El señor conoce nuestra frágil naturaleza mejor (inmensamente) que nosotros mismos, y por esto perdona sin descanso nuestra infidelidades y flaquezas, mientras nos arrepintamos de ellas, las confesemos, y sintamos, por una parte, el deseo firme de ser como Él nos quiere, y por otra parte el dolor punzante por nuestras infidelidades (grandes y pequeñas) […]
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