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Mensaje de Navidad | Que nos encuentre a toda hora preparados para recibirle en nuestros corazones

Iglesia

Mensaje de Navidad | Que nos encuentre a toda hora preparados para recibirle en nuestros corazones

12 diciembre 2018

Todo el tiempo de Adviento es la preparación que necesitamos para poder recibir al Señor en nuestros corazones. Es tiempo de cambio, de conversión, de vigilancia, de escucha y atención. Es tiempo de afinar la sensibilidad para acoger al que llega en la pequeñez y la debilidad de nuestra historia, hecho niño. Es tiempo para descubrir en los rostros que cotidianamente pueblan nuestra historia personal la cercanía de Dios humanado.

Este tiempo no solo acerca a Dios a nuestra historia, sino que nos pone a cada uno de nosotros en la sintonía de Dios. Todos los viajes nos cambian un poco. El de Adviento nos ha de transformar para poder recibir y acoger la alegría desbordante de la navidad de Dios en nuestra vida.

Necesitamos que Dios nos encuentre; necesitamos dejarnos encontrar por Dios. Y para eso hemos de salir de nuestros cómodos refugios y salir al camino. Necesitamos salir a la vida y al encuentro con las alegrías y las penas de nuestros hermanos, para que Dios pueda mirarnos cara a cara con ternura y misericordia entrañables, para que pueda ponerse en nuestras manos.

Necesitamos que sea en cualquiera de las veinticuatro horas de vida honrada donde podamos hacernos accesibles a Dios: en la fábrica, en el taller, en el campo, en el mar, en el despacho, en nuestras casas… y también en las horas oscuras, precarias, difíciles, faltas de alegría; en las horas de desaliento es cuando más necesitamos de su amor.

Necesitamos que Dios nos encuentre, pero necesitamos estar preparados para ese encuentro. De Jesús nacido en el pesebre, en la frontera, en la pobreza, tenemos que aprender a dejarnos querer por Dios y a fiarnos de su amor. Queremos poder amar y servir con todo nuestro corazón y todas nuestras fuerzas.

Necesitamos que sea en nuestro corazón, en el lugar de nuestros amores y dolores, en lo hondo de nuestra vida, allí donde tenemos nuestro tesoro, donde Dios encuentre hogar, para que podamos pensar, trabajar y vivir como él.

Y todo para que su venida sea buena noticia repetida del comienzo del Reino, para que ese Reino vaya siendo un hecho, palpable y visible en la vida de nuestras hermanas y hermanos. Necesitamos la alegría desbordante de Dios en nuestra vida. La necesita el mundo obrero. Una alegría que busca incansablemente, y que no encuentra por los caminos que este mundo le ofrece recorrer. Una alegría que solo puede nacer de ese encuentro con Dios en Belén.

Necesitamos hacernos estrellas que guíen a nuestras hermanas y hermanos por caminos de fraternidad y justicia al encuentro con el amor entrañable de Dios hecho niño, porque este mundo nuestro necesita la alegría, necesita la esperanza, necesita la vida. Necesita sentir que Dios ama tan desmesuradamente a cada uno, que no duda en abajarse hasta dejarse acoger, para que podamos experimentar esa alegría de tener a Dios con nosotros.

Nuestra alegría es nuestra vida y nuestra misión, porque en la vida obrera busca posada y encuentra hogar nuestro Dios humanado. Que Dios nos encuentre a toda hora preparados para recibirle en nuestros corazones.

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Cuando la persona es el centro

Colaboraciones, Familia obrera, Inmigrantes

Cuando la persona es el centro

14 noviembre 2018

José Mª Segura Salvador SJUn profesor de Teología de la Universidad de Deusto nos hizo una vez en clase la siguiente reflexión: el compromiso cristiano es una invitación al exceso. Porque se trata de estar disponibles, de hacerse disponible como Jesús.

Una cosa es ser voluntario de una ONG dos veces por semana (que está genial) y «optar por los pobres» esas 3-4 horas a la semana (que es genial) y otra muy distinta es encarnarse, compartir realidad y sueños, y «estar» cuando a la hora de la siesta o en un puente o a las 3 de la mañana irrumpe la urgencia. Lo primero es estupendo, lo segundo, por lo excesivo, nos acerca a la encarnación. Amor sin anestesia. Amor en sentido político. El Amor al que se refería san Romero de América cuando pedía a los cristianos (no a los bautizados, a los «cristianos») que fuesen «en el sentido más propio de la palabra, revolucionarios».

Voy a contar una historia[1]. Que no es mía. Pero que habla de cómo Dios nos pone de puntillas en «ejercicios» de estiramiento de solidaridad que nos ensanchan el alma.

Parte de mi tarea en el Servicio Jesuita a Migrantes en Valencia (SJM) es entrevistar a los voluntarios y tratar de saber cómo van, si están bien… escuchar e «intervenir» si hay alguna situación que a veces se complica. Ellos son el corazón del SJM y no existiríamos sin ellos. Lo que cuento en estas líneas es un viaje compartido con una voluntaria a la que Dios ha ido llevando, Reino Adentro (Casaldáliga) por los caminos de las campañas de Hospitalidad y Acogida en un ejercicio de estiramiento de solidaridad.

Nuestra voluntaria es una mujer jubilada. Con un don especial para acompañar personas que nace de su capacidad de escucha (con decir que es también voluntaria de hospital). Es, además, una mujer de fe. Con estas cualidades la incorporamos a programas de familias, poniendo el acento en el acompañamiento personal de los procesos que las personas migrantes van haciendo.

En su total disponibilidad se ponía y nos ponía un límite muy claro: «no alojo a nadie en mi casa. No quiero. No tengo sitio y no estoy preparada». Ningún problema ¡hay tanto por acompañar! Y nuestra voluntaria empezó su colaboración atendiendo el teléfono y la base de datos. Pero viendo su potencial, lo confieso, la «empujé» un poquito, y le pedí que llevase trastos a una gitana que acompañamos y que los revende… «Aunque eres un liante y aunque me cuesta ir a verla, siento que Dios me lleva también. Te agradezco este lio».

Así, poco a poco, aparecieron nuevas personas a las que acompañar. Con quienes tomar un café, dar un paseo, hacer refuerzo de clases… y un día apareció en su vida Beni. Una mujer árabe, madre luchadora, musulmana, sola, con dos niños. Nuestra voluntaria la conoció en actividades de SJM «hablamos en varias ocasiones y le acompañé a solucionar algunos trámites…», y esta persona optó por nuestra voluntaria (y viceversa).

En este año de participar activamente en la acogida de personas migrantes con recursos de hogar, si algo hemos aprendido es que la vida es maravillosamente impredecible. Que las complicaciones no faltan, y que Dios tampoco.

En verano Beni encontró trabajo gracias a una ONG con la que colaboramos. Un día tuvo un accidente laboral y se tuvo que quedar ingresada en el hospital. Desde el servicio de urgencias llamaron al SJM porque ella explicó que éramos su única familia. Después del susto y del subidón: ¡Somos su familia! ¿Qué hacemos? ¿Y los niños? Un matrimonio de voluntarios se los llevó a su casa a pasar la noche, que luego fueron tres. Ningún problema. Gente buena que Dios acompaña para que acompañe. Pero, ¿quién va al hospital? Hicimos turnos. Como cuenta nuestra voluntaria «me quedé acompañándola en el hospital… después de 24 horas en observación, de madrugada y con aerosoles y bastante medicación le dieron el alta».

Fuimos a recogerla pero estaba demasiado débil. Su casa de acogida está en un sexto sin ascensor. Pudimos «escalar» los cuatro pisos, ¡fue una aventura!, pero a las horas tuvo una crisis respiratoria y hubo de volver a ingresar al hospital con ambulancia incluida… Al salir al día siguiente nos temíamos que se repitiese la situación. ¿Qué hacemos ahora? Podríamos llevarla a la comunidad de jesuitas pero, ¿y si necesita ayuda para su higiene personal…?

Y esta samaritana, que me había y se había prometido que no metería a nadie en su casa, «Señor no te pases, no me pidas eso», lo vio claro: «sus hijos estaban atendidos y ella tenía que volver al hospital a los tres días, sin pensarlo me la llevé a casa». Mirando hacia atrás nos cuenta «esa acción supuso romper uno de mis limites más celosamente conservado, me deje llevar por el momento».

Como en esos pasajes en los que Jesús actúa la misericordia de Dios «no me lo planteé, lo hice». Y explica «Vivo sola y mi casa es mi espacio, mi refugio, no está preparada para acoger (ni yo tampoco) pero me dejé llevar por lo que me decía el corazón y no la razón, cedí mi habitación, mi cama, solo podía pensar en que estuviera cómoda, en que se sintiera segura. Veía y sentía su debilidad, su abatimiento, ella se convirtió en el centro». Esta es la revolución de la ternura que pide el papa Francisco, el primerear, el dejarse afectar, el hacerse cargo de la realidad y cargar con ella: le dejé mi cama.

Cuentan que al Dios de la Vida, a la Ternura-de-Dios-hecha-carne, al Hijo Encarnado (con permiso de Rahner), Dios le sorprendió en una mujer sirofenicia y le hizo extender los límites de su misericordia. Para nuestra voluntaria este encuentro con la prójima, que es la hermana necesitada que Dios puso en su camino, fue lugar de encuentro con Dios mismo. De hecho «Beni» es un nombre ficticio por «Bendición, que es lo que ha sido y es para mí, creo que Dios estuvo en este encuentro, fui su instrumento y medio la fuerza del Espíritu para poderlo hacer».

Escribía san Ignacio en su diario espiritual: «Te seguiré a donde me lleves. Sabiamente ignorante iré donde no sé. Puesto el corazón en ti, te seguiré». Dice nuestra hermana voluntaria, en quien Dios está provocando que todos en el SJM repensemos qué límites ponemos a nuestra solidaridad, «Dios me está conduciendo por un camino, que no sé dónde me llevará, intento vivir el presente llenándolo de amor, a la manera de Jesús».

[1] La protagonista es una voluntaria del Servicio Jesuita a Migrantes en Valencia.

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Iglesia

#DíadelaAcciónCatólica | Discípulos misioneros de Cristo, Iglesia en el mundo

16 mayo 2018

Mensaje de los obispos de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar con motivo del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar (Domingo, 20 de mayo de 2018).

En la solemnidad de Pentecostés celebramos el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar para tomar conciencia de que en la Iglesia, nacida bajo el impulso del Espíritu Santo, el laicado juega un papel fundamental para esta nueva etapa de la evangelización, a la que hemos sido convocados reiteradamente por los últimos pontífices.

El Concilio Vaticano II, en la carta magna del laicado, el Decreto Apostolicam actuositatem, situaba como una urgencia de nuestros tiempos la participación de los fieles laicos en la misión de la Iglesia: «Nuestros tiempos no exigen menos celo en los laicos, sino que, por el contrario, las circunstancias actuales les piden un apostolado mucho más intenso y más amplio… Y este apostolado se hace más urgente porque ha crecido muchísimo, como es justo, la autonomía de muchos sectores de la vida humana, y a veces con cierta separación del orden ético y religioso y con gran peligro de la vida cristiana. Además, en muchas regiones, en que los sacerdotes son muy escasos, o, como sucede con frecuencia, se ven privados de libertad en su ministerio, sin la ayuda de los laicos, la Iglesia a duras penas podría estar presente y trabajar» (AA, n. 1).

En la Evangelii nuntiandi 14, el beato Pablo VI nos recordaba que la Iglesia existe para evangelizar y de un modo especial destacaba el lugar que deben ocupar los seglares en esta misión, afirmando que «su vocación específica los coloca en el corazón del mundo y a la guía de las más variadas tareas temporales» (EN, n. 70).

A los veinte años del Concilio Vaticano II, en la exhortación apostólica postsinodal Christifideles laici, san Juan Pablo II expresará con rotundidad que lo propio y peculiar de los laicos es su dimensión secular: «Ciertamente, todos los miembros de la Iglesia son partícipes de su dimensión secular; pero lo son de formas diversas. En particular, la participación de los fieles laicos tiene una modalidad propia de actuación y de función, que, según el Concilio, “es propia y peculiar” de ellos. Tal modalidad se designa con la expresión “índole secular” [LG, n. 31]» (ChL , n. 15).

En la actualidad, el papa Francisco ha definido este modo de estar la Iglesia en el mundo como una Iglesia en salida, que sale de su propia comodidad y se atreve a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (cf. Evangelii gaudium, n. 20). En esa Iglesia, que está encarnada en lo profundo del mundo y de la sociedad, evitando la tentación de la autorreferencialidad y sin miedo a las equivocaciones, ocupan un lugar privilegiado los laicos. El papa Francisco está invitando constantemente a que en una Iglesia en salida, tengamos un laicado en salida. Unos laicos bien formados, maduros, animados por una fe sincera y límpida, cuya existencia haya sido tocada por el encuentro personal con Cristo Jesús. Son importantes en este sentido las palabras pronunciadas por el papa Francisco con motivo de la Asamblea del Pontificio Consejo para los Laicos (17.VI.2016): «Necesitamos laicos que se arriesguen, que se ensucien las manos, que no tengan miedo de equivocarse, que salgan adelante. Necesitamos laicos con visión de futuro, no cerrados en las pequeñeces de la vida. Y se lo he dicho a los jóvenes: necesitamos laicos con el sabor de la experiencia de la vida, que se atrevan a soñar. Hoy es el tiempo en que los jóvenes necesitan los sueños de los ancianos».

Ahora bien, los laicos están llamados a ser Iglesia en el mundo porque su apostolado tiene su origen en el bautismo. Por el sacramento del bautismo, cada fiel laico se convierte en discípulo misionero de Cristo, en sal de la tierra y luz del mundo (cf. EG, n. 120).

Ser discípulos misioneros de Cristo significa poner al Señor en el centro de tu propia existencia. El discípulo de Cristo se nutre de la oración, la escucha de la Palabra y los sacramentos, especialmente de la eucaristía.

Ser discípulos misioneros de Cristo se vive en el amor y la fidelidad a la Iglesia, fundada por el mismo Cristo para nuestra salvación. Ser discípulos misioneros de Cristo consiste en estar atentos a las necesidades de nuestros hermanos, especialmente de los pobres y los excluidos y convertirnos para ellos en oasis de misericordia, luchando por un mundo más justo y solidario.

Ser discípulos misioneros de Cristo significa encarnar la vocación al Amor a la que estamos llamados, especialmente en lo cotidiano (familia, trabajo, ocio, etc.), sabiendo acoger y aprender de todos.

Ser discípulos misioneros de Cristo pide el compromiso en el cuidado y respeto de la creación.

El discípulo misionero de Cristo es, en definitiva, aquel que no se deja robar la alegría y la esperanza, porque ha puesto su confianza plena en el Señor, que es «fuente y origen de toda alegría» (cf. EG, n. 1).

Esta llamada a ser discípulos misioneros de Cristo, Iglesia en el mundo es para cada uno personalmente y también como miembros de Acción Católica, de las Delegaciones de Apostolado Seglar, de las Asociaciones y Movimientos de fieles laicos.

Damos gracias al Espíritu Santo por la variedad de carismas laicales con que ha enriquecido a su Iglesia y pedimos que todos sirvan para el bien común, para la edificación de la propia Iglesia.

En este año, en el que el papa Francisco ha convocado un Sínodo sobre los Jóvenes, no podemos olvidar que nuestra Iglesia está llamada a escuchar a los jóvenes y dejar que asuman el protagonismo en la tarea de la evangelización, en comunión con los adultos, con las familias.

Por este motivo, prestamos un especial interés en esta Jornada de Acción Católica y del Apostolado Seglar a los jóvenes, con el deseo de que «reconozcan y acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud, y también pedir a los mismos jóvenes que ayuden a identificar las modalidades más eficaces de hoy para anunciar la Buena Noticia. A través de los jóvenes, la Iglesia podrá percibir la voz del Señor que resuena también hoy»1.

Que la Virgen María, que estuvo presente en oración junto a los Apóstoles en el día de Pentecostés, interceda por nuestro laicado para que promueva en nuestra Iglesia española un nuevo, y tan necesario, Pentecostés.

Documento preparatorio para el Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General Ordinaria sobre los Jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional (13.I.2017)

Presidente
✠ Mons. Javier Salinas Viñals, obispo auxiliar de Valencia.

Vicepresidente y presidente de la subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida
✠ Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, obispo de Bilbao

Consiliario de pastoral de Juventud, Acción Católica y Manos Unidas
✠ Mons. Carlos Manuel Escribano Subías,  obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño.

Pastoral de Juventud
✠ Mons. Antonio Gómez Cantero, obispo de Teruel y Albarracín.
✠ Mons. Arturo Ros Murgadas, obispo auxiliar de Valencia.

Pastoral Obrera
✠ Mons. Antonio Ángel Algora Hernando, obispo emérito de Ciudad Real.

Consiliario de Cursillos de Cristiandad
✠ Mons. Josep Àngel Sáiz Meneses, obispo de Tarrasa.

Foro de Laicos
✠ Mons. Arturo Ros Murgadas, obispo auxiliar de Valencia.

Familia y Vida
✠ Mons. Juan Antonio Reig Plá, obispo de Alcalá de Henares.
✠ Mons. José Mazuelos Pérez, obispo de Jerez de la Frontera.
✠ Mons. Juan Antonio Aznárez Cobo, obispo auxiliar de Pamplona.
✠ Mons. Francisco Gil Hellín, arzobispo emérito de Burgos.
✠ Mons. Sergi Gordo Rodríguez, obispo auxiliar de Barcelona.

■ Más información

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Para que los fieles laicos cumplan su misión específica poniendo su creatividad al servicio de los desafíos del mundo actual.

Los laicos están en primera línea de la vida de la Iglesia.
Necesitamos su testimonio sobre la verdad del Evangelio y su ejemplo al expresar su fe con la práctica de la solidaridad.
Demos gracias por los laicos que arriesgan, que no tienen miedo y que ofrecen razones de esperanza a los más pobres, a los excluidos, los marginados.
Pidamos juntos este mes para que los fieles laicos cumplan su misión específica, la misión que han recibido en el bautismo, poniendo su creatividad al servicio de los desafíos del mundo actual.

—Papa Francisco, mayo 2018

#CaminarJuntos al servicio de los pobres

Editoriales

#CaminarJuntos al servicio de los pobres

16 abril 2018

Cuando en la Asamblea Plenaria de noviembre de 2014 la Conferencia Episcopal Española decidió abrir un proceso de diálogo con los movimientos especializados de Acción Católica, la HOAC manifestamos nuestra alegría por ese «necesario diálogo eclesial». Después del proceso de diálogo constatamos que ha sido para nosotros una gracia que nos ha ayudado a profundizar y madurar con mayor conciencia en nuestro ser y misión que para la HOAC es la presencia evangelizadora en medio de las condiciones de vida y de trabajo del mundo obrero. Somos Acción Católica para la Pastoral Obrera. A eso nos envía la Iglesia. Pero, sobre todo, constatamos la necesidad de que ese diálogo entre movimientos y obispos sea algo permanente y habitual, en el conjunto de la Iglesia en España y en cada diócesis. Está en el ser de todos y cada uno de los movimientos de Acción Católica, en el ser de nuestro servicio a la vida y misión de la Iglesia. Está en el propio ser de la Iglesia.

Nuestra experiencia nos dice, como nos recuerda el papa Francisco, que la Iglesia estamos permanentemente necesitada de «conversión misionera», que la salida misionera y la profundización vital en la misión es «capaz de transformarlo todo» (EG 27). Esa conversión misionera nos pide crecer siempre en algo que es propio del ser de la Iglesia y una llamada permanente: la sinodalidad, el caminar juntos. Solo esa sinodalidad nos posibilita vivir de verdad un permanente discernimiento de la realidad concreta de nuestro mundo en la que estamos llamados a anunciar el Evangelio y a construir desde él fraternidad. Porque «lo importante es no caminar solos, contar siempre con los hermanos, y especialmente con la guía de los obispos, en un sabio y realista discernimiento pastoral» (EG 33). Y la conciencia de que «cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide; pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atrevernos a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (EG 20). Esto nos pide promover en nuestras comunidades eclesiales locales, y en el conjunto de la Iglesia, caminos para el diálogo y el discernimiento, para caminar juntos y hacer de todos y de cada comunidad un sujeto activo en la vida misionera de la Iglesia. Al servicio de ese caminar juntos, desde el protagonismo de cada uno, la colaboración y la solidaridad, debemos estar el ministerio laical que somos los movimientos de Acción Católica y el Ministerio Pastoral, creciendo en la práctica mutua de «escuchar, que es más que oír» (EG 171).

Teniendo siempre presente vitalmente que ese «caminar juntos», desde la escucha y el diálogo, es para hacer más verdad en nuestra vida y actuación algo que nos recuerda insistentemente el Magisterio de la Iglesia: «El amor por el hombre, y en primer lugar por el pobre, en el que la Iglesia ve a Cristo, se concreta en la promoción de la justicia» (san Juan Pablo II, CA 58). «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres (…); esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre (…) Hacer oídos sordos a ese clamor (…) nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto (…)

La Iglesia ha reconocido que la exigencia de escuchar este clamor brota de la misma obra liberadora de la gracia en cada uno de nosotros, por lo cual no se trata de una misión reservada solo a algunos: la Iglesia, guiada por el Espíritu de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia, y quiere responder a él con todas sus fuerzas» (EG 187 y 188).

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Rogad por nosotros

Iglesia

Rogad por nosotros

30 marzo 2018

Fernando Díaz Abajo | En pleno camino de Cuaresma hacemos memoria de los obreros muertos en el campo de honor del trabajo y de la lucha, con la esperanza de que lo débil de Dios es más fuerte que la muerte; más que cualquier muerte y desaliento. Terminaremos este mes en la oscuridad de la noche del sábado santo, en vigilia esperanzada, velando junto al sepulcro, deseosos de vida, confiados en el amor entrañable de Dios, en la fuerza de su amor, sabiendo que amanecerá, de nuevo, la gran luz de la misericordia.

Esperanzados en ese mismo y entrañable amor vivieron su vida hermanos y hermanas nuestras que han culminado su Pascua definitiva, para dejarse acoger por el entrañable abrazo de la Misericordia.

El 29 de octubre abría esta marcha Consuelo Ribes, militante de Valencia. En el recordatorio de su muerte se dice: «Cuando una persona buena y noble ha vivido a nuestro lado, no nos es arrebatada completamente, queda tras ella como una luz de estrellas que se ven desde el cielo después de muchos años».

Domingo Rodríguez-Bolardo militante de Córdoba, partía inesperadamente a la casa del Padre el 6 de noviembre. Los militantes de la HOAC de Córdoba lo recordaban con estas palabras: «Domingo siempre ha preferido pasar desapercibido… pero no podía. No tenía madera de líder… pero estuvo al frente de mil batallas por la dignidad de la clase obrera, por la de todas aquellas personas empobrecidas. No era de grandes demostraciones de su fe… pero la destilaba en cada gesto, en cada decisión, en cada momento de su vida».

Pepe Camacho dejaba un sentimiento de orfandad en la HOAC de Almería, de la que fue impulsor, al fallecer tras una larga enfermedad el 13 de diciembre, sin faltarle en todo ese tiempo el cariño de Begoña, su esposa, militante también de la HOAC, ni el de los militantes de la diócesis. Recientemente, en la visita a la diócesis nos decían que aun siendo menos, se encuentran más ilusionados. Se nota que Pepe les sigue acompañando en la espera de la resurrección definitiva.

Comenzado el año recibíamos la noticia del fallecimiento de Etelvino López Avúlez, el 8 de enero en Tenerife. Fue durante algunos años consiliario de la HOAC diocesana, además de estar muy cerca del mundo de la enfermedad como capellán de diversos centros hospitalarios.

El 28 de enero culminaba su Pascua Paco Medina, primer presidente diocesano de la HOAC de Cádiz. Nació en el seno de una familia obrera, su padre oficial de 1ª de Astilleros y miembro de la CNT, su madre en la casa cuidando sus seis hijos. Trabajó en una sastrería y posteriormente a partir de 1940 en Astilleros hasta su jubilación. En 1948 unos compañeros le hablan de la HOAC y comienza a asistir a conferencias y ejercicios que organizaban los Hombres de Acción Católica. En 1950 el obispo de Cádiz le nombra presidente de la HOAC.

Cuando ya estaba cerrada esta memoria, el 20 de marzo, de manera abrupta e inesperada, nos dejó Paco Gómez Luque, a los 77 años de edad, consiliario diocesano de Málaga, que falleció por complicaciones posteriores a una intervención quirúrgica, sumiéndonos en un desconcierto del que solo es posible salir con la luz de la fe y la esperanza en la Resurrección que celebraremos en pocos días. Como recordaba su primo Pepe en el funeral, Paco fue “palabra mediante la cual Dios nos cuenta su historia”.

En todos ellos se sembró la semilla de la HOAC. No estuvieron en la HOAC; fueron de la HOAC. En cada uno de ellos hay un testimonio de vida entregada y sembrada, fructificada en signos sencillos del Reino. De todos ellos, nuestros mayores, podemos aprender los que seguimos aquí, a vivir la fe, la esperanza y el amor, construyendo una vida de comunión en la pobreza, la humildad y el sacrificio, con alegría. De ellos aprendemos que en esto no hay jubilación.

El mundo obrero sigue necesitando vidas humanas, sencillas, entregadas, de creyentes, como las de estos hermanos y hermanas que han hecho de la suya un camino para amar. Los primeros cristianos decían que la sangre de los mártires era semilla de nuevos cristianos. Nosotros podemos decir, porque lo hemos comprobado, que los militantes muertos en el campo de honor del trabajo y de la lucha, abren caminos de humanización en el mundo obrero, y que –más temprano que tarde– florecen en nuevos militantes, hombres y mujeres de Dios y de su Iglesia para ser testigos del Amor en medio de la vida del mundo obrero. Ellos descansan en paz. Dios les paga. Sigamos aprendiendo de sus vidas.

Nuestro mejor recuerdo y homenaje es avanzar en nuestro camino hacia la Pascua de liberación que celebraremos, hacia la Pascua de la vida, sentida en la sencillez de lo cotidiano, sembrándonos también como el grano de trigo, que al morir, da fruto; hacia el abrazo entrañable del Dios que nos crea, nos sostiene y cobija, y nos llama a la vida plena.

Hermanas y hermanos de la HOAC del cielo, rogad por nosotros.

 

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Lo débil de Dios es más fuerte

Iglesia

Lo débil de Dios es más fuerte

23 marzo 2018

Fernando Díaz Abajo | El trecho final de esta Cuaresma nos lleva hasta el mismo Domingo de Ramos, preludio de la Pasión de Jesús. Culmen de las experiencias más duras que vive Jesús en su existencia humana. Es el devenir aceleradamente entrelazado de hondos acontecimientos de su existencia: la pasión, el rechazo, la traición, el abandono de sus discípulos, el conflicto llevado al extremo, la soledad, la sensación de fracaso de su vida y la terrible sensación de experimentar, por un instante, el abandono de Dios (Mc 14, 1-15, 47).

Pero no hay dolor sin esperanza, ni esperanza sin entrega. La esperanza siempre surge transida del dolor humano, porque es ahí donde cuaja. La vida es una mezcla armónica de situaciones que hace precisamente que sea vida. La nevada que nos limita contiene en sí una inmensa belleza y, a la vez, es preludio de la primavera. Las dificultades de toda lucha contienen en sí gérmenes de victoria y son anuncio de liberación. La vida entregada por amor, que cae y se gasta, es semilla de vida resucitada (Jn 12, 20-33). La vida herida por la deshumanización que vivimos cada día, es la que se transforma en blanda tierra, capaz de acoger la semilla del Reino. El mal, por astuto y fuerte que sea es menos profundo y verdadero que el bien. La vida es más grande y fuerte que la muerte. Lo débil de Dios es más fuerte que los hombres (1Co 1, 25).

El camino de la Cuaresma nos va marcando una dirección: humanizar nuestra existencia poniéndola en sintonía con Dios y con los pobres. Nos invita a dejarnos habitar por este Dios rico en misericordia (Ef 2, 4), para ir renaciendo a una vida nueva de discípulos, capaces de escuchar, de dejar que Dios nos espabile cada mañana hasta que aprendamos, por fin, a amanecer en la gran luz de su misericordia (Is 50, 4-7). Nos propone dejarnos moldear por el amor de Dios y el proyecto del Reino, para hacer su voluntad; para ser discípulos. Y en este tramo final nos enfrenta a lo más radical de nuestra propia existencia: solo la vida entregada por amor nos salva; solo la entrega de nuestro Dios en la entrega de nuestra propia vida. Solo la radical confianza en el Amor, que nos sostiene, nos permite vislumbrar y alcanzar la meta de la Resurrección y la vida.

Ley de vida (Ex 20, 17) es la que nos ofrece la Palabra de Dios este mes, un regalo de la misericordia desmesurada de Dios; una ley de vida que es compromiso entre Dios y su pueblo: una nueva alianza (Jr 31, 31-34), capaz de transformar nuestra existencia en una vida de discípulos. Una propuesta de vida que solo se nos hace accesible si, como Jesús, estamos dispuestos a llevar hasta el final nuestra parte del pacto: fiar en el amor de Dios, siempre, en toda circunstancia, contra toda esperanza, sosteniendo el empeño de vivir su voluntad, sostenidos por su Gracia. Una propuesta de vida que solo es posible vislumbrar si estamos dispuestos a llegar hasta el final, gastándonos, sembrándonos, muriendo para resucitar.

La Cruz es la explicación y el desvelamiento de todo ello. Hacia ella nos encaminamos, porque la voluntad de Dios no es que el mundo se condene, sino que salve por Jesucristo (Jn 3, 15).

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A propósito del Día Mundial por la Justicia Social

Colaboraciones

A propósito del Día Mundial por la Justicia Social

29 enero 2018

Maite Valdivieso | Tras el acuerdo de la Asamblea General de la ONU cada 20 de febrero se celebrará el Día Mundial de la Justicia Social. Tal vez pensemos ¡un día más con lema para el calendario! ¿No tenemos ya demasiados «Día de…»? ¿Tienen alguna utilidad? ¿Para qué sirven? Total, ¡mañana será otro día!, y… a otra cosa «mariposa».

La respuesta nos la da la propia Asamblea General en muchas de las resoluciones en las que designa tal o cual fecha como Día Internacional. Se trata de sensibilizar, concienciar, llamar la atención, señalar que existe un problema sin resolver, un asunto importante y pendiente en las sociedades para que, a través de esa sensibilización, los gobiernos y los estados actúen y tomen medidas o para que los ciudadanos así lo exijan a sus representantes.

Se comenta cómo suele llevarse a cabo una descripción de la situación, cuáles son los aspectos que más preocupan al respecto, indicando también qué caminos o acciones sería adecuado poner en marcha para poner solución al problema. Pero me gustaría destacar especialmente un aspecto, sirven de termómetro para conocer cuál es el interés que un asunto despierta en una determinada región. Y comentan que basta con observar cómo la popularidad de cada Día Internacional varía por regiones e idiomas. Destacan que son significativos el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos o el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, por ejemplo.

Esta Jornada dedicada a la justicia social busca apoyar la labor de la comunidad internacional encaminada a erradicar la pobreza y promover el empleo pleno y el trabajo decente, la igualdad entre los sexos y el acceso al bienestar social y la justicia social para todos. Un principio fundamental para la convivencia pacífica y próspera, dentro de cada país y en la relación entre ellos.

Pongámonos pues el termómetro: ¿cómo andamos de justicia social en nuestro mundo, en nuestra realidad más cercana? El siguiente texto de Guillermo Rovirosa lo refleja bien: «La injusticia ocupando el puesto de la justicia. El favoritismo económico, social y personal usurpando el lugar de lo que exige la ordenación cristiana de las cosas, la brutalidad, el abuso y el odio organizando, campando con fines políticos. El orgullo y la soberbia elevados a la dignidad de dioses… No importa que millones de personas carezcan de lo más necesario para llevarse a la boca. No importa que la falta de vivienda sea un problema angustioso y palpitante. No importa que millones de seres hayan de emigrar, en un peregrinar sin descanso, a causa del orden que se sostiene por la fuerza. No importa que el pueblo esté sojuzgado. No importa la mordaza que pesa sobre las fuentes honradas y justas de la información. No importa el desorden de unos pocos nadando en la mayor opulencia y de otros innumerables padeciendo hambre crónica. No importa todo este desorden, con tal que la tranquilidad, confundida con el orden, siga reinando». Un texto escrito a finales de los años 50 del siglo pasado y que podríamos haber rescatado de cualquier informe actual.

Hoy sigue siendo urgente desenmascarar ese «orden establecido», dejar de mirar hacia otro lado, romper con el conformista «no hay nada que hacer», que normaliza el economicismo capitalista que se ha impuesto como forma de vida y debilita el «hambre y sed de justicia» que brota de la misericordia. Como dice E. Wiesel: «lo que más daño hace a la víctima no es la crueldad del opresor, sino el silencio del espectador».

Necesitamos indignarnos, reivindicar, continuar la lucha por la defensa de la dignidad inviolable de la persona que, a lo largo de la historia, han protagonizado y siguen impulsando tantos movimientos emancipatorios, que expresan un valor central en el proyecto humanista de la modernidad: el valor de la lucha por la justicia y, muy unido a él, el valor otorgado a la política (la actividad del ser humano para construir vida social) como instrumento de construcción de una sociedad más humana. Movimientos por la construcción de la democracia en la vida social, los movimientos obreros, los movimientos feministas, los movimientos ecologistas, los movimientos pacifistas, los movimientos de solidaridad con los empobrecidos, los movimientos por otro mundo posible, etc. Todos ellos han hecho aportaciones muy importantes para las personas y han contribuido y siguen contribuyendo a humanizar la sociedad.

Comenta J. L. González Faus que «la tradición cristiana solía decir que la mayor victoria del demonio (el mal) es convencernos de que no existe y eso mismo puede decirse hoy de la injusticia». Necesitamos romper con ese círculo diabólico donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Es urgente acabar con su dinámica infernal, romper con el silencio, decir la verdad, exigir responsabilidades, sufrir con, proteger a quién es más vulnerable, hacer «de los últimos, primeros». Necesitamos recuperar la justicia. Un valor que solo se capta en su profundidad y que solo puede ser recuperado, desde el amor que mira a las víctimas y se vuelve compasión, fuerza capaz de cambiar la propia vida y de impulsar la búsqueda de la transformación profunda de la realidad. Hacer verdad el Proyecto de Comunión que encarna Jesús de Nazaret, la solidaridad con las víctimas, desvivirse por los otros, para dar más frutos de libertad, paz, justicia. Vivir en definitiva desde el Amor.

Como expresa Lucía Ramón, recordando a las obreras que en 1912 gritaban «¡Queremos pan, pero también rosas!», reivindicar «la justicia de las rosas», la justicia entrañable sanadora de la persona y de sus relaciones, que va más allá de la justicia distributiva, porque hace posible una vida nueva, plenamente humana, una vida liberada e íntegra, libre de cualquier dominación, liberada para amar, gozar y crear más vida». 

¡Sí! Sigue teniendo sentido una Jornada Mundial por la Justicia Social. Sensibilizar, concienciar, llamar la atención, señalar que existe un problema sin resolver… Se necesita sobre todo actuar.

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La opción preferencial de la Iglesia por los excluidos #JornadaMundialdelosPobres

Colaboraciones

La opción preferencial de la Iglesia por los excluidos #JornadaMundialdelosPobres

16 noviembre 2017

Pepe Lozano, consiliario HOAC Orihuela-Alicante | El papa Francisco, de acuerdo con los representantes de la Iglesia, ha instituido la Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará cada año a finales de noviembre, por las mismas fechas que la Jornada Mundial de las Personas sin Hogar.

Al acabar el 2016, Año de la Misericordia (de la solidaridad con los que excluidos), Francisco ha querido que no se quedara en un año, sino que continuara y, a ser posible, fuera en aumento la solidaridad con los últimos de este mundo, en toda la vida de la Iglesia y en la humanidad. Esta Jornada la celebraremos, este año, el 19 de noviembre.

Para Francisco, el colectivo tan numeroso de los que viven en la precariedad, tiene un significado especial, son el resultado de la organización económica y política del mundo en que vivimos, que niega la dignidad de la persona. Esta gran parte de la humanidad que vive en condiciones inhumanas, a nivel mundial, son una interpelación constante a la sociedad y a su organización, ellos, con sus reivindicaciones y luchas van cambiando las estructuras de la humanidad, como lo han hecho siempre a través de la historia. Los últimos de este mundo, llámense parados, inmigrantes, refugiados, trabajadores en precario, jubilados bajo el nivel de la pobreza y los dos mil millones que en el mundo pasan con dos euros al día, y algunos menos, son la gran fuerza que contribuye a humanizar el mundo en que vivimos. Ellos, junto con todos los colectivos, partidos, sindicatos, plataformas y otros grupos de la  sociedad, van abriendo brecha para caminar a un mundo diferente de verdadera igualdad y en donde la dignidad de la persona sea lo primero. Para Francisco los pobres, con sus sufrimientos y con toda su vida, además de ser la expresión de la injusticia del sistema en que vivimos, son la gran riqueza de la humanidad que la llama y puede posibilitar su renovación y liberación de todas las esclavitudes el exceso de bienes.

Nos dice también que la atención a los que viven en la precariedad, no ha de ser solo el objeto de un valioso voluntariado, sino una opción de vida, un estilo de vida, algo que comprometa toda nuestra persona y nuestros bienes. Y nos invita a valorar la pobreza, elegida voluntariamente, como una opción de vida que nos libera de muchas ataduras y posibilita nuestra disponibilidad para comprometernos en las luchas de los excluidos de nuestra sociedad, además de concebir la pobreza, la vida sencilla, como el estilo de vida que garantiza el futuro de la humanidad, si queremos que haya supervivencia para la generaciones futuras.

Deja muy clara Francisco la opción preferencial de la Iglesia por los excluidos de este mundo, no en teoría sino en la vida concreta, en la organización y acciones concretas de cada comunidad cristiana. El modelo de Iglesia para él lo propone como un hospital, o comunidad de servicio que vive en “tiendas de campaña”, Iglesia pobre para los pobres, Iglesia comprometida con los pobres, Iglesia que es para todos pero desde los últimos, desde los que no tienen poder. Naturalmente, la Iglesia, y cualquiera de sus instituciones, ha de renunciar al poder, a los grandes medios económicos, políticos y mediáticos para cumplir su misión en este mundo y no entrar en contradicción con el Evangelio que anuncia.

Esta Jornada, con toda su significación, es un paso más en todo el proceso de renovación y de cambio, a todos los niveles, que Francisco quiere, y está llevando a cabo en toda la Iglesia.

#JornadaMundialdelosPobres

Editoriales

#JornadaMundialdelosPobres

15 noviembre 2017

El papa Francisco ha convocado para el 19 de noviembre la primera Jornada Mundial de los Pobres. Desde el principio de su ministerio, Francisco ha insistido en que necesitamos situar a los pobres «en el centro del camino de la Iglesia». Así, en Evangelii gaudium, decía: «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres» (n. 187); porque «el corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres (…) Dios les otorga su primera misericordia. Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener los mismos sentimientos de Jesucristo (…) Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres» (nn. 197 y 198).

La Jornada Mundial de los Pobres es una ocasión preciosa para cada cristiano, para cada comunidad, para toda la Iglesia. Acoger lo que se nos propone vivir en nuestra realidad cotidiana, creciendo en «tener los mismos sentimientos de Jesucristo». En el Mensaje con motivo de esta Jornada, No amemos de palabra sino con obras, Francisco subraya que esta centralidad de los pobres en nuestras vidas es el signo decisivo del Amor: «que en todo el mundo las comunidades cristianas se conviertan cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo por los últimos y los más necesitados» (n. 6); «estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro» (n. 6); porque «si deseamos ofrecer nuestra aportación efectiva al cambio de la historia, generando un desarrollo real, es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación» (n. 4); «un verdadero encuentro con los pobres da lugar a un compartir que se convierte en un estilo de vida» (n. 3).

Igualmente, para toda la Iglesia y, en particular, para las trabajadoras y los trabajadores cristianos y para los movimientos y organizaciones eclesiales presentes en el mundo del trabajo, la Jornada es ocasión de acrecentar la cercanía real de nuestras vidas a la de los trabajadores y trabajadoras pobres y excluidos, así como a la de las familias trabajadoras empobrecidas y excluidas; es ocasión de sumar empeños en la lucha común por el trabajo digno, de redoblar el esfuerzo para que toda la Iglesia asumamos esta causa y crezcamos en conciencia concreta de lo decisivo que es el trabajo digno para luchar contra la pobreza.

Francisco también subraya esto insistentemente. El pasado 1 de octubre decía en Bolonia: «Es necesario quitar centralidad a la ley del provecho y asignarla a la persona y al bien común. Pero para que esta centralidad sea real, efectiva y no solo proclamada con palabras, es necesario aumentar las oportunidades de trabajo digno (…) que el trabajo, que es factor primario de dignidad, sea una preocupación central (…) La acogida de los pobres y la lucha contra la pobreza pasa en gran parte a través del trabajo». Esta Jornada es ocasión para crecer en hacer verdad en nuestras vidas y en la de nuestras comunidades eclesiales que «el mundo del trabajo es una prioridad humana y, por tanto, es una prioridad cristiana (…) Donde hay un trabajador, ahí está el interés y la mirada de amor del Señor y de la Iglesia» (Francisco. Encuentro con el mundo del trabajo. Génova, 27.05.2017).

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Extremadura: Los consiliarios de Acción Católica apoyan la movilización por la mejora de la red ferroviaria

Mundo obrero y del trabajo

Extremadura: Los consiliarios de Acción Católica apoyan la movilización por la mejora de la red ferroviaria

17 octubre 2017

Los 20 sacerdotes (consiliarios) de los movimientos de Acción Católica de Extremadura, hacen público su apoyo a la movilización de su pueblo por la mejora de las vía férreas de la región, «porque los cristianos hemos de caminar unidos en todo aquello que trae bondad para nuestro pueblo y sus gentes; hemos de estar codo con codo con todos para mejorar la realidad y así favorecer a los que más lo necesitan».

JOSÉ MORENO LOSADA. Los consiliarios de los movimientos de Acción Católica de las diócesis extremeñas nos reunimos, con frecuencia, desde hace décadas para compartir nuestra tarea, que incluye acompañar a laicos cristianos, ciudadanos cristianos de nuestra tierra, en su compromiso de ordenar la sociedad según el espíritu del Evangelio.

En nuestros encuentros presentamos la vida de los pueblos y de la gente, con el ánimo de iluminarla con la Palabra de Dios. Así nos ayudamos a caminar con nuestros hermanos en sus proyectos humanos y sociales. Al reunirnos en el comienzo de este curso nos detenemos en un hecho que nos alegra y nos interpela.  La sociedad extremeña está crecientemente sensibilizada ante un grave problema: nuestra muy deficiente red ferroviaria.

Las movilizaciones que se viven desde hace años y que ahora se concretan en actos como la peregrinación de “Milana bonita” y otras expresiones de distintos ámbitos (sectoriales, culturales, empresariales, profesionales), así como las manifestaciones populares en las ciudades extremeñas más significativas, son un signo de la construcción de una ciudadanía que toma conciencia de una realidad indecente, por desigual e injusta, ya que penaliza nuestro derecho al desarrollo. A todo esto queremos nosotros, hoy, unir nuestra voz y nuestra acción.

Los movimientos populares nos hacen ver que Extremadura cuenta con el ferrocarril más obsoleto del país; sufrimos una deficiente prestación del servicio tanto para viajeros como para mercancías, con la lógica repercusión negativa en los sectores socioeconómicos de la región. Somos el único territorio de España sin servicio de larga distancia, ya que hemos perdido los que teníamos en 2010, por lo que tenemos los trenes de peor calidad y más antiguos. Contamos con un quince por ciento de vías de comienzos del siglo pasado, en los que no se avanza a más de 50 km por hora; y  hay numerosos tramos cuyo mal estado impide una velocidad mínima. A todo ello se suma la insignificancia real que supone el corredor de mercancías entre Sines (Portugal) y la conexión con Europa. Con esta realidad no es extraño que descienda el número de viajeros; lo que llama la atención es que aun así sigamos viajando en nuestros desfasados trenes.

Ante esta realidad nos alegra que nuestro pueblo crecientemente se movilice, viva su ciudadanía en los niveles fundamentales de sentir y pensar la realidad, para hacerse cargo de ella buscando transformarla en bien de lo común y lo público. No se trata de la queja y el lamento, sino del trabajo comprometido por la defensa de los derechos que van anejos a la decencia, la igualdad básica y la justicia humana.

Como ciudadanos y sacerdotes nos duele que el dicho evangélico de que “al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene para dárselo al que tiene más” se ha hecho realidad sin misericordia en nuestra tierra, desde la política económica y distributiva. Así lo vemos en el caso del tren. No es que no mejoremos: es que nos han despojado incluso de lo que ya teníamos.  Pero si mala era la situación ferroviaria, más preocupante era el silencio del pueblo, la indiferencia y el sometimiento acrítico a una realidad indigna e injusta. Por ello nos alegra ver que se cumple, cada vez más, otro dicho evangélico: “Donde dos o tres se reúnen…”

Ahora es un pueblo el que se congrega para reflexionar, sentir y actuar; su voz se oye y se abren caminos de respuestas válidas y justas. En nuestras comunidades eclesiales y en nuestros pueblos hemos de vivir este espíritu de superación y de exigencia. Porque los cristianos hemos de caminar unidos en todo aquello que trae bondad para nuestro pueblo y sus gentes; hemos de estar codo con codo con todos para mejorar la realidad y así favorecer a los que más lo necesitan. No podemos esperar que nos llueva del cielo lo que hemos de conseguir con pasos de nuestra propia acción solidaria y comprometida.

Desde la buena voluntad de la ciudadanía compartida, nos unimos a nuestro pueblo, del que hemos salido; animamos a saber crear plataformas vivas y continuas, hasta que realmente las promesas lejanas se hagan sacramento de realidad concreta para nuestra región. Pedimos a los políticos  que no sean ellos los que acompañen a los movimientos; sino que, representando a nuestro pueblo, se presenten ante la administración competente para que lo que es un derecho no se entienda como una dádiva o una concesión, que no da respuesta a la desigualdad y la injusticia estructural. Serán el pueblo y los movimientos los que acompañen a nuestros políticos, para que su voz tenga la fuerza y el calor de lo que los pueblos unidos pueden lograr en paz y justicia. Por ello, pedimos que los representantes políticos sean capaces también de tener una única voz, como único es el deseo de toda la sociedad extremeña en este esfuerzo por unos trenes y unos raíles que estén llenos de decencia, igualdad y justicia.

 

*Foto de cabecera tomada del diario “Hoy”.

 

 

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