Bergoglio, para todos el papa Francisco. Con motivo del cuarto aniversario de su elección como Obispo de Roma se ha escrito mucho y de variado signo.

Desde el principio de su pontificado sabemos que en el interior de la Iglesia hay, junto a tanta gente que mira sus gestos y sus palabras con esperanza, grupos de presión que no cesan de poner impedimentos a su tarea pastoral y a cualquier posicionamiento aperturista en el sentido de, sin renunciar a la ortodoxia, hacer primar la misericordia sobre el rigorismo. Esta situación, esperanza en mucha gente y trabas por parte de grupos minoritarios pero muy poderosos, es algo conocido.

Sí queremos pararnos a reflexionar sobre dos grupos de personas que, tanto al interior como fuera de la Iglesia, creen que el Papa va muy despacio en sus reformas o, por el contrario, creen que todo se trata de un «postureo» de cara a la galería pero que, en el fondo, todo sigue igual.

Aunque ambas posturas se dan dentro como fuera de la Iglesia, es más fácil identificar el grupo de los descontentos por la lentitud en ambientes eclesiales. Los escépticos suelen encontrase más bien fuera de esos ámbitos. A los que se quejan de lentitud, tal vez sería adecuado recordarles que los tiempos de Dios no son los nuestros. Y a los que creen que en las actitudes de Francisco no hay más que una simple operación de de marketing, como la mayoría se mueven en ambientes laicos, no estaría de más recordarles que una cosa es el dogma y otra muy distinta la pastoral de la misericordia.

Esta es en la que Francisco se quiere apoyar para introducir cambios en la disciplina eclesiástica que permitan, sin renunciar a la verdad del Evangelio, una actitud más acogedora con colectivos hasta ahora no suficientemente comprendidos en la Iglesia en razón de sus tendencias sexuales o de estado de vida. En definitiva de la acogida y el trato pastoral en la Iglesia a los homosexuales o a los divorciados y vueltos a casar civilmente.

Quienes piensen que la Iglesia va a modificar, desde la óptica de la ortodoxia, su posición teológica sobre al aborto o el divorcio como se ha podido leer a más de un comentarista laico a raíz del cuarto aniversario del pontificado de Francisco, demuestran que no conocen nada de la misma.

Para los impacientes, y a ellos va dirigida especialmente esta reflexión, bueno será hacerles caer en la cuenta de que Francisco desde el inicio de su pontificado ha venido insistiendo en una idea que, de plasmarse definitivamente en la vida de la Iglesia, supondrá un cambio de imprevisibles resultados.

En su Exhortación Apostólica La alegría del Evangelio, Francisco insiste hasta cuatro veces en una idea que podríamos resumir en una sola palabra «descentralización».

La primera es en el punto 16 de la exhortación, donde leemos literalmente «tampoco creo que deba esperarse del magisterio papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo. No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido percibo la necesidad de avanzar en una saludable descentralización».

En el punto 32, dedicado a la necesidad de conversión del papado en el contexto global de la renovación eclesial, nos dirá que «una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera».

Abundará en la misma idea en el punto 51 cuando nos dice que «no es función del Papa ofrecer un análisis detallado y completo sobre la realidad contemporánea, pero aliento a todas las comunidades a una siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos».

Y finalmente en el punto 184, inmerso en la cuarta parte de la exhortación donde Francisco trata de explicar la dimensión social de la evangelización, nos dirá que «ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio en la interpretación de la realidad social o en la propuesta de soluciones para los problemas contemporáneos. Puedo repetir aquí lo que lúcidamente indicaba Pablo VI: “Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única, como también proponer una solución con valor universal. No es este nuestro propósito ni tampoco nuestra misión. Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país”».

Podemos resumir lo que el Papa nos quiere transmitir en la siguiente frase: Se debe avanzar en una saludable descentralización porque lo contrario complica la vida y la dinámica misionera de la Iglesia; desde esa dinámica misionera, las comunidades han de estar en un constante estudio de los signos de los tiempos, analizando con objetividad sus propias situaciones.

Esta frase que resume las cuatro citas de La alegría del Evangelionos ponen en situación de comprender por qué afirmábamos antes que, de plasmarse la idea de Francisco, estaríamos a las puertas de una revolución en la Iglesia.

Porque Francisco quiere recuperar la tradición tímidamente iniciada por Pablo VI al instituir el Sínodo de Obispos y que los pontificados posteriores cortaron de raíz volviendo a un centralismo que complicaba la dinámica misionera de la Iglesia.

Francisco ha querido iniciar su magisterio recuperando la sinodalidad, y prueba de ello han sido los dos sínodos, uno extraordinario en 2014 y otro ordinario en 2015, dedicados al tema de la familia en la comunidad eclesial y en el mundo.

Y además el Papa ha publicado una exhortación postsinodal, la Exhortación Apostólica La alegría del Evangelio, que, como dice el propio Francisco en el punto 4 de la misma, ha querido «recoger las aportaciones de los dos recientes sínodos sobre la familia…», y por primera vez en la historia viene acompañada de una consulta por partida doble a todo el pueblo de Dios, a toda la Iglesia.

No hace falta ser una lumbrera para intuir que si se profundiza en la descentralización, potenciando la colegialidad episcopal, la sinodalidad y la consulta a toda la Iglesia, estaremos ante una revolución de signo copernicano. Y además sin ruido, de una forma discreta y silenciosa.

«Un pueblo según el corazón de Dios»

Colaboraciones, Iglesia

«Un pueblo según el corazón de Dios»

27 marzo 2017

Jesús Espeja | El 24 de marzo de 1980 fue asesinado el obispo de San Salvador, Oscar A. Romero. Tuve la suerte de vivir muy de cerca la trayectoria de este mártir que sigue siendo referencia no solo para los cristianos de América Latina sino para todos aquellos que, sin tapujos, se abren al Evangelio. El título que doy a esta reflexión sugiere la entraña de su testimonio. Suyas son también las frases que siguen y van entre comillas.

1. «Creo en Dios Padre». Jesús de Nazaret no es controlable fuera de su apasionamiento por la llegada del Reino de Dios: fraternidad, organización social en justicia que solo es verdaderamente justa cuando se inspira en la misericordia. El Dios del reino «tiene un proyecto para la felicidad de los pueblos, e interviene para realizarlo tomando la iniciativa»; «es el Dios viviente y quiere que los hombres vivan en la verdad, destruyendo a los ídolos de la muerte y de la destrucción».

2. «La dignidad humana ante todo». Desde sus primeros pasos como arzobispo, sencillo y profundo creyente, predica un imperativo central: «la Iglesia tiene que defender la imagen de Dios en el hombre». El cristianismo es «un mirar a Dios, y desde Dios mirar al prójimo como hermano, y sentir que todo lo que hiciéramos a uno de éstos, a mí me lo hicisteis». En ese imperativo insiste una y otra vez: «este es el pensamiento fundamental de mi predicación; nada me importa tanto como la vida del hombre». Por eso no acepta «secuestros, asesinatos o amenazas; la sangre y la muerte están más allá de toda política, tocan el corazón mismo de Dios». La comunidad cristiana «tiene por misión alentar los procesos tendientes a la unidad que trata de buscar una mayor justicia y respetar los derechos humanos más fundamentales; la dignidad humana ante todo». En esa mística brotaba el ruego a las autoridades políticas que autorizaban o encubrían las masacres de los pobres campesinos: «¡Cese la represión!».

3. «El último criterio teológico e histórico para la actuación de la Iglesia en el terreno político es el mundo de los pobres; que ellos vean hoy en la Iglesia una fuente de esperanza y un poyo a su noble lucha por la liberación». Un año antes de su martirio, el arzobispo salvadoreño decía: «en vísperas del acontecimiento de Puebla, cuando se va a reunir en torno al Papa la Iglesia latinoamericana, cuando se va a realizar lo que significa evangelizar hoy en América Latina, el Salvador puede ofrecer nuevamente sus últimos cinco mártires, cuya sangre está todavía fresca, pues acaban de ofrecer sus vida en el seguimiento de Jesús. Puebla ve en nuestros mártires qué es lo que se significa evangelizar en nuestro continente».

Cuando un mártir rubrica su testimonio con la propia sangre no necesita procesos para ser canonizado. Aunque tiene sentido que la Iglesia oficialmente proclame la santidad de este obispo como signo profético para la nueva evangelización no solo en América latina sino en todo el mundo.

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2º Domingo de Cuaresma (12 de marzo de 2017)

Iglesia

2º Domingo de Cuaresma (12 de marzo de 2017)

09 marzo 2017

En una cultura frecuentemente dominada por la técnica, se multiplican las formas de tristeza y soledad en las que caen las personas, entre ellas muchos jóvenes. En efecto, el futuro parece estar en manos de la incertidumbre que impide tener estabilidad. De ahí surgen a menudo sentimientos de melancolía, tristeza y aburrimiento que lentamente pueden conducir a la desesperación. Se necesitan testigos de la esperanza y de la verdadera alegría para deshacer las quimeras que prometen una felicidad fácil con paraísos artificiales. El vacío profundo de muchos puede ser colmado por la esperanza que llevamos en el corazón y por la alegría que brota de ella. Hay mucha necesidad de reconocer la alegría que se revela en el corazón que ha sido tocado por la misericordia. Hagamos nuestras, por tanto, las palabras del Apóstol: «Estad siempre alegres en el Señor» (Francisco, Misericordia et Mísera 3).

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