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28 A | La muerte en el trabajo: un virus sin vacuna

Mundo obrero y del trabajo

28 A | La muerte en el trabajo: un virus sin vacuna

28 abril 2020

El 28 de abril es el Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo. La HOAC así como las delegaciones de Pastoral Obrera e Iglesia por el Trabajo Decente, como no podía ser menos, se une a la denuncia de esta lacra que sigo golpeando al mundo obrero y del trabajo, más aún en este tiempo de pandemia que está poniendo de manifiesto la falta de seguridad en tantos sectores esenciales.

En 1996, el movimiento sindical comenzó a organizar el Día Internacional en Memoria de los Trabajadores Fallecidos y Heridos con la intención de honrar la memoria de las víctimas de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales. En 2003 a petición de las organizaciones sindicales, la OIT hizo suya esta fecha, cambiando de nombre y haciendo de esta jornada una gran ocasión para la denuncia y la sensibilización ante esta tragedia: que el trabajo se convierte a veces en lugar de muerte y de enfermedad.

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Palencia | Cuidemos la Vida

El 28 de abril es el Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo. Hoy más que nunca  se hace necesario que conmemoremos esta jornada mundial como un día Sagrado. Ojalá  podamos incluir este día en el calendario como la fecha en la que recordemos cómo la solidaridad mundial venció al coronavirus y como la fecha en la que todas las naciones y todos los pueblos hicieron votos para vencer todos los virus  económicos y sociales que provocan la enfermedad y la muerte.

Pero antes, en  este tiempo de crisis sanitaria y social, queremos mostrar NUESTRA GRATITUD, como lo está haciendo ya toda la sociedad, a cuantas personas están esforzándose sin apenas descanso por frenar las muertes y aliviar el sufrimiento de tantos enfermos y  de sus familias y a cuantos están activos en cualquier campo de la actividad económica y de servicios básicos. A todas estas personas GRACIAS porque están arriesgando sus vidas por salvar la de todos y todas.

También es tiempo para lamentar la ausencia de previsión de la pandemia, y para proveer de todo lo necesario para hacerla frente. Denunciamos que esta pandemia hubiera tenido un menor impacto socio-sanitario y personal, si el sistema sanitario hubiera contado con los recursos necesarios, tanto humanos como de materiales.

El 28 de abril sigue siendo la fecha simbólica en la que recordamos a las víctimas que han sufrido accidentes laborales o padecen enfermedades producidas en sus lugares de trabajo; en concreto en la Provincia de Palencia han subido los accidentes laborales pasando de 1563 a 1618; también suben las enfermedades profesionales pasando de 28 a 34; el dato positivo es el descenso de los accidentes en itínere de 157 a 144. Sobre todo no podemos olvidar a los 5 fallecidos en Palencia en los últimos 12 meses. Una vez más volvemos a manifestar que el lugar del trabajo no es lugar “natural”  para morir. Y una vez más, nos solidarizamos con todas estas víctimas y con sus familias.

Hacemos una llamada a gobernantes, empresarios y sindicatos para que, en estos tiempos difíciles, pongan, cada uno, aquellos medios a su alcance que garanticen la seguridad, la salud y el bienestar de las personas trabajadoras.

Los Secretariados de Pastoral de Familia y Vida, de Pastoral de la Salud y de Pastoral Obrera y del Trabajo nos hacemos eco de las  palabras del Papa Francisco en esta Pascua: «Hay otro “contagio” (además del virus) que se transmite de corazón a corazón, porque todo corazón humano espera esta Buena Noticia. Es el contagio de la esperanza: “¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza¡” No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas. No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no pasa por encima del sufrimiento y la muerte, sino que la traspasa, abriendo caminos en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios».

Secretariados de Pastoral Obrera y del Trabajo, Pastoral de Familia y Vida y Pastoral de la Salud

DÍA MUNDIAL DE LA SEGURIDAD Y LA SALUD EN EL TRABAJO. Pastoral del Trabajo Madrid.

 

Madrid | No más muertes en el trabajo

“Toda amenaza a la dignidad y a la vida del hombre repercute en el corazón mismo de la Iglesia, afecta al núcleo de su fe en la encarnación redentora del Hijo de Dios, la compromete en su misión de anunciar el Evangelio de la vida” (EV 3).

El 28 de abril se celebra en todo el mundo el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, proclamado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) el 28 de abril de 2003.

La celebración de este día, consiste en una campaña anual internacional para promover el trabajo seguro, saludable y digno. Además, se rinde homenaje a las víctimas de los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales.

El objetivo de esta celebración, Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, es la prevención de los accidentes laborales y de las enfermedades profesionales. Se trata de mostrar al mundo la magnitud del problema y hacer ver que una cultura de la seguridad y salud en el trabajo puede ayudar a reducir considerablemente el número de muertes y lesiones en el trabajo.

El problema de la seguridad y la salud en el trabajo es poco visible, hay poca conciencia en nuestra sociedad de la dimensión que éste tiene y por lo tanto existen grandes deficiencias en su prevención a todos los niveles. Consecuencia de esa deficiencia son los datos que las distintas administraciones registran. Recientemente se han publicado los datos referentes a 2019:

  • En España se han producido 635.222 accidentes con baja, 621 de ellos han sido mortales. Esto nos lleva a asegurar que, de media, cada día laboral tres personas pierden la vida en su trabajo.
  • En la Comunidad Autonómica de Madrid, siendo el índice nacional más bajo, se han producido 76.655 accidentes, de los cuales 66 han sido mortales. En consecuencia, cada semana se produce de media de una a dos muertes en el trabajo.

La Doctrina Social de la Iglesia nos enseña que “el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social” (CDSI 375), esto entra en contradicción con la mercantilización que el actual sistema económico-social hace de la persona. Consecuencia de ello es la denuncia que el Papa Francisco hace de este sistema: “esta economía mata”.

Desde el Secretariado Diocesano de Pastoral del Trabajo de Madrid, nos comprometemos a visibilizar cómo este sistema económico se construye despreciando la vida y salud de muchos trabajadores y trabajadoras. Nuestro compromiso nos lleva a impulsar una nueva cultura del trabajo que: “no puede prescindir de un marco legislativo más adecuado, que satisfaga las necesidades reales de los trabajadores, así como de una sensibilidad social más profunda sobre el problema de la protección de la salud y la seguridad, sin la cual las leyes seguirían siendo papel mojado” (Discurso del Santo Padre a la Asociación Nacional de Mutilados e Inválidos del Trabajo)

También queremos manifestar nuestra solidaridad con las personas trabajadoras y los familiares, que han sido víctimas de accidentes de trabajo o que ven como el trabajo les arrebata su salud. Con el Papa Francisco les recordamos que “Dios consuela a los que sufren, habiendo sufrido Él mismo, y se acerca a cada situación de indigencia y de humildad. Con su fuerza, todos están llamados a un compromiso activo de solidaridad y apoyo con aquellos que son víctimas de accidentes en el trabajo; apoyo que debe extenderse a las familias, igualmente afectadas y necesitadas de confortación.

Pastoral del Trabajo Diócesis de Madrid

 

Córdoba | La muerte en el trabajo: un virus sin vacuna

La HOAC de Córdoba ha querido este día insistir en que los accidentes de trabajo cargan cuatro tragedias sobre la familia obrera: muerte, incapacidad, desamparo y pobreza. Es verdad que esta economía mata. La situación excepcional que estamos viviendo por la pandemia, ha dejado al margen situaciones sangrantes como la enfermedad y la muerte en el trabajo. En la provincia de Córdoba ocurrieron 9.568 accidentes laborales, 12 de ellos mortales en el 2019. 

Todos los años en torno al 28 de abril, Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, la HOAC se moviliza para recordar a la sociedad cordobesa un problema que no aparece, no se ve, no cuenta: la siniestralidad laboral. Este año dada la extraña realidad que nos ha impuesto la pandemia del COVID-19, la enfermedad y la muerte en el trabajo es aún más invisible si cabe.

El exceso de información sobre el virus (llamado paradójicamente “intoxicación”), ha dejado al margen situaciones sangrantes como la enfermedad y la muerte en el trabajo. Por ello, se hace más necesario que nunca recordar que en nuestro país se produjeron en 2019 más de 635 mil accidentes de trabajo con baja (un aumento del 7,7%) de ellos más de 5.000 fueron graves y 695 personas murieron.

En Andalucía las muertes se elevaron a 121, siendo la primera comunidad en el ranking, mientras que en la provincia de Córdoba ocurrieron 9.568 accidentes laborales, 12 de ellos mortales. Estos días hay que tener presente al personal sanitario, a los cuerpos de seguridad y a todas las personas empleadas en actividades esenciales y que están enfermando y muriendo a consecuencia de su trabajo. También es siniestralidad laboral.

Más de 13 trabajadores muertos a la semana no parecen representar un problema, si esta pandemia de la siniestralidad laboral no se contagia, sobre todo a los que detentan el poder económico. Al parecer, es más fácil y da “mejor imagen” hacer alguna que otra donación, que gastar el dinero en promover la seguridad y la salud de tus trabajadores.

Mientras que en cualquier “crisis” donde se producen muertes, se buscan responsabilidades, en la siniestralidad laboral no. La invisibilidad y la tozudez de medios e instituciones en denominarlos “accidentes” han conseguido que en el inconsciente colectivo tengamos grabado a fuego que, en su mayoría, ocurren debido a la fatalidad o mala suerte. Siendo así, nadie es responsable, nadie es culpable. No hay que investigar en las causas. Caso cerrado

Como presidente de la HOAC, movimiento de la Iglesia inserto en el mundo del trabajo, me siento en la obligación, por una parte, de continuar denunciando esta situación de ausencia de trabajo decente, fruto del insaciable beneficio económico, la ambición empresarial, la escasa formación de los trabajadores y la falta de inspección y control; y, por otra, de sacarla a la luz, hacerla visible, instando a asociaciones, organizaciones e instituciones a una mayor implicación en el  acompañamiento a las víctimas y sus familias y que, al igual que en la lucha contra el virus, pongan todos los medios para que los muertos en el trabajo no sean los muertos olvidados.

En palabras del papa Francisco: “…cada uno está llamado a un compromiso efectivo de solidaridad y de apoyo ante quien es víctima de accidentes en el trabajo…”

Tenemos la vacuna: la Ley de Prevención de Riesgos Laborales y nuestro compromiso de solidaridad ¡Inyectémosla!

Manuel Díaz

 

Alicante | Por una nueva cultura del trabajo, compatible con la vida

El Secretariado de Pastoral Obrera Diócesis de Orihuela-Alicante, por su parte, destaca que una cultura de la seguridad y salud en el trabajo puede ayudar a reducir considerablemente el número de muertes y lesiones en el trabajo.

El problema de la seguridad y la salud en el trabajo es poco visible, hay poca conciencia en nuestra sociedad de la dimensión que éste tiene y por lo tanto existen grandes deficiencias en su prevención a todos los niveles. Consecuencia de esa deficiencia son los datos que las distintas administraciones registran. Recientemente se han publicado los datos referentes a 2019:

  • En España se han producido 600.622 accidentes con baja, 621 de ellos han sido mortales. Esto nos lleva a asegurar que, de media, cada día laboral tres personas pierden la vida en su trabajo1.
  • En la provincia de Alicante se han producido 29.355 accidentes con baja, 31 de ellos han sido mortales. La consecuencia es que, de media, cada semana se produce un accidente mortal en el trabajo2.

La Doctrina Social de la Iglesia nos enseña que “el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social” (CDSI 375), esto entra en contradicción con la mercantilización que el actual sistema económico-social hace de la persona. Consecuencia de ello es la denuncia que el Papa Francisco hace de este sistema: “esta economía mata

Desde el Secretariado Diocesano de Pastoral obrera de Orihuela-Alicante, nos comprometemos a visibilizar como éste sistema económico se construye despreciando la vida y salud de muchos trabajadores y trabajadoras, nuestro compromiso nos lleva a impulsar una nueva cultura del trabajo que:  “no puede prescindir de un marco legislativo más adecuado, que satisfaga las necesidades reales de los trabajadores, así como de una sensibilidad social más profunda sobre el problema de la protección de la salud y la seguridad, sin la cual las leyes seguirían siendo papel mojado3.

También queremos manifestar nuestra solidaridad con las personas trabajadoras y los familiares, que han sido víctimas de accidentes de trabajo o que ven como el trabajo les arrebata su salud. Con el Papa Francisco les recordamos que “Dios consuela a los que sufren, habiendo sufrido Él mismo, y se acerca a cada situación de indigencia y de humildad. Con su fuerza, todos están llamados a un compromiso activo de solidaridad y apoyo con aquellos que son víctimas de accidentes en el trabajo; apoyo que debe extenderse a las familias, igualmente afectadas y necesitadas de confortación4.

Notas

1. Estadística de accidentes de trabajo MITRAMISS. Avance enero-diciembre 2019.
2. Estadística de accidentes de trabajo INVASSAT. Resumen enero-diciembre 2019.
3. Discurso del Santo Padre Francisco a la Asociación Nacional de Mutilados e inválidos del Trabajo (20.09.2018).
4. Ídem.

 

Granada | El trabajo debería ser lugar de vida

Ha tenido que extenderse planetariamente un enemigo invisible (la COVID-19) para que hayamos redescubierto el verdadero valor de la salud humana, del trabajo y de la salud laboral. Confiemos en que no se nos olvide en mucho tiempo. 

El número total de accidentes laborales en nuestra provincia entre enero y noviembre de 2019 ha sido de  8.243, lo que supuso un 8,5% más que el año anterior. En muchos de esos accidentes quedan secuelas irreparables tanto para la persona como para las familias. Aún peor es, cuando como consecuencia de estos accidentes, muchos de ellos prevenibles, se pierde la vida.

Según la propia OIT, 7.600 personas mueren por día víctimas de accidentes de trabajo en el mundo. Si nos fijamos en España durante el 2019 ha sido 695 fallecidos por esta causa, de ellos 621 eran asalariados y el resto autónomo,  en Andalucía 109  y en Granada 18, siendo la provincia andaluza con mayor aumento de fallecidos en accidentes de trabajo durante ese año. 

Solo en el primer mes del 2020 hubo 11 accidentes laborales mortales en nuestra comunidad autónoma. En medio de la pandemia el día 22 de abril fallece en Granada José Manuel Fernández Cuesta, médico de DCCU Gran Capitán, víctima de coronavirus y contagiado según todo parece indicar, mientras trabajaba. 

El trabajo indigno y la precariedad con la que hemos convivido en los últimos años y que nos ha parecido normal, tiene mucho que ver con algunas de las causas que provocan estos accidentes. En España durante el año pasado 21.000.000 de contratos temporales. Solo en la sanidad el 32% de los contratos son temporales.

La HOAC de Granada nos unimos a esta celebración como venimos haciendo cada año. Dios quiere que el trabajo sea fuente de vida, tanto para las personas que lo realizan como para la sociedad en general y nunca lugar para la muerte.

Los accidentes de trabajo cargan cuatro tragedias sobre la familia obrera: muerte, incapacidad, desamparo y pobreza. Por eso como Iglesia  denunciamos estas situaciones de injusticia y sufrimiento, uniéndonos al papa Francisco en EG 53,  no a una economía de la exclusión y la inequidad” Esa economía mata…” y nos comprometemos a seguir trabajando para que el trabajo sea fuente de vida.

 

 

Murcia | La falta de prevención, un desprecio a la vida

En un primer lugar, nos queremos unir y rezar por los han muerto como consecuencia del coronavirus y sus familiares, que no han podido despedirse desde el acompañamiento y la cercanía de los amigos. A la muerte se le ha unido la soledad. Pedimos a Dios Padre que los acoja en su seno y reconforte a sus seres queridos. 

De nuevo llegó abril y como cada año, el 28 de este mes, volvemos a decir, que para toda la Iglesia, la dignidad de la persona, la salud y la vida tienen que tener prioridad en el trabajo. En esta fecha tan especial en defensa de los valores cristianos en el terreno laboral, como nos señala la Doctrina Social de la Iglesia, tenemos que tener presente a todos los trabajadores y trabajadoras que han muerto o padecido problemas de salud y siguen haciéndolo en cualquier parte del mundo como consecuencia de no aplicar medidas preventivas.

En nuestra Región de Murcia, el número total de accidentes laborales durante el año 2019 han sido 46.788, de los cuales sin baja fueron 26.613 y con baja 20.175; Los accidentes mortales fueron un total de 28 personas. Como podemos apreciar año tras año, no somos capaces de reducir estos accidentes laborales. Desde aquí, queremos pedir por todas estas personas y sus familias para que encuentren consuelo, esperanza y justicia. La Ley de Prevención de riesgos Laborales, el progreso técnico y todos los avances de la humanidad no consiguen disminuir el gran sufrimiento de las personas en el terreno laboral, por falta de voluntad política, por primar la idolatría del dinero sobre la dignidad humana.

¿Estamos preparados para defender la vida?

Estamos viviendo días muy duros y trágicos ante este brote de enfermedad mundial, el coronavirus, que está llevando a tantas personas a la enfermedad y a la muerte. Todos los países se han visto desbordados por falta de material sanitario para hacer frente a la magnitud del problema, dando lugar a no poder atender en condiciones a todas las personas enfermas. Por ello, el índice de mortalidad está siendo superior.

De la misma forma, personal sanitario se ha infectado atendiendo a los enfermos por no tener los medios de protección suficientes y eso, les ha llevado a enfermar y a algunos a la muerte. Está claro que no somos previsores de los grandes peligros que acechan a la humanidad y al conjunto de la naturaleza. A esto se le ha unido la falta de respiradores en las UCIS. ¡Dolorosísimo! La falta de protección también se ha dado en todos los sectores productivos, en supermercados, en transportistas, en limpiadores, en la agricultura…Queremos subrayar la situación de los asentamientos de inmigrantes, que se encuentran prácticamente abandonados a su suerte, sin protección en el trabajo, en chabolas sin agua corriente. 

Tenemos que despertar para conocer los peligros que tenemos y organizarnos para exigirles a nuestros gobiernos que sean capaces de mantener los medios necesarios para defender la salud y la vida. Necesitamos que todo el Pueblo de Dios sea valiente y profético, que esté a la altura de los tiempos que vivimos y sepa situarse ante los grandes problemas que tiene la humanidad, defendiendo la verdad y el amor, como hizo Jesús de Nazaret que nos da a entender hoy a través de su Espíritu.

La cultura del Evangelio en el trabajo

Es una necesidad del pueblo, amante de la vida y el trabajo, saber vivir los valores del Evangelio frente la idolatría del materialismo competitivo, que busca la rentabilidad económica, dejando por las cunetas todo aquello que no le interesa para conseguir sus objetivos. El Espíritu de Dios es Espíritu de vida y amor, un espíritu que tenemos que hacer presente los creyentes con nuestro continuo trabajo en los hospitales, en las fábricas, en los campos, en las residencias de mayores, en nuestras familias… En definitiva, en todos los ámbitos de la sociedad.

La lucha contra la indiferencia

Somos humanos y nada humano nos tiene que ser ajeno. El Papa Francisco nos dice que uno de los grandes males de nuestro mundo es la “globalización de la indiferencia”, por eso, necesitamos una forma de actuar basada en una convicción: cualquier persona y en cualquier parte del mundo es lo primero y más importante. Y, dada nuestra fragilidad humana tenemos que tener una mentalidad preventiva, poniendo el acento siempre en los más débiles, mayores, enfermos, trabajadores que viven en la miseria por no tener trabajo o tener un trabajo precario e inseguro, emigrantes y refugiados que van por todo el mundo en condiciones inhumanas huyendo de la miseria y de la muerte… Los acontecimientos que vivimos en el mundo nos tienen que situar en los auténticos valores de la vida, como nos indica la Iglesia.

Delegación diocesana de Pastoral Obrera

 

Ciudad Real | En defensa de la vida de quienes trabajan

La Pastoral Obrera y  la Hermandad Obrera de Acción Católica, cada año, conmemoran esta jornada reivindicando la preservación de la salud de las personas trabajadoras como exigencia de los acuerdos internacionales y de la legislación nacional, y como opción irrenunciable de la Doctrina Social de la Iglesia; ello desde la preeminencia del ser humano y del cuidado de la Creación, que lo acoge, frente a la economía materialista.

Este año 2020 parece que la pandemia de la Covid-19 monopoliza toda la información sanitaria y laboral, pero, antes de la declaración del estado de alarma el 14 de marzo, ya eran varias decenas de personas trabajadoras las fallecidas como consecuencia de su actividad laboral1. El accidente laboral en el vertedero de Zaldíbar (Bizkaia) el 6 de febrero, en que dos trabajadores perdieron la vida y cuyos cuerpos aún no han sido encontrados,  es un ejemplo bastante llamativo de esta triste realidad.

La emergencia sanitaria en que vivimos estas semanas recrudece el conflicto entre la economía productivista y la salud laboral. Pero, ¿no es esto lo que sucede a diario, sin pandemia, cuando muchas empresas, trabajadores e instituciones no velan lo necesario por la seguridad y salud laboral de quienes desarrollan su trabajo? Ello se constata en la  falta de equipos de protección, en la no adecuación de los sistemas de trabajo a las personas, en la  falta de formación sobre salud laboral, en la escasa implicación para mejorar esto, en la  prevalencia del beneficio económico sobre todas las cosas…

Por otra parte, esta crisis sanitaria ha vuelto a sacar a la luz la importancia de cada trabajador  y del trabajo como servicio,  a la medida del ser humano y del bien común. ¿Cuántos trabajos y trabajadores que hasta hace poco no valorábamos (sanitarios, cuidadores, personal de limpieza y residuos, transportistas, repartidores, comercios, agricultores, seguridad… ) ahora nos parecen imprescindibles para nuestro sostenimiento vital. Para ellos se reclaman ahora mejores condiciones laborales y de seguridad.  Pero esta petición debería ser continua, porque esta situación ha evidenciado lo necesarios que somos todos en nuestros trabajos (no solo ahora)  y lo bueno que es cuidarnos unos a otros.

Actualmente en España contamos con un marco legal bastante avanzado y de calidad. Sin embargo, su cumplimiento deja mucho que desear, ya que se ciñe demasiado a cubrir un expediente y redactar una serie de planes y documentos para “pasar” la inspección. Se olvida con mucha frecuencia el espíritu de la ley, que recoge con insistencia el derecho de todo trabajador a que su integridad física y mental se respete en todo momento durante su vida laboral.

La vida humana es algo tan grande, tan sagrado, que nunca debería ser tratada como moneda de cambio. La vida de quienes trabajan no puede seguirse considerando una variable económica más, sino el centro a cuyo servicio ha de ponerse todo lo demás, incluida la economía.

Para la Doctrina Social de la Iglesia, la dignidad de la persona, la salud y la vida de la persona trabajadora ha de estar por encima de cualquier otro objetivo económico o factor de producción. El valor del trabajo no reside únicamente, en su rentabilidad económica, ni siquiera en el producto o servicio que genera, sino, sobre todo, en que sea fuente de vida para las personas del trabajo, para las familias y para el conjunto de la sociedad.

La HOAC con la Pastoral Obrera de Ciudad Real nos unimos a todas aquellas personas y organizaciones sociales y eclesiales comprometidas en la transformación de esta realidad, para hacer que el trabajo sea una fuente de vida y no de destrucción. Llamamos al conjunto de la Iglesia y de la sociedad a que no permanezcamos indiferentes y hagamos nuestro el dolor y las esperanzas  de nuestros hermanos y hermanas del mundo del trabajo.

Notas

  1. https://www.elperiodico.com/es/economia/20200313/datos-accidentes-trabajo-enero-2020-7888199

 

Bilbao | “Que los obreros muertos en el campo de honor del trabajo y de la lucha, descansen en paz”

El 16 de abril, fallecía un trabajador en un taller de Arrigorriaga. El primer accidente laboral mortal desde el estado de alarma y el séptimo en lo que va de año en Euskadi, sin tener en cuenta el derrumbe de Zaldíbar en el que dos operarios siguen desaparecidos. Cuatro han tenido lugar en Álava y tres, contando éste, en Bizkaia.

Gizarte zein erakundeok geure esku dagozan ekonomia, profesional eta giza ahalegin guztiak egin behar doguz biktima bako lana bermatzeko.

“Que los obreros muertos en el campo de honor del trabajo y de la lucha, descansen en paz”. Goian Bego
Lanaren eta burrukaren, ohorezko ekintzan hildako gizon eta emakume langileek atseden beie bakean. Lana bizigai.

El trabajo es para la vida.

Iglesia por el Trabajo Decente

«No podemos permitir que nos sigan matando a nuestros hijos»

Colaboraciones

«No podemos permitir que nos sigan matando a nuestros hijos»

28 abril 2020

Elena Moreno | Periodista

La muerte de un familiar siempre es un suceso trágico para una familia, pero mucho más si el fallecimiento se produce de manera inesperada, injustamente, por ejercer el noble derecho al trabajo.

Esto es lo que le sucedió a Raúl, un joven encofrador andaluz que estaba trabajando en la construcción de una presa y que se precipitó desde 50 metros de altura, perdiendo la vida al instante. Atrás dejó mujer y un hijo autista, además de unos padres y una familia que le adoraban.

Ese día, un sábado 29 de diciembre como amargamente recuerda María, su madre, Raúl acudió a trabajar como cualquier otro día. Sabía que realizaba un trabajo muy peligroso, por lo que había decidido ocultárselo a su propia familia para que no se preocuparan. Era consciente de ello. Pero su única protección era la de un arnés que le había regalado su padre, porque en la empresa no le habían facilitado los sistemas de protección personal mínimos, ni siquiera una línea de vida, como denuncia su madre. Tras el suceso, la empresa quiso culpabilizar al propio trabajador del accidente por no haber tomado las debidas precauciones, acusándolo incluso de que no tenía que haber estado allí un sábado. «Como si hubiera sido decisión de mi hijo haber ido ese día al trabajo para perder la vida», lamenta María.

Para la familia fue un golpe muy duro, durísimo, con graves consecuencias físicas y psicológicas también para todos ellos. «Todos enfermamos después de esto en mi casa», recuerda esta madre. «Mi marido tuvo un cáncer de garganta, que no le dejaba chillar ni llorar; mi hija también enfermó y a mí me tuvieron que operar de una peritonitis a vida o muerte».

Finalmente, el marido falleció, y a la semana siguiente también su hija. La familia quedó marcada para siempre por el dolor y la pena.

Desde entonces, María no ha parado de denunciar los incumplimientos de las empresas en materia de protección laboral, convencida de que es tarea de todos: tanto de las empresas, que han de cumplir con la máxima rigurosidad con las medidas de seguridad, como de los propios trabajadores, que no pueden arriesgar su vida por no usarlas correctamente. «Si yo te doy un casco y tú no te lo pones, la culpa no es mía. Pero en el momento en que yo no te doto de material necesario, estoy poniendo en peligro tu vida y la responsabilidad es solo de la empresa. ¿No valdrá más un trabajador vivo que un trabajador muerto?».

Desde la asociación AVAELA (Asociación de Víctimas de Accidentes y Enfermedades Laborales de Andalucía), María intenta concienciar a la sociedad en general sobre la terrible lacra de los accidentes laborales, totalmente evitables si se cumpliera con la legislación vigente. «Todos tenemos la responsabilidad de decirle a nuestros hijos, sobrinos, primos, que tengan mucho cuidado, y que si no los dotan de las medidas de seguridad necesarias, que no trabajen, que se están jugando la vida ellos y la de toda su familia».

A través de la asociación, que surge del acercamiento de militantes de la HOAC de Andalucía con víctimas de la siniestralidad, María se dedica a dar testimonio y a acompañar a otras familias afectadas por esta lacra, animando a todos, también a la Iglesia, a dar ejemplo y a exigir que se tomen las medidas necesarias para acabar con estas muertes injustas. «No podemos permitir que nos sigan matando a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros seres queridos». Su motivación es intentar que ninguna familia más tenga que pasar por la misma situación que ha sufrido la suya. Por eso anima a todos a tomar conciencia y a concienciar a otros sobre esta situación, porque la vida de muchas personas depende de ello.

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#1Mayo2020 | ITD reclama un ingreso mínimo vital y medidas urgentes para los trabajadores más vulnerables

Nota de prensa

#1Mayo2020 | ITD reclama un ingreso mínimo vital y medidas urgentes para los trabajadores más vulnerables

27 abril 2020

Propone, entre otras, la prestación por desempleo para las empleadas de hogar y la regularización extraordinaria de los trabajadores “sin papeles”

En el manifiesto que con motivo de este 1º de Mayo hace público Iglesia por el Trabajo Decente (ITD), las entidades de inspiración cristiana que impulsan esta iniciativa (Cáritas, Conferencia Española de Religiosos-CONFER, Hermandad Obrera de Acción Católica-HOAC, Justicia y Paz, Juventud Estudiante Católica-JEC y Juventud Obrera Cristiana-JOC) reclaman con urgencia la aprobación de un ingreso mínimo garantizado, el reconocimiento del derecho a la prestación por desempleo para las personas empleadas de hogar, la regularización extraordinaria e inmediata de los trabajadores “sin papeles” y un pacto de Estado que apueste por la centralidad de la persona y el trabajo decente.

En este Primero de Mayo “extraordinariamente marcado por la crisis de la pandemia”, el manifiesto reafirma “que el trabajo es para la vida, que debe garantizarse unas condiciones laborales que protejan la integridad física y psíquica de la persona, y que favorezca su protección social, esenciales para una vida digna”.

Como subrayan las entidades de ITD, “no nos cabe duda de que la crisis laboral y económica provocada por la pandemia del COVID-19 hubiera tenido un menor impacto sin la indecente precariedad laboral, ese ‘virus’ que caracteriza el sistema de relaciones labores, que lesiona los derechos de las personas trabajadoras y de sus familias; si la sanidad y el conjunto de políticas sociales hubieran contado con los recursos que necesitan y que fueron recortados como consecuencia de la anterior crisis financiera”.

El manifiesto pone el foco en “los empleos más precarizados, como son los de personas trabajadoras del hogar y de cuidados, de la agricultura, de establecimientos de alimentación o repartidoras, que hasta el momento han estado invisibilizados y no han tenido un justo reconocimiento laboral y social”. Se trata de unos sectores laborales que “en este momento de crisis sanitaria, se han ‘descubierto’ como esenciales para la sostenibilidad de la vida, para garantizar el bienestar de todas las personas y que no nos falten alimentos y cuidados durante el periodo de cuarentena”. A pesar de ello, estos trabajadores y trabajadoras siguen “ejerciendo sus funciones en condiciones precarias y en la mayoría de los casos sin la protección adecuada”.

En la actual emergencia social causada por el coronavirus, “el empleo que en primer lugar se ha destruido —denuncia ITD— es el más débil, el que carece de redes de protección social”. Por ello, lanza una llamada “para que se articulen e impulsen todas las medidas necesarias evitando que esto vuelva a pasar y para construir una red de protección social para quienes han perdido empleo, salario y derechos, para que nadie se quede atrás”.

De manera concreta, ITD en España demanda:

El reconocimiento de un ingreso mínimo garantizado en un programa articulado que integre las políticas sociales en España.
El derecho a la prestación por desempleo para las personas empleadas de hogar, así como el reconocimiento social del trabajo de hogar y de cuidados.
La regularización extraordinaria y urgente de los trabajadores y las trabajadoras “sin papeles” y descartados de los derechos de ciudadanía.
Un pacto de Estado que, entre otras cuestiones, apueste por la centralidad de la persona y el trabajo decente, piedra angular sobre lo que se sostiene todo lo demás.
El fortalecimiento del pilar de los derechos sociales en Europa.

El manifiesto finaliza con una invitación “a las comunidades cristianas a unirnos, desde la distancia física obligatoria, desde nuestras casas, en la celebración y la oración”, y a “participar con creatividad en aquellas acciones que puedan hacer visible la necesidad de un trabajo decente acorde con la dignidad humana”. En Twitter: #AplausoporElTrabajoDecente

Debacle del empleo

ITD subraya los datos más recientes de la realidad del empleo y que, en esta ocasión, muestra un panorama desolador:

– 4 millones de trabajadores afectados por un ERTE, según previsiones del Gobierno.
– 3.548.312 personas desempleadas, según paro registrado a 31 de marzo de 2020.
– 1,4 millones de autónomos han cesado su actividad (solicitudes de ayuda por cese de actividad).
– 833.979 empleos destruidos.
– Más de 1 millón de parados (1.004.595) no reciben ninguna tipo de prestación ni subsidio.

Cabe destacar, además, que el grueso de la pérdida de afiliación se concentra en el régimen general (836.603 personas menos, un descenso del 5,6%), seguido a gran distancia por el régimen de autónomos (40.877 personas menos y un retroceso del 1,3%), el sistema especial del hogar (descenso de 12.060 personas, es decir, una bajada del 1,6%), el sistema especial agrario (6.418 personas menos, descenso del 1,6%) y el régimen especial del mar (pérdida de 2.863 afiliados, lo que supone una merma del 4,5%).

Asimismo, la pérdida de población afiliada por tipo de contrato desde el 12 de marzo se concentra entre la población asalariada con contrato temporal (-550.651 personas, -17,3%) frente a la población asalariada con contrato indefinido (-162.582, -1,9%).

Ha sido la extinción y no renovación de contratos temporales la que, en gran medida, ha provocado la destrucción de empleo. Tanto es así que el porcentaje de caída de la afiliación en los contratos indefinidos, según datos de la Seguridad Social, es del 1,92%, mientras que el porcentaje en relación con la contratación temporal alcanza el 17,30%.

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 Información relacionada 

Convocatoria 1º Mayo 2020 > guion litúrgico; campaña en redes sociales; cartas pastorales…

Libros | Una realidad inquietante

Colaboraciones

Libros | Una realidad inquietante

23 abril 2020

Francisco Porcar | Militante de la HOAC

Es una obra colectiva que recoge, si incluimos el Prólogo, 15 aportaciones de 17 autores y autoras, españoles y latinoamericanos, para una necesaria reflexión sobre lo que está ocurriendo en el panorama político con los neofascismos o la extensión de la extrema derecha y sus políticas estrechamente vinculadas al neoliberalismo. Busca ayudar a comprender, dentro de su complejidad y diversidad, el real peligro que supone para el presente y el futuro de nuestras sociedades.

Los títulos de cada apartado nos dan una idea de lo que nos ofrece: 1. La pendiente neoliberal: ¿neofascismo, posfascismo, autoritarismo libertario? 2. ¿Fue el fascismo una reacción anticapitalista? 3. Batallas de la sensibilidad: el populismo como alternativa al fascismo. 4. Social-identitarios y neoliberales autoritarios: dos corrientes de la nueva Internacional Reaccionaria. 5. El desmontaje de la constitución democrática: auge y formas de los neofascismos. 6. Supremacismo y fascismo. 7. La construcción de enemigo como base del (neo) fascismo. 8. Derecho del trabajo del enemigo: Aproximaciones histórico-comparadas al discurso laboral neofascista. 9. Neofascismo y comunicación. 10. Neofascismo y religión. Los predicadores del neofascismo. 11. ¿Por qué el neofascismo es antifeminista? 12. Lawfare como herramienta de los neofascismos. 13. ¿Fórmulas ganadoras en el discurso político de la extrema derecha?: Un análisis del Frente Nacional de Marine LePen. 14. Memoria y (anti)fascismo.

En la diversidad de perspectivas que aborda, el libro tiene un importante hilo conductor en lo que señala Isaac Rosa en el Prólogo: «Los nuevos fascismos mantienen un fuerte vínculo con los mercados, el poder financiero y el capitalismo global… Los estragos causados por el neoliberalismo… han preparado el terreno para que emerja un nuevo fascismo que, lejos de combatir el neoliberalismo causante, se ofrece a él para llevar su hegemonía aún más lejos. Un capitalismo que en su última fase no necesita ya la democracia…, optando por fórmulas autoritarias para asegurar ese dominio». Frente a lo que es necesario «reconstruir la justicia social, la igualdad y la comunidad desde los escombros dejados por el neoliberalismo, cuidarnos colectivamente para evitar el “sálvese quien pueda” individualista» (pp. 9-10).

Lo que muestra el libro es inquietante, porque lo es mucho la actual realidad social y política que perpetúa la injusticia y la desigualdad, destrozando la vida de personas y del planeta. Lo peor que podemos hacer es banalizar esa realidad, porque eso es «banalizar el mal», como dijo Hanna Arendt que ocurrió con el nazismo en Alemania. Necesitamos tomarnos completamente en serio lo que está ocurriendo. Tiene mucho que ver con el mal de la indiferencia (la «globalización de la indiferencia» que nos hace insensibles al sufrimiento del otro) que tanto denuncia el papa Francisco. Como dice el filósofo Juan Carlos Castelló Meliá (El deber de la resistencia, Dialogo, Valencia 2016), «la indiferencia es muy peligrosa», pues «la persona indiferente es contraria a la responsabilidad social y al amor por el otro», y, por eso, «con la cuestión de la indiferencia nos jugamos el futuro».

Neofascismo. La bestia neoliberal
Adoración Guamán, Alfons Aragoneses y Sebastián Martín (dirs.)
287 páginas.
Siglo XXI, 2019

 

faldon portada y sumario

Charla abierta de Enrique Lluch sobre renta mínima

Convocatorias

Charla abierta de Enrique Lluch sobre renta mínima

22 abril 2020

El colaborador de Noticias Obreras, Enrique Lluch, está organizando conversaciones virtuales sobre aspectos concretos de la economía, en las que se puede participar libremente desde casa. 

El miércoles 22 de abril desde las 18:00 y las 19:00 h. se celebra la conversación titulada “La nueva propuesta de renta mínima vital” en la que participará Luis Ayala Cañón, una de las personas que más sabe sobre rentas mínimas en España. El enlace para esta reunión, aquí 

Luis es autor de dos estudios sobre rentas mínimas en España que se han hecho en estos últimos años.

Para preparar la conversación, Lluch propone también la lectura del artículo que publicó Luis este domingo 19 de abril en el periódico El País (página 39).

También son de interés el vídeo de un minuto y la entrevista de 10 minutos que se pueden encontrar más abajo.

 

 

Cabe recordar que el propio Enrique Lluch es el autor del Cuaderno HOAC, número 13 Rentas de ciudadanía. Justicia social desde el bien común

Las charlas que se vienen celebrando es una iniciativa abierta, sin restricciones ni requisitos, para aprovechar el tiempo de confinamiento, entre otras cosas, para familiarizarse con conceptos económicos y reflexionar crítica y comunitariamente sobre el funcionamiento actual de nuestras sociedades. Las sesiones se realizan todos los miércoles y domingos, a las 18 horas.

Cada charla se acompaña de un artículo introductorio previo que los y las participantes pueden leer antes de entrar en la sala virtual. En la sesión, el profesor Lluch presenta el tema de forma breve y directamente, para dar paso luego a las intervenciones de los y las internautas conectados.

El enlace para entrar en la conversación (siempre es el mismo), a través de una aplicación web, muy intuitiva y fácil de usar, se encuentra aquí.

Charlas anteriores

¿Qué hace que una empresa sea o no social? (19 de abril);  Trabajo y relación en el siglo XXI (12 de abril); Comercio, competencia y coronavirus (29 de marzo); Qué estudia la economía y para qué (1 de abril); y ¿Cuánto es lo suficiente? Medir nuestras necesidades (5 de abril).

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18 abril 2020

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Opinión | Dios nos provoca en la actual situación de muerte en la humanidad

Colaboraciones

Opinión | Dios nos provoca en la actual situación de muerte en la humanidad

17 abril 2020

Isaac Núñez | Consiliario de la HOAC, misionero en Bolivia.

Se me ocurre pensar que la actual pandemia del coronavirus es un autentico signo de los tiempos, a través del cual Dios nos interpela, nos hace una llamada muy fuerte a replantearnos todo el actual sistema de vida. Una llamada no circunscrita a la Iglesia, sino dirigida a toda la humanidad, y que todos pueden captar.

Porque toda la humanidad ha caído en la deshumanización existencial y social y en la destruccion de la naturaleza. Se viene produciendo –como tanto dice el papa Francisco– la expoliación y la contaminación de la naturaleza junto con la opresión y explotación de las personas por el afán de riqueza, por el trabajo –o ausencia del mismo– y por el consumismo adictivo.

Entonces, tanto la Pachamama como la humanidad en su inmensa mayoría, está gritando, consciente o inconscientemente, en una oración anónima pero real, porque brota como un deseo apremiante, un grito hondo del corazón… clamando a Dios por una acción liberadora o alternativa a este sistema cultural, sociopolítico, económico (también religioso) depredador de la naturaleza y de toda la vida humana. El actual proceso de vida personal, social, ecológica y religiosa no es viable, no tiene futuro.

Dios habla y actúa en y a través de los acontecimientos humanos, personal y socialmente. El cristiano y la Iglesia hemos de leer y discernir el mensaje y la llamada de Dios en la marcha de la historia –como sucedió con la esclavitud y la liberación de Egipto, así como la lectura de la realidad social, política, económica y religiosa que hacían los profetas, el mismo Jesús en confrontación con los poderes fácticos de su tiempo y la propia Iglesia, cuando analiza desde el Evangelio y la Doctrina Social, los problemas y las graves cuestiones que atraviesan los países y la humanidad–.

¿Qué nos está diciendo hoy el Señor en esta gravísima situación que estamos viviendo a nivel mundial? Atravesamos una situación que sabe a “castigo del diluvio”, pero que es el auto-castigo de la propia humanidad, enrolada en un ámbito generalizado de pecado, de maldad humana, de inhumanidad –lo que es el pecado–. Sí. ¡Cómo está “castigando” a todos los países del mundo, a todas las personas –de una u otra forma–! ¡Cómo está ahogando vidas! ¡Cómo está asolando la economía productiva, salarial, de consumo! Un gran castigo infligido por la humanidad misma en su conjunto, como fruto del sistema de vida que estamos manteniendo en toda su globalidad. (Por supuesto, Dios no castiga bajo ningún concepto, somos nosotros quienes recogemos lo que sembramos, ya aquí en este tiempo).

Y Dios quiere servirse pedagógicamente de esta situación para pulsar las mentes y los corazones de la Iglesia y de todos los hombres y mujeres  de la tierra, para provocar una reflexión no elusiva, un cambio de mentalidad y de vida, una verdadera conversión –como la de Nínive, “la gran ciudad”– de toda la humanidad. Y a fe que lo está consiguiendo el Señor. Salvo unos cuantos altos lideres de la humanidad, que parecen nadar en la inconsciencia o en la paranoia  de una omnipotencia política y mediática, hoy más que nunca están proliferando escritos e iniciativas con reflexiones y propuestas que  abogan por una economía humana –superadora del siempre redivivo sistema capitalista, el supremo virus toxico de la humanidad–, la redistribución de la riqueza, la dotación publica de servicios adecuados de Salud, Educación, Servicios Sociales…, junto a un plan al fin global y efectivo que preserve la vida de la naturaleza y que supere los efectos desoladores del cambio climático.

En esta misma línea viene expresándose constantemente el papa Francisco, llamando a este cambio, escribiendo, por ejemplo, hace unos días un bello mensaje a los trabajadores y movimientos populares del mundo y planteando –por primera vez por su parte– la dotación de un ingreso mínimo vital, especialmente para quienes realmente lo necesiten para cubrir sus necesidades más básicas.

Escuchemos, pues, en esta situación de pandemia, la voz del Señor y su llamada a movilizarnos para un cambio personal de vida y un compromiso activo en la sociedad. Él nos habla y nos envía a anunciar hoy el Evangelio del Reino de Dios, que reclama la liberación de toda opresión sobre la humanidad y sobre la naturaleza.

Opinión | La fe y el coronavirus

Colaboraciones

Opinión | La fe y el coronavirus

17 abril 2020

Joaquín Sánchez | Consiliario de la HOAC de Murcia.

Con motivo de esta pandemia del coronavirus, la Fe en Dios también juega un papel importante, por la búsqueda de sentido, incluso, de explicación más allá de la explicación científica. Lo digo porque he escuchado algunas explicaciones y posibilidades de solución más allá de la ciencia, de nuestros comportamientos y que creo que necesitaría una reflexión y como cualquier reflexión es personal, es decir, se puede compartir o no.

He oído en varias ocasiones que esta pandemia es “un castigo de Dios por los malos que somos y por nuestros pecados” y lo relacionan con el hecho de que en España, en concreto, haya un gobierno de izquierdas, echando pestes del presidente Pedro Sánchez y haciendo incidencia de que está Podemos, señalando al coletas, Pablo Iglesias, como el demonio encarnado. También relacionan este castigo con la secularización, con la eutanasia y, en general, con todo aquello relacionado con la moral sexual. Es un Dios castigador ¿de derechas? ¿del nacionalcatolicismo? Cuando me dicen esto, a veces les pregunto, no siempre, si Dios no castiga por las guerras, por el hambre, por la violencia machista, por el racismo, la xenofobia, por los desahucios, por las condiciones laborales injustas, por el trato indigno con los refugiados y refugiadas, en definitiva, por tanta inhumanidad y por nuestras complicidades. Ante esto, no tienen respuestas, no lo asocian a los evangelios, al sufrimiento humano sin posicionamientos políticos ni nacionalidades, ni al bien común ni al dignidad humana.

También se oye la petición de una intervención divina que haga desaparecer esta pandemia y de una manera prodigiosa y milagrosa se acabe. Pedimos protección a ese Dios Todopoderoso, a nuestros santos y santas que muevan los hilos de la naturaleza para terminar esta situación tan dolorosa, angustiosa y llena de incertidumbres. Ante esto, habría que preguntarse por qué Dios no evita las guerras, no evitó el holocausto judío, ni la terrible represión de dictadores como Franco, Mussolini, Stalin… ¿Por qué Dios va a solucionar un sufrimiento y sea indiferente ante otro sufrimiento?

La relación de la fe en el Dios de Jesús y el sufrimiento humano está  llena de interrogantes y, personalmente, no quiero caer en esa tentación de responder a cualquier cuestión que no sabemos con un mínimo de certeza con la expresión “es voluntad de Dios”, porque entre sería creer en un Dios cruel y caprichoso y creo que ese Dios no existe. Creo que hay que vincular la maldad del ser humano y de la propia naturaleza a la libertad de ambos, dejando un amplio espacio al misterio de la vida. Las leyes que establecemos en la sociedad y las leyes de la naturaleza gozan de libertad, para lo bueno y lo malo, y están interrelacionadas; lo experimentamos con el cambio climático y con la globalización, de tal manera, que el cronavirus surgió en China, en Wuhan, y ahora está en todos los países.

Creo que la fe nos aporta ese deseo profundo de aliviar el sufrimiento humano, de crear condiciones de vida, de poner nuestro grano de arena para que esa mundo en todos su ámbitos sea expresión de libertad, justicia, reconciliación, fraternidad y conservación del medioambiente. Cuando deseamos que se terminen las guerras, el hambre, esta pandemia u otra, lo que queremos es poner nuestro compromiso al servicio del ser humano (Jueves Santo), sabiendo que este servicio va a suponer estar en conflicto con los poderosos es de este mundo y nos van a hacer sufrir (Viernes Santo), pero, sabiendo que la última palabra no la va a tener ni Donald Trump, ni Putin, ni Xi Jinping, sino el Dios de la vida, sin olvidar que nuestros deseos más profundos no los conseguiremos aquí plenamente.

Nuestra fe en el Dios de Jesús nos lleva a celebrar, orar, a anunciar y a comprometernos en ese mundo donde los verbos amar y compartir van de la mano para crear un mundo de comunión, de encuentro y de creación. Nuestra fe nos lleva a estar juntos a otras personas con credos diferentes, ya sean religiosos, políticos, filosóficos…, porque la humanidad nos une, como esa humanidad nos une, queremos poner nuestro compromiso para controlar esta pandemia, y cuando, termine esta situación, poner toda nuestra vida a replantear esta sociedad, para globalizar la vida, una vida en dignidad, una vida desde el respeto a los derechos humanos y, para eso, habrá que cambiar muchas estructuras socioeconómicas y políticas. No repitamos de nuevo estructuras de codicia, ambición y violencia;  seamos esperanza de esa humanidad nueva regada de sufrimiento y de amor.

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Artículo publicado en el diario La Verdad

Francisco propone un “plan para resucitar” ante la emergencia sanitaria

Iglesia

Francisco propone un “plan para resucitar” ante la emergencia sanitaria

17 abril 2020

Presentamos el texto íntegro de la meditación escrita por el papa Francisco, publicada por la revista Vida Nueva en su edición de hoy. Un aliento de esperanza que nace de la alegría pascual y que anima la vida en tiempos de COVID-19.

Un plan para resucitar

“De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: ‘Alégrense’” (Mt 28, 9). Es la primera palabra del Resucitado después de que María Magdalena y la otra María descubrieran el sepulcro vacío y se toparan con el ángel. El Señor sale a su encuentro para transformar su duelo en alegría y consolarlas en medio de la aflicción (cfr. Jr 31, 13). Es el Resucitado que quiere resucitar a una vida nueva a las mujeres y, con ellas, a la humanidad entera. Quiere hacernos empezar ya a participar de la condición de resucitados que nos espera.

Invitar a la alegría pudiera parecer una provocación, e incluso, una broma de mal gusto ante las graves consecuencias que estamos sufriendo por el COVID-19. No son pocos los que podrían pensarlo, al igual que los discípulos de Emaús, como un gesto de ignorancia o de irresponsabilidad (cfr. Lc 24, 17-19). Como las primeras discípulas que iban al sepulcro, vivimos rodeados por una atmósfera de dolor e incertidumbre que nos hace preguntarnos: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3). ¿Cómo haremos para llevar adelante esta situación que nos sobrepasó completamente? El impacto de todo lo que sucede, las graves consecuencias que ya se reportan y vislumbran, el dolor y el luto por nuestros seres queridos nos desorientan, acongojan y paralizan. Es la pesantez de la piedra del sepulcro que se impone ante el futuro y que amenaza, con su realismo, sepultar toda esperanza. Es la pesantez de la angustia de personas vulnerables y ancianas que atraviesan la cuarentena en la más absoluta soledad, es la pesantez de las familias que no saben ya como arrimar un plato de comida a sus mesas, es la pesantez del personal sanitario y servidores públicos al sentirse exhaustos y desbordados…, esa pesantez que parece tener la última palabra.

Sin embargo, resulta conmovedor destacar la actitud de las mujeres del Evangelio. Frente a las dudas, el sufrimiento, la perplejidad ante la situación e incluso el miedo a la persecución y a todo lo que les podría pasar, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo. Por amor al Maestro, y con ese típico, insustituible y bendito genio femenino, fueron capaces de asumir la vida como venía, sortear astutamente los obstáculos para estar cerca de su Señor. A diferencia de muchos de los Apóstoles que huyeron presos del miedo y la inseguridad, que negaron al Señor y escaparon (cfr. Jn 18, 25-27), ellas, sin evadirse ni ignorar lo que sucedía, sin huir ni escapar…, supieron simplemente estar y acompañar. Como las primeras discípulas, que, en medio de la oscuridad y el desconsuelo, cargaron sus bolsas con perfumes y se pusieron en camino para ungir al Maestro sepultado (cfr. Mc 16, 1), nosotros pudimos, en este tiempo, ver a muchos que buscaron aportar la unción de la corresponsabilidad para cuidar y no poner en riesgo la vida de los demás. A diferencia de los que huyeron con la ilusión de salvarse a sí mismos, fuimos testigos de cómo vecinos y familiares se pusieron en marcha con esfuerzo y sacrificio para permanecer en sus casas y así frenar la difusión. Pudimos descubrir cómo muchas personas que ya vivían y tenían que sufrir la pandemia de la exclusión y la indiferencia siguieron esforzándose, acompañándose y sosteniéndose para que esta situación sea (o bien, fuese) menos dolorosa. Vimos la unción derramada por médicos, enfermeros y enfermeras, reponedores de góndolas, limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, abuelos y educadores y tantos otros que se animaron a entregar todo lo que poseían para aportar un poco de cura, de calma y alma a la situación. Y aunque la pregunta seguía siendo la misma: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3), todos ellos no dejaron de hacer lo que sentían que podían y tenían que dar.

Y fue precisamente ahí, en medio de sus ocupaciones y preocupaciones, donde las discípulas fueron sorprendidas por un anuncio desbordante: “No está aquí, ha resucitado”. Su unción no era una unción para la muerte, sino para la vida. Su velar y acompañar al Señor, incluso en la muerte y en la mayor desesperanza, no era vana, sino que les permitió ser ungidas por la Resurrección: no estaban solas, Él estaba vivo y las precedía en su caminar. Solo una noticia desbordante era capaz de romper el círculo que les impedía ver que la piedra ya había sido corrida, y el perfume derramado tenía mayor capacidad de expansión que aquello que las amenazaba. Esta es la fuente de nuestra alegría y esperanza, que transforma nuestro accionar: nuestras unciones, entregas… nuestro velar y acompañar en todas las formas posibles en este tiempo, no son ni serán en vano; no son entregas para la muerte. Cada vez que tomamos parte de la Pasión del Señor, que acompañamos la pasión de nuestros hermanos, viviendo inclusive la propia pasión, nuestros oídos escucharán la novedad de la Resurrección: no estamos solos, el Señor nos precede en nuestro caminar removiendo las piedras que nos paralizan. Esta buena noticia hizo que esas mujeres volvieran sobre sus pasos a buscar a los Apóstoles y a los discípulos que permanecían escondidos para contarles: “La vida arrancada, destruida, aniquilada en la cruz ha despertado y vuelve a latir de nuevo”(1) . Esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá ser robada, silenciada o contaminada. Toda la vida de servicio y amor que ustedes han entregado en este tiempo volverá a latir de nuevo. Basta con abrir una rendija para que la Unción que el Señor nos quiere regalar se expanda con una fuerza imparable y nos permita contemplar la realidad doliente con una mirada renovadora.

Y, como a las mujeres del Evangelio, también a nosotros se nos invita una y otra vez a volver sobre nuestros pasos y dejarnos transformar por este anuncio: el Señor, con su novedad, puede siempre renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad (cfr. Evangelii gaudium, 11). En esta tierra desolada, el Señor se empeña en regenerar la belleza y hacer renacer la esperanza: “Mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan?” (Is 43, 18b). Dios jamás abandona a su pueblo, está siempre junto a él, especialmente cuando el dolor se hace más presente.

Si algo hemos podido aprender en todo este tiempo, es que nadie se salva solo. Las fronteras caen, los muros se derrumban y todo los discursos integristas se disuelven ante una presencia casi imperceptible que manifiesta la fragilidad de la que estamos hechos. La Pascua nos convoca e invita a hacer memoria de esa otra presencia discreta y respetuosa, generosa y reconciliadora capaz de no romper la caña quebrada ni apagar la mecha que arde débilmente (cfr. Is 42, 2-3) para hacer latir la vida nueva que nos quiere regalar a todos. Es el soplo del Espíritu que abre horizontes, despierta la creatividad y nos renueva en fraternidad para decir presente (o bien, aquí estoy) ante la enorme e impostergable tarea que nos espera. Urge discernir y encontrar el pulso del Espíritu para impulsar junto a otros las dinámicas que puedan testimoniar y canalizar la vida nueva que el Señor quiere generar en este momento concreto de la historia. Este es el tiempo favorable del Señor, que nos pide no conformarnos ni contentarnos y menos justificarnos con lógicas sustitutivas o paliativas que impiden asumir el impacto y las graves consecuencias de lo que estamos viviendo. Este es el tiempo propicio de animarnos a una nueva imaginación de lo posible con el realismo que solo el Evangelio nos puede proporcionar. El Espíritu, que no se deja encerrar ni instrumentalizar con esquemas, modalidades o estructuras fijas o caducas, nos propone sumarnos a su movimiento capaz de “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).

En este tiempo nos hemos dado cuenta de la importancia de “unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral”(2). Cada acción individual no es una acción aislada, para bien o para mal, tiene consecuencias para los demás, porque todo está conectado en nuestra Casa común; y si las autoridades sanitarias ordenan el confinamiento en los hogares, es el pueblo quien lo hace posible, consciente de su corresponsabilidad para frenar la pandemia. “Una emergencia como la del COVID-19 es derrotada en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad(3). Lección que romperá todo el fatalismo en el que nos habíamos inmerso y permitirá volver a sentirnos artífices y protagonistas de una historia común y, así, responder mancomunadamente a tantos males que aquejan a millones de hermanos alrededor del mundo. No podemos permitirnos escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos. Es el Señor quien nos volverá a preguntar “¿dónde está tu hermano?” (Gn, 4, 9) y, en nuestra capacidad de respuesta, ojalá se revele el alma de nuestros pueblos, ese reservorio de esperanza, fe y caridad en la que fuimos engendrados y que, por tanto tiempo, hemos anestesiado o silenciado.

Si actuamos como un solo pueblo, incluso ante las otras epidemias que nos acechan, podemos lograr un impacto real. ¿Seremos capaces de actuar responsablemente frente al hambre que padecen tantos, sabiendo que hay alimentos para todos? ¿Seguiremos mirando para otro lado con un silencio cómplice ante esas guerras alimentadas por deseos de dominio y de poder? ¿Estaremos dispuestos a cambiar los estilos de vida que sumergen a tantos en la pobreza, promoviendo y animándonos a llevar una vida más austera y humana que posibilite un reparto equitativo de los recursos? ¿Adoptaremos como comunidad internacional las medidas necesarias para frenar la devastación del medio ambiente o seguiremos negando la evidencia? La globalización de la indiferencia seguirá amenazando y tentando nuestro caminar… Ojalá nos encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad. No tengamos miedo a vivir la alternativa de la civilización del amor, que es “una civilización de la esperanza: contra la angustia y el miedo, la tristeza y el desaliento, la pasividad y el cansancio. La civilización del amor se construye cotidianamente, ininterrumpidamente. Supone el esfuerzo comprometido de todos. Supone, por eso, una comprometida comunidad de hermanos”(4).

En este tiempo de tribulación y luto, es mi deseo que, allí donde estés, puedas hacer la experiencia de Jesús, que sale a tu encuentro, te saluda y te dice: “Alégrate” (Mt 28, 9). Y que sea ese saludo el que nos movilice a convocar y amplificar la buena nueva del Reino de Dios.

NOTAS

1 R. Guardini, El Señor, 504.
2 Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 13.
3 Pontificia Academia para la Vida. Pandemia y fraternidad universal. Nota sobre la emergencia COVID-19 (30 marzo 2020), p. 4.
4 Eduardo Pironio, Diálogo con laicos, Buenos Aires, 1986.

Reacciones a la carta enviada por Francisco a los trabajadores más humildes y desprotegidos

Iglesia

Reacciones a la carta enviada por Francisco a los trabajadores más humildes y desprotegidos

16 abril 2020

La carta del papa Francisco a los movimientos populares del mundo está teniendo una enorme repercusión en las personas, organizaciones y entidades que acompañan y trabajan en las periferias existenciales y materiales. 

Francisco ha vuelto a denunciar que los trabajadores pobres “han sido excluidos de los beneficios de la globalización” pero no de sus perjuicios: “los males que aquejan a todos, a ustedes los golpean doblemente”, proponiendo para amortiguarlo la puesta en marcha de un “salario universal” y así ningún trabajador quede sin derechos. Además, les anima a seguir en la lucha por las 3T: tierra, techo y trabajo, y les invita a pensar con él “en el proyecto de desarrollo humano integral que anhelamos” para el después de la crisis. 

Conversamos con Gonzalo Ruiz, presidente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC); Lola Contreras, militante y presidenta de la Asociación Barrios Ignorados de Andalucía; Javier Alonso, presidente de Justicia y Paz España; Joaquín Sánchez, militante de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y consiliario de la HOAC de Murcia; y Esther Barba, presidenta de la Juventud Obrera Cristiana (JOC). Todos tiene un denominador común: han sido protagonistas, ellos o su organización, participando en alguno de los tres encuentros mundiales de movimientos populares con Francisco (2014, 2015 y 2016). Comparten sus impresiones de la carta del papa a los trabajadores más humildes y desprotegidos.

Gonzalo Ruiz: «Es la ocasión para que toda la sociedad se implique en salir de esta crisis sin dejar atrás a nadie»

La HOAC, movimiento de trabajadoras y trabajadores cristianos, ha participado en los tres encuentros mundiales de movimientos populares con el Papa. 

«La carta de Francisco pone de manifiesto los grandes problemas que afectan a la humanidad hoy. Señala desde donde ha de plantearse la salida a la situación que viven millones de mujeres y hombres en todo el mundo. Indica, especialmente a los cristianos, donde debemos situarnos para que la salida a esta crisis sea una respuesta radical e integral para que de ella salgamos todos, poniendo fin a la cultura del descarte y la indiferencia.

Nos hace caer en la cuenta que aquellos que viven en situación de pobreza, trabajadores y trabajadoras de la economía sumergida, personas desempleadas, los inmigrantes, los jóvenes, las mujeres, los mayores de 45 años…, son los colectivos más vulnerables que sufren doblemente los efectos de esta crisis. Por tanto, la respuesta a plantearse es una renta mínima, un “salario universal”, dice Francisco, que reconozca la radical dignidad del trabajador y la trabajadora.

Cuando Francisco se dirige a los trabajadores más humildes, que sufren la marginación y pobreza, vienen a la memoria los trabajadores y trabajadoras de los barrios ignorados de nuestras ciudades. Hombres y mujeres que se encuentran fuera de los colectivos a los que van dirigidas las medidas del gobierno, como son parados de larga duración, de la economía sumergida, empleadas del hogar y de cuidados sin contratos e inmigrantes. 

Esta crisis es la ocasión para que todos salgamos sin dejar atrás a nadie, para ello hace falta que el conjunto de la sociedad esté implicada en este reto, junto al Estado, las fuerzas políticas, los agentes sociales y económicos.

La misiva del Papa indica el camino a seguir, que no es otro que el de la solidaridad y el acompañamiento, y plantea claramente desde donde debemos situarnos y cuál ha de ser nuestro horizonte, “ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos quienes deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir”.

En definitiva, el papa Francisco nos interpela, muestra el camino a seguir, indicándonos claramente desde dónde y cómo situarnos para seguir siendo testigos del Evangelio en el mundo obrero y del trabajo de hoy. Nos impulsa y nos anima a seguir construyendo y acompañando las comunidades de nuestros barrios y pueblos».

Lola Contreras: “Francisco reconoce esa poesía social que realizan los movimientos y sus militantes y es muy reconfortante”

La Asociación de Barrios Ignorados de Andalucía ha participado en el I y en el III encuentro de movimientos populares con Francisco.

«Lo que me llama atención de Francisco, cuando habla de los trabajadores pobres, es su estrecha cercanía, parece que es uno más entre ellos; un vecino más de los barrios; un militante más de los movimientos. Una encarnación muy fuerte con los descartados de la sociedad. Esta cercanía y conocimiento del sufrimiento de su pueblo trabajador, le otorga un mayor reconocimiento y autoridad moral.

Otra cuestión que es fundamental es su vivencia con los trabajadores pobres, reconociendo el papel fundamental de los movimientos populares y de base en la organización social, en la atención y el acompañamiento, en este tiempo de dificultad para millones de trabajadores y de familias, que siguen esperando respuestas de las Administraciones. Las entidades sociales, las primeras que han dado respuesta desde el primer día de confinamiento.. El Papa reconoce este trabajo de los movimientos que muchas veces se sienten muy utilizados por los gobiernos y luego son los grandes excluidos de las mesas dónde se toman las decisiones. Francisco reconoce esta poesía social y es reconfortante que lo haga.

Por otro lado, la economía no está dando respuesta a las personas, se está demostrando que no responde a las necesidades. Es esencial un Estado y unas políticas que protejan a los más débiles. Un estado que se ha deconstruido, como consecuencia de las medidas de austeridad y recortes de la crisis financiera de 2008. La gran exigencia ahora es el salario universal. La bolsa de alimentos que hoy se reciben no cubren las necesidades. Hay que avanzar en las respuestas más dignas con la puesta en marcha de unos recursos económicos para atender la vida. Ahora mismo, la Administración debería poner en marcha esta medida. 

Finalmente, nos parece fundamental que Francisco planté  abordar “el después” y analizar lo que nos está pasando. Pide tener en cuenta la aportación de los últimos, de los trabajadores más empobrecidos. También pensamos que debe de hacerse entre todos, familias, barrios, Administraciones, movimientos populares…, para hacer un discernimiento colectivo que pueda favorecer otros cimientos sobre los que se sostengan nuestra sociedad… Estamos viendo cómo las profesiones de mayor “éxito” no son tan esenciales como las profesiones más maltratadas y necesarias para la atención y el cuidado de la vida».

Javier Alonso: “La periferia es el espacio de la Iglesia”

Justicia y Paz de España participó en el segundo encuentro de movimientos populares con el papa Francisco.

«En la vida hay momentos difíciles y también hay demasiadas personas que viven siempre en esos momentos difíciles. Ante las coyunturas difíciles, ante las estructuras de pecado son siempre decepcionantes las palabras bonitas y las promesas. Esto es algo que conocen muy bien los movimientos populares. Las dificultades no se solucionan con promesas, sino con compromiso.

Ese es el compromiso que necesita la humanidad. No necesitamos grandes eventos en el mundo como la COP25 para no llegar a nada. No necesitamos grandes titulares en los medios, necesitamos el sentido de comunidad, el sentido de familia humana, necesitamos la cooperación para acudir con urgencia a la humanidad excluida. La medida de nuestros logros no está en los índices bursátiles de quienes esperan maximizar sus beneficios, sino en la escucha y la participación de las periferias, de quienes sobreviven cada día con lo mínimo.

La periferia es el espacio de la Iglesia, allí donde no llegan las soluciones del mercado, ni los reconocimientos de derechos de las instituciones de los Estados, donde ponemos calidad y calidez. 

La periferia es la única que puede legitimar las denuncias de exclusión y empobrecimiento, es el espacio que debe entrar en las cámaras legislativas y en los medios de comunicación, es el espacio que no se debe invisibilizar con la política-espectáculo».

Joaquín Sánchez, “Nos pide una conversión a una conciencia humanista y ecológica” 

Militante de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y Consiliario de la HOAC de Murcia, ha participado en los tres encuentros mundiales de movimientos populares con Francisco.

«Con motivo de la pandemia del COVID-19, el papa Francisco escribe una carta a los movimientos populares agradeciendo su gran labor en la lucha por la justicia social, por estar juntos con los empobrecidos, por esa humanidad que garantice las tres “T”: Tierra, Techo y Trabajo. Y lo agradece en un momento que se aconseja y se establece por ley el confinamiento de la población para hacer frente a esta pandemia, un confinamiento que es imposible a millones de personas porque no tienen vivienda o muy precaria y porque viven de lo poco que pueden ganar cada día ¿Cómo van a estar confinados un mes? Los empobrecidos no pueden abordar esta crisis sanitaria desde su pobreza, porque no tienen trabajo digno ni vivienda.

Por eso, el papa Francisco pide un “salario universal”, no sólo con motivo de esta pandemia, va más allá, sino porque es un derecho para garantizar un trabajo digno, un trabajo con derechos, pidiendo que se produzca una revolución y es la conversión de nuestro pensamiento consumista, individualista e indiferente, en una conciencia humanista y ecológica. Nos pide que sigamos en esa lucha con esperanza.

Esther Barba: “Como buen evangelizador une al anuncio, la denuncia, partiendo de la vida y el sufrimiento de los trabajadores”

La Juventud Obrera Cristiana ha participado, mediante su organización internacional, la CIJOC, en el primer y tercer encuentro mundial de movimientos populares con Francisco.

El Papa, como buen evangelizador, une al anuncio, la denuncia, y partiendo de la vida y el sufrimiento de los trabajadores, desde una mirada de fe, ve en los movimientos populares un signo de los tiempos cargado de esperanza, invitándonos a todos a una reflexión profunda y a un cambio sincero de vida.

Es un texto vivo, realista y directo, que recoge muy bien el momento actual de sufrimiento y de incertidumbre que a nivel mundial estamos viviendo y que de manera más incisiva padecen los trabajadores y trabajadoras y las clases más desfavorecidas y desprotegidas de la tierra. Francisco, convencido de que la pobreza no es fruto de la casualidad, sino que responde a unas causas y tiene unas consecuencias que padecen directamente “los trabajadores pobres excluidos de los beneficios de la globalización”, hace una denuncia del sistema evasivo e insolidario que fomenta el afán de lucro y la indiferencia. Convencido de la importancia y la centralidad de las personas, las comunidades y de los pueblos el Papa, partiendo de la experiencia de los movimientos populares, de la sabiduría que “se amasa con la levadura de sentir el dolor del otro como propio”, invita a abordar esta crisis superando el paradigma tecnocrático y, aprendiendo de los movimientos populares, a sacar las lecciones que nos ayuden a afrontar juntos el futuro fomentando un desarrollo humano integral. 

Desde la situación que padece la clase trabajadora y convencido del protagonismo de los pueblos, el Papa propone con valentía el establecimiento de un salario mínimo universal, que dignifique “la noble e insustituibles tareas que realizan” y que garantice los derechos de los trabajadores, para terminar invitando a todos a una auténtica “conversión humanista y ecológica”.

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