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Gonzalo Ruiz: “Un empleo digno es fundamental para que la persona se sienta útil y plenamente integrada en la sociedad”

Mundo obrero y del trabajo

Gonzalo Ruiz: “Un empleo digno es fundamental para que la persona se sienta útil y plenamente integrada en la sociedad”

08 octubre 2020

Entrevista de Gonzalo Ruiz, presidente de la HOAC. Por José Manuel Vidal, director de Religión Digital.

Entrevistamos al presidente de la HOAC, Gonzalo Ruiz, en el marco de las reivindicaciones por un trabajo decente lideradas por movimientos de trabajadores católicos. “La pandemia ha venido a empeorar más aún la situación de precariedad e inestabilidad de cientos de miles de trabajadores y trabajadoras”, resume Ruiz. Que valora que el discurso de Francisco, las tres “T”, está gestando una conciencia que defiende con más fuerza la necesaria dignidad del trabajo.

¿Dónde queda con la pandemia el trabajo decente?

La llegada de la pandemia ha puesto el foco en la situación de los trabajadores y trabajadoras con empleos más precarios e inestables. Ha venido a agravar y agudizar las malas condiciones de vida y trabajo de muchos trabajadores y trabajadoras, no solo empeorando sus condiciones de trabajo, ha acrecentado además notablemente la inestabilidad e incertidumbre en el puesto de trabajo. Al mismo tiempo ha dejado en una situación muy difícil, dramática en muchos casos, a los trabajadores y trabajadoras de la economía sumergida. Es decir la pandemia ha venido a empeorar más aún la situación de precariedad e inestabilidad de cientos de miles de trabajadores y trabajadoras.

¿El coronavirus tapa o justifica una mayor precariedad?

La situación generada por el COVID-19 está suponiendo un nuevo ajuste en las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras, y este normalmente consiste en empeorar las condiciones laborales, en acelerar la puesta en marcha de la digitalización, del teletrabajo con medidas que lejos de mejorar y favorecer las condiciones de trabajo las hacen más difíciles para la vida del trabajador, dificultando la vida personal, difuminando la separación entre vida familiar y vida laboral, empeorando en muchos casos la conciliación entre vida familiar y vida laboral. En torno a 900.000 trabajadores siguen afectados por ERTE en nuestro país.

Hace años que la HOAC viene reflexionando sobre el trabajo precario. ¿Hay salida para esta situación de precariedad que se perpetúa? ¿Cómo?

Efectivamente, la HOAC venimos reflexionando desde hace muchos años sobre el trabajo precario, la economía sumergida, sobre la necesidad del reparto del trabajo, de poner las condiciones para la creación de empleo digno porque entendemos que tener o no tener empleo, un empleo digno, es fundamental para que la persona se sienta útil y plenamente integrada en la sociedad. San Juan Pablo II decía que “el trabajo es el elemento central de la cuestión social”, el papa Francisco ha hecho de la defensa del trabajo digno, de la imperiosa necesidad de que el trabajador tenga un empleo, “de ganarse el pan”, un elemento esencial de su pontificado, “no os dejéis robar la esperanza” suele decir, refiriéndose a los trabajadores que pierden su empleo.

Para que el trabajo sea digno hay que colocar en el centro de la vida social y económica a la persona, tal y como recoge la Doctrina Social de la Iglesia. Para nosotros, el problema no es que haya malas condiciones de trabajo, es que hay malas condiciones para ser personas. Solo colocando a la persona en el centro, siendo sus necesidades personales familiares y sociales las que han de tenerse en cuenta a la hora de crear un trabajo digno, tal como recoge Benedicto XVI en Caritas in veritate. Hay ejemplos cada vez más abundantes en la economía social y solidaria, en las cooperativas, en la economía de comunión…

¿Esa salida no necesita un cambio de sistema económico, como acaba de decir el Papa?

Dentro del sistema económico en el que vivimos, se hace difícil la creación de trabajo decente, porque el principio en el que se fundamenta está en la ganancia y el ánimo de lucro por encima de todo, la persona es un elemento más de los que intervienen en la producción. El capital, cada vez más, quiere a individuos dispuestos a trabajar en cualquier momento, tiempo y lugar, sin importarle para nada la situación personal del trabajador, la familia, el arraigo social… La dimensión social corporativa en muchas empresas ha desaparecido.

Por ello como dice el papa Francisco es necesario construir un sistema alternativo, porque “este sistema mata”. Para ello se necesitan hombres y mujeres que vivan y promuevan los valores del Evangelio en la sociedad y en las empresas, una tarea nada fácil, que requiere un largo caminar, pero que como cristianos hemos de impulsar y animar. De ahí todas las iniciativas que desde el Vaticano se están impulsando. Tenemos que impulsar proyectos que promuevan una economía social y solidaria donde todos estos valores sean el centro de la actividad económica y de las relaciones laborales.

¿El movimiento por el trabajo decente se está extendiendo casi tanto como el de la ecología o el feminismo o todavía le queda recorrido para llegar a esas cotas?

El recorrido de esta iniciativa en la Iglesia española aún es corto, seis años, pero en el tiempo transcurrido su extensión está siendo muy importante en la gran mayoría de las diócesis españolas. Lo que empezó siendo un gesto con motivo de la jornada mundial por el trabajo decente, se ha ido convirtiendo en un conjunto de actividades y actos que se vienen celebrando en torno a esa fecha, y que además se ha extendido a la celebración del 8 de marzo y al 1º de Mayo. Evidentemente hay aún mucho camino por recorrer, es muy importante que todos los creyentes tomemos conciencia del lugar central que ocupa en la vida de las personas, tener o no tener trabajo, que este sea decente, para poder vivir una vida digna. Que vaya calando en la Iglesia la importancia de defender y promover el trabajo decente en la sociedad y en las instituciones eclesiales.

¿La iniciativa Iglesia por un trabajo decente sigue siendo un revulsivo en ese sentido?

Las entidades promotoras de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente coordinan animan e impulsan la realización de las distintas actividades, pero es en cada realidad diocesana donde diseñan y planifican las distintas convocatorias que se realizan. Siendo cada vez más numerosos los colectivos, parroquias y organizaciones eclesiales que se suman a la iniciativa. La realidad es muy diversa, hay diócesis en la que organizan gran cantidad de actos y gestos y otras donde se suelen concentrar en un único acto o gesto. Este año bajo el lema “Nos movemos por el trabajo decente” queremos seguir luchando, alzando nuestra voz y concienciando a nuestra sociedad sobre este problema que afecta al mundo del trabajo. Creemos que esta tarea junto a las personas que sufren estas situaciones, es una posibilidad, una oportunidad para humanizarnos y ser mejores personas.

¿El Papa Francisco es un buen aliado en esta lucha por el trabajo decente?

El papa Francisco ha hecho de la defensa del trabajo decente, de la defensa de una vida digna para los trabajadores y trabajadoras, de la denuncia de las condiciones de miseria y pobreza de la inmensa mayoría de los trabajadores y trabajadoras del mundo, uno de los ejes fundamentales de su pontificado. El papa Francisco es un referente, con sus gestos, actos y denuncias nos muestra el camino a seguir en nuestra tarea apostólica. Nos sentimos acompañados, acogidos e impulsados en nuestra encarnación en el mundo obrero y del trabajo.

¿Qué pide al Gobierno (de izquierdas) que tenemos en el país respecto al trabajo decente?

La actuación del gobierno con respecto al trabajo está siendo positiva, pero insuficiente. Es necesario que las Administraciones Públicas den ejemplo en la creación de trabajo decente. Es inconcebible que siga habiendo tan alto índice de precariedad en muchos trabajadores y trabajadoras de la sanidad, la enseñanza, los servicios sociales… La escasez de sanitarios tiene su origen sobre todo en la falta de estabilidad en el puesto de trabajo, en la incertidumbre profesional, en los bajos salarios. Por ello el gobierno debe legislar, para que no sea posible fomentar la precariedad desde las Administraciones Públicas.

El ingreso mínimo vital es una iniciativa magnífica, que sin embargo no está llegando a cientos de miles de trabajadores y trabajadoras en situación extrema, debido a una maraña burocrática que hace muy difícil socorrer con eficacia y prontitud las necesidades de estar personas, ahondando en su indefensión y estado de abandono. Paliado en parte al ser socorridos y acogidos por la solidaridad ciudadana y las organizaciones sociales y eclesiales de acción caritativa y solidaria.

Además, hay colectivos de trabajadoras que están soportando situaciones muy precarias o sin redes de protección social como las empleadas del hogar. Y trabajadores que sufren condiciones indecentes, como es el caso de “los temporeros”, o, la necesidad de una regularización administrativa de muchos trabajadores migrantes…

Finalmente, una apuesta decidida por el trabajo decente pasa necesariamente por modificar muchos aspectos de la actual legislación laboral, tantas veces impuesta desde la lógica económica del lucro y la rentabilidad. Necesitamos una reforma estructural de las relaciones laborales orientada, en un proyecto de país, que potencia y promueve el trabajo decente frente a la estructural precariedad laboral que solo genera empobrecimiento y exclusión. Son cuestiones esenciales que debe y puede atender el Gobierno.

¿Y a la jerarquía de la Iglesia? ¿No debería denunciar con más fuerza el trabajo precario e indecente?

La Iglesia además de denunciar el trabajo precario e indecente, debe alentar y promover buenas prácticas laborales en las diversas organizaciones eclesiales, colegios, universidad, organizaciones diocesanas, patronatos…Tenemos que predicar con el ejemplo, las buenas prácticas es el mejor camino para crecer en coherencia y credibilidad. Pues como decía Pablo VI: “Para la Iglesia no se trata solamente de predicar el Evangelio…, sino de alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio…”.

28º Domingo del Tiempo Ordinario (11 de octubre)

Iglesia

28º Domingo del Tiempo Ordinario (11 de octubre)

08 octubre 2020

La invitación de Dios se nos ofrece hoy entre otras muchas. Una invitación que debemos saber percibir, distinguir y acoger en medio de los trabajos y las luchas, las penas y las alegrías de cada día. También la que Dios nos ofrece en los cruces de los caminos y las periferias por parte de los pobres y las personas sencillas que quizá están escuchando con gozo esa invitación. Una invitación que en nuestra vida creyente no puede ser una más entre otras tantas.

Necesitamos aprender a responder a la llamada, porque si perdemos la capacidad de responder, terminamos por desentendernos de todo y vivir encerrados en nuestro propio criterio. Necesitamos aprender a disfrutar de Dios. Necesitamos aprender a disfrutar la Buena Noticia para poder repartirla a todos.

 

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Un lugar común para la justicia social: el trabajo decente

Mundo obrero y del trabajo

Un lugar común para la justicia social: el trabajo decente

07 octubre 2020

La Jornada Mundial por el Trabajo Decente, que se celebra alrededor del 7 de octubre, vuelve a convocar a instituciones, organizaciones del mundo del trabajo y a entidades de inspiración católica en la exigencia de trabajo decente. 

Esta jornada fue constituida en el congreso fundacional de la Confederación Sindical Internacional (CSI), que agrupa a sindicatos nacionales y federaciones mundiales representando a más de doscientos millones de trabajadores y trabajadoras. Siendo secretario general Guy Ryder, actual director general de la OIT, en aquel congreso histórico, se aprobó poner en marcha una jornada de acción mundial para «fortalecer la lucha internacional por los derechos de los trabajadores y contra la pobreza». Desde el año 2006, el 7 de octubre -o alrededor de este día- se realiza en todo el mundo decenas de convocatorias en torno a un lugar común y a un mismo grito: Trabajo decente para todos y en todo lugar.

Aunque el recorrido histórico sobre el concepto de trabajo decente viene de antes. De hecho, nace en el seno de la OIT -agencia tripartita de la ONU-, en el año 1998 para sintetizar las aspiraciones de las personas trabajadoras durante su vida laboral. Es decir, la oportunidad de tener un empleo, con un ingreso justo, seguro, con protección social y perspectivas de desarrollo personal e integración social, que garantice poder expresar opiniones, la organización y la participación en las decisiones que afectan a la vida de cada uno, y la igualdad de oportunidades y trato para todos. La Iglesia universal, de la mano de san Juan Pablo II -que ya había escrito la encíclica Laborem exercens (1981), sobre el trabajo humano-, lanzó un llamamiento, en el año 2000, para apoyar “una coalición mundial a favor del trabajo decente” y la necesidad de “globalizar la solidaridad”, sumándose a esta exigencia de justicia social. Sobre el concepto de trabajo decente también se expreso el papa Benedicto XVI, en 2009: “un trabajo que (…) sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que (…) haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; que permita satisfacer las necesidades de las familias; (…) que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; (…) que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación” (Cfr. Caritas in veritate, 63).

Iglesia por el Trabajo Decente

En esta perspectiva, miembros de organizaciones de inspiración católica, entre las que se encontraba el Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos, se reunieron en Roma (2013) con la Santa Sede y la OIT, con el objetivo de impulsar  el “trabajo decente para todas las personas” entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible. De aquel hilo, el compromiso se trasladar a España (mayo de 2015) cuando representantes de las organizaciones de ámbito eclesial: Justicia y Paz, Cáritas, CONFER, JEC, JOC y HOAC, acuerdan poner en marcha la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) para sumar sinergias y promover la defensa del trabajo decente, visibilizar y denunciar la situación de indecencia que hoy se sufre en el mundo del trabajo. La sed de trabajo decente hace crecer las adhesiones a la iniciativa y los relatos que construye, además de abrir modestos espacios en los medios de comunicación, genera dinámicas reivindicativas y celebrativas, con el protagonismo de pueblo de Dios en salida.

Criterio de justicia social, y de desarrollo humano integral y sostenible

La exigencia por el trabajo (libre, creativo, participativo y solidario) respetuoso con la dignidad de la persona, necesario para la inclusión social de los pobres, y esencial para el cuidado de la casa común, es también una insistencia del papa Francisco. Desde el inicio de su pontificado, expresado en sus principales textos: Evangelii gaudium (EG), Laudato si’ (LS) y, más recientemente, en Fratelli tutti (FT, 127, 162, 168…).  Pero además, en su labor pastoral al acompañar y comprometerse con los trabajadores más humildes y excluidos, organizados en movimientos populares, para reclamar tierra, techo y, sobre todo, trabajo, primer juego de 3T convertido en el criterio de justicia social, en este cambio de época que ya vivimos; y al convocar, escuchar, dialogar y tender puentes con el movimiento sindical mundial y ofrecer un segundo juego de 3T, trabajo/tradición, tiempo y tecnología, como criterio de desarrollo humano integral (inclusivo y solidario), o en sus visitas pastorales a las diócesis italianas, con continuos encuentros con el mundo del trabajo. En la fábrica de Ilva, lugar de trabajo y de trabajadores, por tanto del pueblo de Dios, exclamó: “el mundo del trabajo es una prioridad humana. Y, por lo tanto, es una prioridad cristiana, una prioridad nuestra, y también una prioridad del Papa”. (Cfr. No os dejéis robar la dignidad).

La jornada mundial por el trabajo decente en la pandemia

En la convocatoria de este año 2020, en medio de una pandemia global que obliga a un tipo de actos más creativos, los llamamientos de esta jornada se sitúan en demandar “un nuevo contrato social para asegurar que la economía mundial pueda recuperarse y crear la resiliencia necesaria para afrontar los desafíos convergentes de la pandemia, el cambio climático y la desigualdad”, según indica el manifiesto de la Confederación Sindical Internacional, alertando de los efectos “catastróficos” de la pandemia sobre la salud, el empleo, los ingresos y la igualdad de género, en un mundo “fracturado” por un modelo de “globalización fallido” que ha generado una profunda “desigualdad e inseguridad para la gente trabajadora”.

Por su parte, el Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos, subraya que “el modelo económico necesita una reforma” que pasa por reinventar “un modelo de vida más humano y más justo” y emplaza a responder personalmente y “en nuestros barrios, en nuestras empresas, a nivel sindical y político”. En este sentido, su manifiesto apunta algunas orientaciones a favor de una nueva gestión de los tiempos de trabajo, del cuidado de las personas y de la vida, la lucha contra el acoso laboral, la libre sindicación y el diálogo social, leyes laborales “para el bien común” o  promover “un consumo responsable, ético y solidario”.

Para la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), resulta fundamental “un nuevo sistema productivo que ponga a la persona en el centro, llama a movilizarse contra el aumento de la precariedad provocada por el impacto social de la pandemia y en defensa del trabajo decente y accesible. ITD ha convocado actos en las diócesis del país para reclamar “el reconocimiento social y laboral de los empleos esenciales para la vida, con unas condiciones laborales dignas” y la extensión de la protección social. “Garantizar que el ingreso mínimo vital sea una realidad para las personas que lo necesitan, dotando a las instituciones de los recursos necesarios para su gestión y asegurar la percepción del subsidio extraordinario a las trabajadoras de hogar y que se reconozca su derecho a la prestación por desempleo al igual que para el resto de personas trabajadoras”, y nadie se quede atrás.

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En redes sociales: #JMTD2o y #NosMovemosPorElTrabajoDecente

Opinión | Regulación del Teletrabajo: una norma desde la que pensar en el estatuto de los trabajadores del siglo XXI

Colaboraciones

Opinión | Regulación del Teletrabajo: una norma desde la que pensar en el estatuto de los trabajadores del siglo XXI

06 octubre 2020

Con fecha de 23 de septiembre de 2020 ha aparecido publicado en el Boletín Oficial del Estado el RD-Ley 28/2020, de trabajo a distancia. El profesor Francisco Trillo ya había dedicado un artículo en la revista Noticias Obreras (septiembre de 2020, número 1.631) a valorar el primer borrador, ahora comenta la norma aprobada.

Francisco Trillo | Profesor de Derecho y Trabajo y Seguridad Social.

Se trata de una normativa de sumo interés que aparece en un momento muy oportuno. La evolución de la pandemia en los últimos dos meses y el efecto que sobre la actividad económica y el empleo pueda proyectar el incremento de contagios, así como la posible adopción de nuevas medidas sanitarias, pueden encontrar en el trabajo a distancia, mayormente en el teletrabajo, una herramienta muy útil para garantizar de un modo eficaz la salud pública sin que ello incida negativamente en la actividad económica.

Además, la entrada en vigor de esta norma, en el contexto actual, impide, aunque con los matices que se apuntarán más adelante, la imprevisión y desprotección a la que se vieron expuestas las personas trabajadoras a partir del mes de marzo de este año cuando, a propuesta de la Ministra de Trabajo, se aprobó el RD-Ley 8/2020, cuyo art. 5 establecía la preferencia por el trabajo a distancia, localizada mayoritariamente en la modalidad de teletrabajo. La falta de experiencia en la implantación del teletrabajo antes de marzo jugó en detrimento de muchos derechos de ciudadanía, la mayoría de ellos relacionados con el trabajo. La seguridad y salud en el trabajo y la conciliación de la vida personal, familiar y laboral han sido los más afectados por tal situación, pese a los esfuerzos adoptados en relación con estos mismos derechos en otros ámbitos de la normativa laboral. La presencia del RD-Ley 28/2020 en el ordenamiento jurídico español introduce, por tanto, ofrece seguridad jurídica a las personas trabajadoras que, por un motivo u otro, realicen su prestación de trabajo bajo la modalidad del trabajo a distancia. Una reivindicación de las personas trabajadoras y de las organizaciones sindicales que las representan que consigue alcanzar el oportuno reconocimiento político y jurídico.

Con carácter previo al análisis más detallado de la norma que regula el trabajo a distancia, se deben advertir algunas cuestiones generales que nos resultan importantes.

Trabajo a distancia y pandemia

La primera de ellas, el sentido casi premonitorio del RD-Ley 28/2020 sobre la necesidad y funcionalidad del trabajo a distancia en un contexto de incremento progresivo de contagios, donde como ya sucediera a partir de marzo hace compatible, “donde sea técnica y razonablemente posible”, el derecho a la salud pública con el mantenimiento de la actividad económica y del empleo. Cuestión distinta es el uso que se haga de esta normativa en los diferentes sectores económicos y empresas, así como el desigual impulso político que pueda obtener esta imprescindible medida laboral en las diferentes CCAA con ocasión de la compleja coyuntura política en la que nos encontramos.

Permanece la incógnita, sin embargo, de si el trabajo a distancia, más concretamente el teletrabajo, tendrá un desarrollo que trascienda los momentos sanitarios más críticos. Y ello, pese a que como bien señala la Exposición de Motivos del RD-Ley 28/2020 existen muy buenas razones para que la implantación generalizada del teletrabajo, con las cautelas suficientes, sea haga realidad más allá de los tiempos pandémicos. Desde el favorecimiento de necesidades y derechos propiamente laborales como “la flexibilidad de las empresas en la organización el trabajo”, “las oportunidades de empleo” u “optimizar de la relación entre tiempo de trabajo y vida personal y familiar”, hasta el impulso de derechos de ciudadanía, que aunque ligados al trabajo no tienen lugar propiamente durante el desarrollo de la producción de bienes y servicios, como ocurre con el derecho a una ciudad o pueblo saludable (“Esta norma ha de servir para hacer factible la oportunidad de revertir la despoblación, de acuerdo con las características de los territorios que sufren el declive demográfico, como zonas rurales y remotas, o pequeños municipios”). Objetivo este último, evitar la superpoblación de urbes, que los científicos han señalado como uno de los desencadenantes más importantes del (des)control de la pandemia.

La producción normativa y el Diálogo Social

La segunda cuestión de carácter general tiene que ver con el proceso novedoso de creación de la normativa laboral en el que el Diálogo Social resulta el encargado de elaborar y elevar un texto normativo, una vez aprobado en Consejo de Ministros despliega sus efectos jurídicos, al Parlamento para desarrollar el correspondiente debate político y, en su caso, convalidar en Ley la norma de urgencia. Se trata, sin dudas, de una etapa donde se depositan grandes expectativas -y confianza- en la capacidad de creación normativa por parte de los agentes sociales, donde el Parlamento debate la convalidación de la norma de urgencia sobre la base de la propuesta en vigor, en nuestro caso, del trabajo a distancia.

Un enérgico cambio de rumbo en la forma con la que históricamente se ha legislado en tiempos de crisis, donde el Real Decreto-Ley no se presenta más a las personas trabajadoras como un cauce normativo autoritario y extremadamente agresivo de sus derechos laborales individuales y colectivos, sino por el contrario como el vehículo que expresa el consenso alcanzado entre los agentes sociales con la mediación del Gobierno. Con ello, se carga al sindicalismo confederal y a las organizaciones empresariales de la responsabilidad de intervenir directamente desde el punto de vista normativo más allá de acción de la negociación colectiva, reforzando el jibarizado principio democrático en el proceso de creación de la normativa laboral cuyo origen sea la extraordinaria y urgente necesidad. En el recuerdo, por contraste, la duración del debate en sede parlamentaria de las más de seiscientas enmiendas presentadas a la reforma del mercado de trabajo de 2012, introducida por el rodillo del Gobierno del Partido Popular.

El ámbito de aplicación del trabajo a distancia

La normativa del trabajo a distancia encuentra como destinataria las relaciones de trabajo subordinado, en las que concurran los requisitos constitutivos del art. 1.1 Estatuto de los Trabajadores, siempre que esta forma de llevar a cabo la prestación se desarrolle en un 30% al menos de forma no presencial en el lugar habitual de trabajo, en el lugar elegido por la persona trabajadora, domicilio o cualquier otro lugar, y que, en el caso del teletrabajo se realice mediante “el uso exclusivo o prevalente de medios y sistemas informáticos, telemáticos y de comunicación”. Porcentaje que la norma computa en un periodo de referencia de tres meses o “el proporcional equivalente en función de la duración del contrato de trabajo”, dando respuesta a situaciones conflictivas que pudieran producirse en relación con las personas trabajadoras cuyo contrato sea de carácter temporal y de corta duración, como señaladamente sucede en materia de duración de la jornada de trabajo. A diferencia de lo contenido en los textos anteriores al que ahora se comenta, la normativa permite que los menores de edad puedan también desarrollar trabajo a distancia, siempre que “se garantice, como mínimo un porcentaje del cincuenta por ciento de prestación de servicios presencial”.

Voluntariedad y reversibilidad: el acuerdo individual de trabajo a distancia

Esta normativa de trabajo a distancia resulta muy respetuosa al reforzar el principio de voluntariedad bilateral y recíproca del acuerdo en esta materia, sustrayendo de la voluntad unilateral del empresario la imposición del trabajo a distancia o, en su caso, de la reversibilidad a través del recurso de la modificación sustancial del lugar de trabajo contenida en el art. 41 ET. En este mismo sentido, se ha previsto que “la negativa de la persona trabajadora a trabajar a distancia, el ejercicio de la reversibilidad al trabajo presencial y las dificultades para el desarrollo adecuado de la actividad laboral a distancia que estén exclusivamente relacionadas con el cambio de una prestación presencial a otra que incluya trabajo a distancia, no serán causas justificativas de la extinción de la relación laboral ni de la modificación sustancial de las condiciones de trabajo”. Al respecto, la reversibilidad del trabajo a distancia, a petición de la persona trabajadora o del empresario, se operará en los términos establecidos en la negociación colectiva, o en su defecto, en los previstos en el acuerdo individual de trabajo a distancia.

En este último supuesto, el acuerdo ha de revestir forma escrita y ha de ser formalizado en el contrato de trabajo inicial o incorporado posteriormente, siempre que el mismo se realice con carácter previo al inicio de la prestación laboral en modalidad a distancia. Además de proporcionar una copia del acuerdo a las personas trabajadoras, a los representantes de los trabajadores y a la oficina de empleo. Ahora bien, no resulta inmodificable el acuerdo de trabajo a distancia individual. Por el contrario, se permite que las partes del contrato de trabajo puedan modificarlo, incluido el porcentaje de presencialidad, para adaptar las necesidades de trabajadores y empresarios a las circunstancias concretas. A este respecto, resultará definitiva la intervención de la negociación colectiva, que tiene la potestad de introducir criterios de reversibilidad distintos al previsto por el art. 8 RD-Ley 28/2020, consistente en una preferencia para la reversibilidad del trabajo a distancia para las personas trabajadoras que desde el inicio de su relación laboral hubieran prestado el trabajo en modalidad a distancia.

El acuerdo de trabajo a distancia debe incorporar una serie de contenidos mínimos, sin perjuicio de los que pudieran ampliarse a través de la negociación colectiva, relacionados con elementos esenciales de la relación de trabajo, como señaladamente ocurre con los equipos y herramientas adecuados para desarrollar la prestación, la cantidad y distribución de la jornada de trabajo y del horario (a distancia y presencial), centro de trabajo de adscripción, lugar de prestación en la modalidad de trabajo a distancia, duración de los plazos de preaviso para operar la reversibilidad o, por mencionar una más, la duración del acuerdo del trabajo a distancia. El contenido mínimo del acuerdo de trabajo a distancia aparece relacionado inmediatamente con el haz de derechos, individuales y colectivos, recogidos por la norma, de los que cabe destacar, en primer lugar, la dotación adecuada de equipos de trabajo y la compensación de gastos; en segundo lugar, el derecho a un horario flexible decidido por la persona trabajadora y al registro horario adecuado; en tercer lugar, la evaluación de riesgos y la planificación de la acción preventiva, así como el derecho a la desconexión digital; en último lugar, los derechos colectivos de las personas trabajadoras a distancia. Todos estos derechos, así como cualesquiera otros atribuidos a la persona trabajadora mediante la negociación colectiva o el acuerdo de trabajo a distancia se encuentran amparados por la protección de los principios de igualdad y de no discriminación, como bien se encarga de recalcar la norma. De este modo, se incorpora el espíritu del Acuerdo Marco Europeo en la materia, dirigido especialmente a evitar que el trabajo a distancia pudiera resultar un acicate de perpetuación de roles entre mujeres y hombres en el reparto entre trabajo productivo y reproductivo.

Negociación colectiva y trabajo a distancia

Con independencia del contenido concreto de los derechos recogidos por la norma, imposible de detallar en este comentario por motivos obvios, se llama la atención al protagonismo que se otorga a la negociación colectiva, tanto en el momento de la determinación de los criterios de reversibilidad, en la fijación de los contenidos del acuerdo de trabajo a distancia, como en la determinación de los derechos de las personas trabajadoras a distancia. La llamada a la negociación colectiva resulta genérica, sin expresar una preferencia por un determinado ámbito de ésta. Sin embargo, puede resultar banal recordarlo, pero no por ello menos importante, el art. 84 ET continúa vigente según la redacción que introdujera la ley 3/2012. Este hecho resulta decisivo a nuestro juicio, al menos por dos motivos. El primero tiene que ver con la pervivencia o continuismo de un modelo normativo laboral que contribuye sensiblemente a la degradación de condiciones de vida y de trabajo, vía dumping social, que favorece un sistema económico-empresarial que se basa en la precariedad como elemento fundamental de obtención del beneficio empresarial sin que existan suficientes correctores de la distribución de la riqueza que aseguren niveles de igualdad material propios de sociedades democráticas avanzadas. El segundo motivo se relaciona con la posible fuga de las garantías establecidas en el RD-Ley 28/2020 dirigidas a impedir el unilateralismo empresarial en el ámbito del trabajo a distancia. Si pervive en este ámbito la preferencia aplicativa del convenio colectivo de ámbito empresarial, podríamos encontramos con situaciones en las que, aunque no sea posible acudir a las modificaciones sustanciales de condiciones de trabajo, se esté operando una alteración unilateral o, al menos, muy descompensada del contenido del acuerdo de trabajo a distancia en aquellos extremos en los que se haya establecido una coordinación entre los niveles sectorial y empresarial de la negociación colectiva.

Se cierra este comentario de urgencia con la reflexión que se propone en el título: ¿podría ser tomada esta norma como premisa a través de la cual pensar un Estatuto de los Trabajadores para el siglo XXI? Sea por el proceso de creación normativo, que por el modo de regulación establecido, a caballo entre la norma heterónoma el acuerdo de trabajo a distancia y la negociación colectiva, como por los contenidos pareciera, en nuestra opinión, que la respuesta debiera ser afirmativa.

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Publicado en el blog de Antonio Baylos.

Sobre el anteproyecto de ley del trabajo a distancia. Este texto analiza con carácter previo la claridad y precisión de la Exposición de Motivos del anteproyecto de ley, que facilita la comprensión de los objetivos perseguidos. Laboral. Noticias Obreras (septiembre de 2020, número 1.631)

 

 

 

 

“No existe peor pobreza que la que priva del trabajo”

Convocatorias, Iglesia, Mundo obrero y del trabajo

“No existe peor pobreza que la que priva del trabajo”

05 octubre 2020

José Luis Segovia, vicario episcopal para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación, ha escrito la siguiente carta ante la Jornada Mundial por el Trabajo Decente (7 de octubre).

“Hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite que pueda ser tratada como un objeto. […] Creada a imagen y semejanza de Dios queda privada de libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño o la construcción física o psicológica: es tratada como un medio y no como un fin” (Fratelli tutti 24). Son palabras incisivas del Papa Francisco en su última encíclica. Resultan de plena aplicación al mundo del trabajo y suponen una invitación a la indignación ética ante el sufrimiento evitable que genera la injusticia (cf. FT 68).

Con motivo de la Jornada por el Trabajo Decente, recordamos como Iglesia que no existe peor pobreza que la que priva del trabajo o lo torna en precario y explotador. Lamentablemente, la crisis del coronavirus no hace sino amplificar la crisis financiera del 2017. Hay que volver a cuestionar un modelo social basado en la competitividad, el individualismo, la absolutización del interés particular y la inequidad. El trabajo ha acabado degradado a mero factor de producción cuyos costes deben de ser minimizados a toda costa. Y se ha fragilizado tanto que ya resulta un sueño hablar de “un trabajo para toda la vida”, aspiración bien generalizada hasta hace poco. Sueldos de miseria, horarios extenuantes, ausencia de contratos o imposibilidad institucionalizada de acceder a ellos por parte de trabajadores extranjeros en situación irregular, dificultades de acceso a saludables prestaciones sociales (IMV), pero hiper burocratizadas y selectivas por la brecha digital, falta de proactividad por parte de la Inspección de Trabajo… son algunas de las realidades que atentan contra la dignidad del trabajo. Éste nos hace, de algún modo, partícipes de la tarea creadora de Dios (que no se reduce a un acto fugaz originante) y nos permite desplegar nuestras capacidades al servicio del prójimo. Sin embargo, lamentablemente, en el estado actual de cosas, disponer de trabajo ya no es la llave segura que abra al disfrute de otros derechos económicos y sociales.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT), estima que pueden quedarse sin empleo en el mundo 25 millones de personas, que se sumarían a las 188 millones de personas que ya no pueden “ganarse el pan”. En España, según bastantes previsiones, vamos a superar holgadamente los 4 millones de desempleados a finales de este año.

En ese contexto, recordando que las páginas de la Sagrada Escritura más intensamente vitalistas y estimulantes se escribieron en contextos de profunda desolación, debemos ser hombres y mujeres de compromiso y esperanza. “La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna” (FT 55). No deja de causar estupor, pero hoy un trabajo decente para todos es un ideal. Caminando en solidaridad y esperanza, unidos en impotencia compartida con quienes padecen el desempleo o la precariedad, más allá de los condicionantes históricos, percibamos el empujón estimulante que nos da el buen Dios a quienes queremos caminar por la senda del Reino y su justicia.

Sigamos contribuyendo con humildad a hacer esta tierra más habitable, y más digno y estable el trabajo de las mujeres y hombres que la pueblan. Mientras, en medio de la que está cayendo, entrevemos que un mundo caduco e inhumano está acabando y algo diferente y esperanzador nace. No es la “nueva normalidad”. Es precisamente su superación.

Para alentar nuestra esperanza te invito a la webinar que el Centro de Estudios Sociales de Cáritas diocesana de Madrid ha preparado con el respaldo del secretariado de Pastoral del Trabajo y esta Vicaría, unidos a todas las entidades que conforman la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD): «No os dejéis robar la dignidad. El Papa Francisco y el trabajo», con Abraham Canales, responsable de publicaciones de la HOAC (7 oct., 17:00).

Un saludo fraternal,

VPSI Fima JLSB

Seminario en línea: “No os dejéis robar la dignidad. El papa Francisco y el trabajo”

Convocatorias

Seminario en línea: “No os dejéis robar la dignidad. El papa Francisco y el trabajo”

05 octubre 2020

Con el tema “No os dejéis robar la dignidad. El papa Francisco y el trabajo”, Cáritas Madrid ofrece un seminario en línea con la presencia de Abraham Canales, autor del libro del mismo título y responsable de publicaciones de la HOAC, coincidiendo con la Jornada Mundial por el Trabajo Decente.

El seminario de Cáritas Madrid se realizará el 7 de octubre a las 17 horas. Se mostrarán las muchas referencias del compromiso del papa Francisco con el trabajo decente, con el fin de profundizar en el pensamiento de la Iglesia sobre el trabajo decente, esa “Iglesia en salida”, según el papa Francisco, que tiene que abrazar a las víctimas de la indiferencia y ha de ser portadora de un mensaje de esperanza, combatiendo la injusticia y el sufrimiento que genera, y buscando caminos entre todos.

En línea, inscripción aquí.

 

Opinión | Nos movemos por el trabajo decente

Iglesia

Opinión | Nos movemos por el trabajo decente

05 octubre 2020

Teresa García y Paco Álamos, responsable de Difusión y de Compromiso de la HOAC, respectivamente. Publicado en la revista Ecclesia (pdf) en representación de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente.

En el año 1999 Juan Somavia, director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) presentó la memoria Trabajo Decente introduciendo este concepto con cuatro objetivos estratégicos: los derechos del trabajo, las oportunidades de empleo, la protección social y el diálogo social. También, el logro de metas amplias como la inclusión social, la erradicación de la pobreza, el fortalecimiento de la democracia, el desarrollo integral y la realización personal. Se establecían así los estándares internacionales que debe reunir una relación laboral para que el trabajo se realice en condiciones de libertad, igualdad, seguridad y dignidad humana. “Libre, creativo, participativo y solidario”, diría Francisco (EG).

Un año después, en un significativo 1º de Mayo, san Juan Pablo II con ocasión del Jubileo de los Trabajadores y la necesidad de “globalizar la solidaridad” lanzó un llamamiento para “una coalición mundial a favor del trabajo decente”. Más tarde, en 2008 la Confederación Sindical Internacional (CSI) convocaba para el 7 de octubre la primera Jornada Mundial por el Trabajo Decente, cita reivindicativa por un compromiso mundial con el trabajo decente. El trabajo decente debe ser la “cuestión social” central de las acciones gubernamentales para recuperar el crecimiento económico y construir una nueva economía mundial que dé prioridad a las personas. Finalmente, el papa Benedicto XVI concretaba su significado en Caritas in veritate, 63 (2009): “Un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación”.

Con este misma finalidad de lucha por el trabajo decente, representantes de organizaciones de inspiración católica y de congregaciones religiosas, se reunieron en Roma (2014) con la Santa Sede y la OIT, con el objetivo de colocar explícitamente el “trabajo decente para todas las personas” entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. En España (mayo de 2015) representantes de las organizaciones de ámbito eclesial: Justicia y Paz, Cáritas, CONFER, JEC, JOC y HOAC acuerdan, poner en marcha la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) para apoyar y difundir eventos relacionados con la defensa del trabajo decente, como es el caso de esta Jornada; visibilizar y denunciar la situación de desigualdad en el acceso al trabajo decente y la pérdida de derechos laborales y sociales que esto supone.

En efecto, no podemos dejar sin respuesta el sufrimiento humano, hoy todavía más visible, resultante, tanto de estructuras injustas como del egoísmo de las personas, que dan lugar a formas de trabajo precario o mal remunerado, del tráfico de seres humanos y de trabajo forzado, de variadas formas de desempleo juvenil (falsos autónomos) y de la extorsión a la migración forzada.

Ninguna acción es demasiado grande o demasiado pequeña para celebrar esta Jornada: puede tratarse de una mesa redonda, una manifestación masiva, una carta de protesta, una concentración…, un gesto de la ciudadanía para exigir a los Gobiernos políticas que den respuesta al llamamiento de los trabajadores y trabajadoras que reclaman salarios decentes, empleos seguros y sin riesgos, y que deje de ser la codicia corporativa la que establezca las reglas de la economía. Esto implica asegurar que los salarios mínimos sean suficientes para garantizar un nivel de vida digno que los trabajadores y trabajadoras puedan acogerse al derecho de afiliarse a un sindicato y negociar colectivamente.

La apuesta por el trabajo decente es el empeño social porque todas las personas puedan poner sus capacidades al servicio de los demás, como también nos lo recuerda la Conferencia Episcopal Española: “Un empleo digno nos permite desarrollar los propios talentos, nos facilita su encuentro con otros y nos aporta autoestima y reconocimiento social y también que, es la comunidad política la que tiene la responsabilidad de garantizar la realización de los derechos de sus ciudadanos, tales como el derecho al trabajo digno, a una vivienda adecuada, al cuidado de la salud, a una educación en igualdad y libertad” (Iglesia, servidora de los pobres)

El empleo sigue estando lejos de ser un derecho que garantice la dignidad de la persona, la indecente precariedad se traduce en vidas truncadas, vulnerables y violentadas; en personas explotadas, heridas y quebradas. Estas personas no necesitan nuestros diagnósticos, necesitan nuestro aliento, cercanía, acompañamiento… y, sobre todo, justicia, por ser hijos e hijas de Dios. Para colmo, en estos tiempos convulsos que nos ha tocado vivir, el coronavirus ha puesto en evidencia nuestra fragilidad y pone más a las claras y agudiza, un problema ya existente, dejando al descubierto los efectos perversos de un sistema económico que “mata” (EG, 53) y en la que subyacen otras crisis: ecológica y de cuidados, al igual que una profunda involución social donde muchos trabajadores sobran en un sistema que no los necesita.

Cuando vemos esta realidad en rostros concretos de personas cercanas, nos viene a la mente el viejo y sabio refrán que “a perro flaco, todo se le vuelven pulgas” que es otra forma de decir que “las desgracias nunca vienen solas”, que cuando alguien se encuentra débil y vulnerable le surgen mayores dificultades, cebándose en los más empobrecidos, y dando lugar a crear un clima social de resignación “esto es lo que hay” o peor aún, de culpabilizar a las y los trabajadores “no tienes mérito”, “no saben lo que quieren… no quieren trabajar” al no aceptar condiciones que denigran la sagrada dignidad de la persona.

“No hay peor pobreza material que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo”. “El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima de la persona”. Son algunas de las palabras del papa Francisco sobre el trabajo y su centralidad para la vida de las personas.

En esta situación que estamos viviendo, en las que priman el individualismo, la insolidaridad y la indiferencia, tenemos la obligación moral de preguntarnos: ¿Qué podemos hacer para humanizar esta realidad?, el reto de responder, que pasa necesariamente por una conversión integral, nos dará una oportunidad para ser mejores personas y sacar lo bueno de esta situación. Tenemos que aprender a compartir para crecer juntos, sin dejar fuera a nadie. La pandemia nos ha recordado que todos estamos en el mismo barco. Darnos cuenta que tenemos las mismas preocupaciones y temores comunes, nos ha demostrado, una vez más, que nadie se salva solo, siguen haciendo falta hombres y mujeres comprometidas en esta causa, «necesitamos movernos en comunidad», promoviendo el aunar esfuerzos.

El trabajo compartido de todas las realidades eclesiales que formamos ITD, colaborando también con otras organizaciones sociales, en la defensa del trabajo decente y la dignidad del trabajo, es una tarea apasionante que nos humaniza y nos sitúa “en salida”. Necesitamos tener en el horizonte la utopía para acompañar a los empobrecidos del mundo obrero y del trabajo, en la denuncia de esa realidad sufriente y en el anuncio de la buena noticia de Jesucristo y su proyecto de humanización.

¿Y tú, te mueves por el trabajo decente?

INFOR | Compromiso con los migrantes

Internacional

INFOR | Compromiso con los migrantes

05 octubre 2020

Presento los contenidos de un nuevo número del boletín informativo INFOR, editado por el Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos (MMTC), en colaboración con el Fondo de Solidaridad Internacional de la HOAC y el equipo de Noticias Obreras. En este número, el tema central son las migraciones.

Sumario de contenidos

 Editorial  Compromiso con los migrantes. Por Marileá Damasio, secretaria general del MMTC.

 Vida de los movimientos 

Europa | Una fe migratoria, por Sylvain Knittel, secretario general de la ACO Francia. Y un segundo artículo Integración a través del voluntariado, de Benedikt Kemper, KAB Alemania.

África | El terrorismo: más temible que la COVID-19, por Adama Charles Zongo, Acción de los Trabajadores Católicos (ATC) Burkina Faso.

Asia | Migración en situación COVID-19, por Coordinación nacional del MMTC Singapur.

América | El origen geopolítico y económico de la migración, por Luiz Vargas, MTC Venezuela.

 Actualidad    Historia de supervivencia y anhelo de una mujer migrante. Por Priyanka Kumari, MTC India.

 Acompañamiento   Migración y perspectiva cristiana. Por Mauro Armanino, sacerdote en Niamey (Níger).

 

 

■ Accede a la descarga de la versión en castellano  ■ Consulta INFOR anteriores.

 FONDO DE SOLIDARIDAD INTERNACIONAL  La HOAC desarrolla desde el año 1991 el Fondo de Solidaridad Internacional, iniciativa que expresa su conciencia obrera cristiana y solidaria. Decenas de proyectos de formación de militantes, de difusión o de coordinación, apoyados y financiados en África, Asia y América Latina.■ Aportaciones en ES77 1491 0001 20 2017312618 | + info
El papa Francisco firma la encíclica Fratelli tutti (Hermanos todos)

Iglesia

El papa Francisco firma la encíclica Fratelli tutti (Hermanos todos)

03 octubre 2020

Fratelli tutti (Hermanos todos), es la tercera carta encíclica del papa Francisco, después de Laudato si‘, sobre el cuidado de la casa común (2015) y Lumen fidei, sobre la fe (2013). Está inspirada en el título de los escritos de san Francisco: “Miremos, todos los hermanos, al buen pastor que sostuvo la pasión de la cruz para salvar a sus ovejas”.

Firmada sobre la tumba de Francisco de Asís

Hoy sábado, 3 de octubre, en la ciudad italiana del Poverello, el papa Francisco ha celebrado misa y al final, sobre la tumba de san Francisco de Asís, ha firmado el texto Fratelli tutti, dedicada a la fraternidad y a la amistad social, valores esenciales para devolver la esperanza y el impulso a una humanidad herida incluso por la pandemia de COVID-19.

El Papa no dio la homilía. Es la oración, el silencio, la sencillez lo que marca esta visita que, a petición del Papa por la situación de salud, se realiza sin ninguna participación de los fieles siguiendo las palabras de la liturgia dedicada a san Francisco. Inmediatamente antes de la firma, el Papa quiso agradecer a la Primera Sección de la Secretaría de Estado que trabajó en la redacción y traducción de la Encíclica.

Presentación en la Sala Stampa

La encíclica será presentada mañana domingo, 4 de octubre, en una comparecencia en la Sala Stampa del Vaticano, a primera hora de la mañana, en la que intervendrán el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado; el cardenal Miguel Ángel Ayuso Guixot, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso; Giudice Mohamed Mahmoud Abdel Salam, secretario general del Alto Comité para la Hermandad Humana; Anna Rowlands, profesora de Pensamiento y Práctica Social Católica en la Universidad de Durham, Reino Unido; Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, Catedrático de Historia Contemporánea.

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Información relacionada

“Hermanos todos”, la nueva encíclica del papa Francisco

ITD llama a “moverse” por un nuevo sistema productivo que ponga a la persona en el centro

Iglesia

ITD llama a “moverse” por un nuevo sistema productivo que ponga a la persona en el centro

02 octubre 2020

• El manifiesto de Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) para la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, del próximo 7 de octubre, anima a movilizarse contra el aumento de la precariedad provocada por el impacto social de la pandemia y en defensa del trabajo decente y accesible

• Reivindica condiciones dignas para los empleos esenciales para la vida

Convocatorias en las diócesis. Imágenes para redes sociales. Etiqueta #NosMovemosPorElTrabajoDecente

Las entidades de inspiración cristiana que impulsan en España la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente (ITD) lanzan un llamamiento a celebrar el 7 de octubre la Jornada Mundial por el Trabajo Decente “moviéndose” y alzando la voz “en nuestros barrios, ante las organizaciones sindicales y en las instituciones de gobierno” para reclamar un nuevo modelo productivo que, en pleno impacto social de la pandemia, garantice empleo digno y accesible.

En el manifiesto para esta jornada bajo el lema “Nos movemos por el trabajo decente”, y que ITD convoca en España por sexto año consecutivo, se denuncia la precariedad que sufren millones de trabajadores y trabajadoras “aumentada por la situación de emergencia sanitaria provocada por la pandemia mundial de la COVID-19” y que ha puesto de relieve “las debilidades estructurales del Estado de bienestar en España y la necesidad del trabajo decente para el desarrollo de una sociedad fraterna”.

Millones de personas se están quedado atrás

“Esta crisis –señala ITD—nos ha enseñado que se puede consumir menos y mejor, que el servicio de aquellos oficios menos valorados, social y económicamente son los que sostienen la vida y el cuidado comunitario”. Denuncian, en ese sentido, que “la realidad en que nos encontramos está visibilizando las consecuencias de un modelo productivo incapaz de generar empleo con alto valor añadido y caracterizado por las altas tasas de precariedad laboral”.

ITD identifica los síntomas de la gravedad de la situación, como son la galopante destrucción de empleo, con unas cifras de ERTE y paro disparadas; una protección social que no está llegando a quienes tienen derecho y peor lo están pasando, como en el caso del ingreso mínimo vital o la prestación para las empleadas de hogar, y que deja fuera a miles de personas sin posibilidad de acceso por ejercer su actividad en la economía sumergida; y la persistencia de demasiados empleos considerados esenciales que mantienen condiciones laborales tan precarias que rozan la indecencia.

Las últimas cifras aportadas por el Instituto Nacional de Estadística y CCOO así lo confirman:
– Hay 3.368.000 personas en paro (15,3% de tasa de desempleo). Entre los menores de 25 años, es del 39,6%; entre los mayores de 55 años, el 11,6%. La tasa de paro masculina, es del 14,13%, mientras la femenina es del 16,72%
– El 34% de los desempleados lleva más de un año buscando empleo y un 22% más de dos.
– El número de asalariados temporales sufre el mayor descenso trimestral (671.900 menos, un 16,22%), mientras el número de asalariados con contrato indefinido muestra una cifra de caída trimestral más moderada (-2,91%, con 361.400 asalariados indefinidos menos). La tasa de temporalidad se sitúa en un 22,35%, casi 4 puntos menos que al inicio de 2020 (26,1%).
– Hay 1.063.000 personas inactivas (han dejado de buscar empleo por el confinamiento y la coyuntura) y 1.150.00 hogares con todos sus miembros activos en paro.

Junto a ello, el informe Análisis y Perspectivas 2020 de la Fundación FOESSA constata el notable incremento (30%) de familias en situación de pobreza severa (67,8%), con unos ingresos inferiores a los 370 € mensuales para una persona y menos de 776 € para dos adultos y dos menores de edad.

Señala, además, que solo 1 de cada cuatro hogares se puede sostener del empleo; que el 60% de los hogares en exclusión grave ha visto cómo empeoraba su estado psicoemocional durante el confinamiento, mientras que el 26% consideran que ha empeorado su estado físico; y que uno de cada tres hogares (34%) está disminuyendo el rendimiento escolar de sus hijos e hijas al no poder seguir el ritmo marcado (cuando este ha existido) por el centro de enseñanza.

Solidaridad y unidad en la adversidad

Este grave deterioro del empleo y, por tanto, de la vida, “está suponiendo –se afirma en el Manifiesto— que multitudes se vean abocadas a acudir a los servicios sociales públicos, a los recursos sociales de las organizaciones de la Iglesia o a la ayuda de las comunidades parroquiales y vecinales para poder subsistir. Es aquí donde se ha manifestado la mayor experiencia de solidaridad y apoyo común que hemos descubierto en esta circunstancia tan extraordinaria, una experiencia de unidad en la adversidad que ha hecho que nos movamos por el bien común”. Por ello, “tenemos que valorar el trabajo humano en la medida que nos dignifica como hijas e hijos de Dios, corresponsables con el cuidado de la vida y la creación”.

Una jornada reivindicativa

Ante esa situación, ITD invita a “movernos en comunidad, aunar esfuerzos, buscar apoyos y seguir reclamando un trabajo decente”. Urge, para ello, “a adoptar las medidas necesarias para conseguir que el trabajo decente sea una realidad accesible para todas las personas, con condiciones que permitan mantener una vida digna y que la protección social llegue a todas las personas que lo necesitan”. De forma concreta, ITD reivindica:

● Apostar por un nuevo sistema productivo, capaz de generar empleos con alto valor añadido y que ponga a la persona en el centro.
● Lograr el reconocimiento social y laboral de los empleos esenciales para la vida, con unas condiciones laborales dignas que permitan a las personas salir de la pobreza.
● Reconocer el derecho a la protección social sin que esté supeditado a la vida laboral.
● Garantizar que el ingreso mínimo vital sea una realidad para las personas que lo necesitan, dotando a las instituciones de los recursos necesarios para su gestión.
● Asegurar la percepción del subsidio extraordinario a las trabajadoras de hogar y que se reconozca su derecho a la prestación por desempleo al igual que para el resto de personas trabajadoras.

Las organizaciones que impulsan la iniciativa ITD han organizado una agenda de actos reivindicativos y celebrativos tanto en espacios virtuales como en todas las plazas y parroquias de las diócesis, cumpliendo los protocolos de seguridad.

Asimismo, animan a sumarse en las redes sociales a la movilización por el trabajo decente a través del hashtag #NosMovemosPorElTrabajoDecente.

Manifiesto

Imágenes para redes sociales

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